1. 'Delenda est monarchia?'
Ortega y Gasset firmó en un célebre artículo el acta de defunción de una monarquía borbónica sostenida por una casta política aislada en sus prebendas y sus privilegios. Como entonces, una epidemia generalizada de corrupción moral y miseria política asuela España (sólo que ahora contamos con el colchón de seguridad económica que constituye la Unión Europea, la disciplina monetaria que impone el Banco Central y, desde el punto de vista político, la transparencia y la austeridad que representa Angela Merkel). Pero por ser una institución con una función predominantemente simbólica, la corrupción que emana de la Casa Real es todavía más grave. Y no es lo peor la imputación a la infanta Cristina, sino la opacidad de unas cuentas y la inmoralidad de unas costumbres cuando se hace gala de superioridad moral y se pretende ejemplaridad pública. Juan Carlos I, sumido en una tragedia a lo rey Lear, abducido por una corte mediática de aduladores, es un síntoma, en su decadencia y decrepitud, de lo que fue una vez un proyecto democrático vitalista y optimista pero que ahora chapotea roto, cojo y confuso, devorado por la codicia en una conjura de necios. La única salvación de la monarquía en España para no ser sustituida por una república (que San Manuel Azaña nos proteja) pasa por el príncipe Felipe, al que se percibe como una figura mucho más seria y sensata que la de su padre, del que no se sabe si se aferra al cargo por afán de poder o por no permitir que su hijo se queme en los escándalos de los que él es responsable, al menos, in vigilando.
2. Marca España
Pero la supervivencia de la monarquía es asunto baladí comparado con la cuestión más grave de la continuidad del proyecto político que es España. Si el filósofo francés Alain Finkielkraut señala en su último libro, La identidad desgraciada, que Francia está a punto de desaparecer como idea nacional por la presión de las circunstancias externas (el multiculturalismo), el caso español es todavía peor porque es más paradójico y patético. Va a ser la segunda vez en cien años que la mejor versión de España, la democrática y plural, tolerante y dinámica, se vea traicionada por los nacionalismos vasco y catalán, incapaces de superar su resentimiento crónico y su rencor paranoico contra la misma idea de España. Es tal su odio que jamás la denominan por su nombre, sino que usan la expresión "Estado español" para tratar de negar la misma nación política reduciéndola a una mera organización burocrática. Como le explicó Jon Juaristi a Mario Noya en LD Libros, se ha producido una confabulación ideológica para desintegrar la idea de España. Frente a la ofensiva intelectual de los nacionalismos periféricos, el gobierno de Rajoy sólo ha sido capaz de parir el economicista, reduccionista y, a la postre, banal concepto de Marca España. A este paso, una denominación vacía sin producto detrás.
3. Mercantilismo
En la lista de mejores libros del año pasado de los escritores de Libertad Digital destaca Nosotros, los mercados de Daniel Lacalle. En él, así como en el segundo libro de Lacalle, Viaje a la libertad económica, se defiende una versión depurada del capitalismo como sistema económico basado en la propiedad privada y la libre competencia, donde el mercado es la institución que, de forma eficiente, mejor produce riqueza equitativamente. Pues bien, en España, con gobiernos socialistas o conservadores, lo que se da es un progresivo deterioro de los principios no sólo económicos sino morales que organizan el libre mercado. La colusión entre políticos, grandes empresarios y banqueros es cada vez más la tónica de un sistema mercantilista y proteccionista, donde el juego clientelar entre los intereses de los burócratas del Estado y de los burócratas empresariales tiene su manifestación más obvia en cómo los políticos profesionales son premiados por las empresas con cargos muy bien remunerados, aunque sin ningún contenido real.
