En Chile han elegido como presidente a un ultraizquierdista, populista radical, filoterrorista, además de antisemita y admirador de Fidel Castro y Hugo Chávez. Gabriel Boric (candidato presidencial del Frente Amplio y el Partido Comunista) había suavizado su imagen, cambió de corte de pelo y hasta se hizo análisis para demostrar que no había consumido drogas recientemente, pero en su haber queda la visita a terroristas refugiados en París y lo de reírse de un político chileno asesinado, así como sus loas a los mencionados dictadores de Cuba y Venezuela.
Desde la victoriosa extrema izquierda, habrá quien eche la culpa de la debacle democrática de Chile a los españoles por la conquista del siglo XVI (sobre todo a los extremeños, Pedro de Valdivia mediante). Pero, como viene sucediendo desde México hasta Argentina, pasando por Nicaragua, Perú, Venezuela y próximamente Colombia, los hispanoamericanos están cavando su propia tumba política y económica siguiendo el modelo de asalto democrático a las instituciones liberales que tuvo su mejor expresión en el golpe desde el interior del sistema que perpetró Adolf Hitler contra la República de Weimar.
"Así es como muere la libertad, con un estruendoso aplauso", decía una compungida y resignada senadora, Padmé Amidala, en Star Wars cuando el canciller de la República galáctica, Papaltine, se declara emperador para "preservar el orden y la seguridad de la sociedad", siendo saludado por casi todo el Senado con una cerrada ovación que haría palidecer las de los congresos soviéticos presididos por Stalin.
Uno de los rasgos más siniestros de Boric es su veneración por Allende, el socialista que pretendía conducir a Chile a una dictadura como la castrista. La mitificación de su suicidio tras el golpe del no menos siniestro Pinochet lo ha convertido en un santo laico para la izquierda, ocultando su autoritarismo biosanitario y su racismo antisemita. Víctor Farías demostró en Antisemitismo y eutanasia cómo el doctor Allende pretendía curar a los homosexuales y odiaba a los judíos. Boric todavía no se ha mostrado muy preocupado por que comer pollo cree homosexuales, al estilo de su cuate Evo Morales, pero sí se ha mostrado hostil hacia la comunidad judía chilena, a la que ha amenazado si no condena a Israel.
Los hispanoamericanos deberían pedir perdón a sus hijos por sumir a su continente en una dictadura perfecta, caracterizada por el uso de la violencia callejera para subvertir el orden constitucional y de los ropajes indigenistas, pseudoecologistas y feministoides para implantar la lucha de clases, el intervencionismo autoritario y el apartheid ideológico característicos de la agenda política marxista.
También deberían pedir perdón periódicos presuntamente socialdemócratas como El País, que a la primera oportunidad blanquean a la extrema izquierda, desde España con Bildu a Hispanoamérica con Boric, denominando como "nueva izquierda" a los herederos de las revoluciones castrista y sandinista.
Louis Brandeis, juez del Tribunal Supremo estadounidense, señalaba que "la mayor amenaza para la libertad es la indiferencia de la gente". En Hispanoamérica la libertad no es objeto de indiferencia sino de odio.