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Santiago Abascal

El voto y el miedo

El miedo es la peor de las enseñanzas, es la más envenenada de las herencias y la más cobarde de las propuestas

Tres décadas de estafa sostenida, treinta años de democracia secuestrada por los grandes partidos y sus aliados separatistas. Demasiado tiempo viendo cómo los que nos quieren redimir de la dictadura se han inventado lo que en realidad es una democracia de chiste en la que ellos, los viejos partidos, concentran todos los poderes y lo son todo: directores, guionistas, actores protagonistas y actores de reparto. Porque cuando de repartir se trata se esfuman las diferencias ideológicas y se hace invisible el eterno abismo entre rojos y azules, y desaparece momentáneamente su gran instrumento político: el miedo.

Parece mentira cómo una república liberticida, una guerra civil y una dictadura que muchos españoles solo hemos visto en los libros u oído en las viejas historias de los abuelos pueden seguir determinando la vida política. Incluso la manoseada y sobrevalorada transición se nos antoja como una historieta color sepia propia de Cuéntame. Pero las referencias al pasado se acentúan cuando toca blandir su gran arma: el miedo.

Pues bien, unos y otros siguen hoy apelando a esas historietas de buenos y malos para meternos el miedo en el cuerpo y que les votemos a ellos, a nuestros salvadores. ¡Que viene la derecha!, claman los unos. ¡Que viene el Frente Popular!, alertan los otros. Unos sacan el dóberman a pasear; otros nos advierten de que Pablo Iglesias no sólo ladra sino que muerde. En definitiva, todos convierten el miedo en el principal elemento aglutinador y movilizador de sus votos.

¿Dónde quedan la ilusión, las convicciones, la articulación de los proyectos ideológicos? Todo eso ya da igual. La generación gobernante, y eso incluye a Gobierno y oposición, a la patronal y a los sindicatos, se ha degradado y se ha corrompido. Se trata exclusivamente del poder. Por eso lo concentran de manera avara y lo engullen en cantidades indigestas. Y por eso agitan el miedo sin pudor y sin rubor.

El miedo se ha convertido en el programa político conjunto de La Casta. Miedo falaz. Miedo tramposo. Miedo que no tienen. Porque después pactan entre ellos, se reparten los poderes e incluso unifican sus programas ideológicos. ¿Miedo a qué? ¿Miedo a quién? El único miedo real es el que ellos tienen a perder el poder, la prebenda y la capacidad para arruinarnos impunemente. Y el que nosotros deberíamos tener ante la mera posibilidad de no jubilar con deshonor a una generación tan corrompida.

El miedo es la peor de las enseñanzas, es la más envenenada de las herencias y la más cobarde de las propuestas. Es justo lo contrario de lo que los buenos padres transmiten a los hijos. Y sin embargo, eso es todo lo que nos ofrecen nuestros líderes políticos, mientras nos empobrecen y mientras se disgrega nuestra Patria. Porque ni nos quieren ni les importamos. Y porque, en realidad, ellos ya tienen un miedo nuevo. Tienen motivo. Porque la única esperanza de millones de españoles es echarles.

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