4. Malaca
Si entran en la web del fabricante holandés de bicicletas Van Moof y buscan dónde pueden encontrar una tienda para comprarlas se encontrarán con un mapamundi en el que el Océano Pacífico está en el centro, mientras que Europa ha sido relegada a los márgenes. Siempre habíamos hablado del "Lejano" Oriente pero ahora lo que resulta que el lejano es Occidente. Y es que el eje del planeta ha cambiado. La globalización supuso en primer lugar que todo el planeta se convirtiese en una aldea, como sostuvo Marshall McLuhan, pero ahora está imponiéndose un giro asiático en la historia de la humanidad. Ha llegado el momento de escribir el penúltimo capítulo de La decadencia de Occidente de Splenger (los Estados Unidos resisten y la emergente Latinoamérica, con Brasil y México a la cabeza, son los herederos de lo que un día significó Europa). Josep Piqué explica que el nuevo meridiano de Greenwich, en cuanto que símbolo de poder mundial, se está situando en algún punto entre Japón y el Estrecho de Malaca. Pronto el que sus hijos le hablen en chino no será una metáfora de incomprensión sino de competencia comunicativa y necesidad laboral y empresarial. Franco Battiato buscaba un "centro de gravedad permanente", pero precisamente la globalización consiste en saber vivir en el filo de la navaja de las innovaciones constantes y la capacidad keynesiana de cambiar de ideas a medida que cambian los hechos over and over again.
5. Bitcoin
Toda nuestra civilización está basada en la fe. Fe basada en indicios racionales y empíricos, a diferencia de la fe basada en lo sobrenatural y el absurdo, pero fe al fin y al cabo. Esta fe tiene su manifestación más evidente en el lema escrito en los billetes de dólar: In God we trust; sólo que, a diferencia de a los Padres Fundadores, ya sólo nos queda, tras Nietzsche y la eliminación del patrón oro, el we trust. En este contexto de fe laica ha surgido esa moneda postmoderna que es el bitcoin, un híbrido entre dinero virtual, mecanismo de trueque y derivado o futuro que ni los mismos traders terminan de comprender muy bien. Si el crédito y el dinero es la sangre del sistema financiero, entonces el bitcoin es la primera hemoglobina sintética. Es también un reflejo del fundamento último de la actual crisis, que se basa en la pérdida de confianza en el sistema financiero internacional. Es decir, que estamos a punto de dejar de confiar incluso en, we trust, nosotros mismos.
6. Marihuana
Colorado y Washington son los dos primeros estados norteamericanos en los que los mayores de 21 años podrán comprar hasta 28 gramos de marihuana legalmente, lo que equipara esta droga al alcohol, la nicotina o la cafeína. La ley seca aplicada a esta droga está empezando a ser desmantelada, como prueba la legalización de la misma en Uruguay o su discusión en la Organización de Estados Americanos (OEA), siguiendo así las reflexiones liberales de economistas como Milton Friedman o intelectuales como Mario Vargas Llosa. Consideraciones políticas sobre la libertad individual así como cuestiones policiales en la lucha contra las mafias de la droga están pesando más que preocupaciones conservadoras, como las expresadas por David Brooks en el New York Times, sobre el peligro de alterar la "ecología moral" que subyace al prohibicionismo, ya que lo único que ha demostrado hasta el momento la ilegalización es que el remedio es peor que la enfermedad.
7. Cleptocracia
Un vistazo a la sección Libre Mercado de Libertad Digital hiela la sangre en las venas y, lo que es peor, las ganas de trabajar, innovar y ser competitivo. Porque al final de tu esfuerzo te encuentras con la voracidad del monstruo estatal, ese ogro filantrópico al que se refirió Octavio Paz y que se ha convertido en un cáncer que se alimenta como un parásito de sus huéspedes, todos nosotros. Frente a la degeneración del estado de bienestar en bienestar del estado (es decir, de la cleptocracia que lo maneja, como en el caso del infierno fiscal de Hollande, Rajoy o Susana Díaz) sólo cabe la resistencia civil contra el fisco, como la que propugna el filósofo alemán Peter Sloterdijk (en el artículo bellamente titulado "La revolución de la mano dadivosa"): la solidaridad para ser real no puede ser obligatoria, por lo que los impuestos deben reducirse a su mínima expresión y las contribuciones de los ciudadanos al funcionamiento de los servicios estatales no imprescindibles (de la televisión pública a las mil y una subvenciones de las que se aprovecha la cleptocracia) se debería realizar únicamente mediante donaciones voluntarias. Es decir, como la Wikipedia. O, lo que es lo mismo, menos Marx y más Hayek.
8. Inteligencia artificial
Ya sea encarnada en robots o en internet, a través de redes sociales como Twitter o redes monetarias (véase Bitcoin supra), la inteligencia es una capacidad que se está volviendo cada vez más interconectada, que se transmite en forma de hashtags (etiquetas), blogs y otras posibilidades de visualización que antes estaban dominadas por los mandarines de la cultura. Cada vez el trabajo podrá ser más creativo, porque lo estrictamente manual será tarea de máquinas exponencialmente más inteligentes. El caso es: ¿estamos preparados para tanto ocio o, como en los capítulos finales de La máquina del tiempo de H. G. Wells, nos convertiremos en dóciles, blandos y estúpidos trozos de carne destinados a un entretenimiento tan infinito como banal? Claro que en Wall-e es precisamente un robot, una inteligencia artificial, el que termina por salvar a la fofa, física e intelectualmente, humanidad.
9. Multiculturalismo
Antes nos referíamos a la denuncia de Finkielkraut sobre la derrota del pensamiento ilustrado a manos del sentimentalismo multicultural. El último episodio de la guerra entre la razón y la barbarie lo tenemos en la prohibición de que el humorista franco-camerunés Dieudonné M’Bala ofrezca un espectáculo basado en el antisemitismo más vulgar y miserable, como muestra su canción "Shoah Ananás". El problema político en Europa es que estamos atrapados entre los defensores de un sistema caduco (véase "Estado cleptocrático") y los antisistema que, como Dieudonné M’Bala en Francia o Beppe Grillo en Italia, promueven la indignación basada en el populismo visceral y obtuso, en la senda de Stéphane Hessel, en lo que puede suponer una vuelta a un pasado que creíamos periclitado, el extremismo de izquierda y de derecha, igualmente violento y basado en dogmas y mitos. El caso del filósofo-bufón Slavok Zizek, paladín de la conjugación entre el marxismo-leninismo, el psicoanálisis lacaniano y el show business hollywoodiense, lo representa perfectamente, en su tan ingeniosa como boba y peligrosa zafiedad conceptual, que utiliza el multiculturalismo como un ariete contra la democracia y la economía liberal.
10. Locke vs. Hobbes
Las dos potencias emergentes decisivas en el futuro más inmediato serán la India y China. Países superpoblados en una época en la que la tecnología ya no es un factor de diferenciación, dada su rápida permeabilidad, pero sí el número de trabajadores, tanto la India como China son dos modos políticos de aplicar la economía. Mientras que la India ha adoptado un modelo democrático liberal a la Locke, China continúa con su particular modelo de dictadura de partido único que sobrevuela una economía cada vez más capitalista. Y le va mejor a China que a la India… En cierto modo, Hobbes y su modelo de un Estado como monopolio sin límites de la violencia está venciendo al propuesto por Locke, en el que los derechos humanos y el equilibrio entre diversos poderes limita el poder absoluto que tiene para Hobbes el Estado. The Economist reflejaba esta dualidad cuando comentaba cómo los empresarios indios suspiran por un sistema tan duro y jerarquizado como el chino. Porque en las autocracias chinas y rusas hay un futuro utilitarista a fuer de antiliberal para la humanidad que se ríe de la seguridad de los hegelianos de derecha, como el neoconservador Francis Fukuyama, que una vez visualizaron el fin de la historia en clave liberal. Sin embargo, como se refleja en la proyección de HSBC para el 2050, Locke seguirá siendo una garantía de riqueza y libertad. Pero el futuro sigue sin estar escrito, por mucho que visionarios como Isaac Asimov hayan tratado de desentrañarlo...