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RTVE: el monstruo sigue ahí

Lorenzo Milá dirigirá la próxima temporada el telediario, dicen. O sea, que no ha dicho que no, pero tampoco que sí, sino que ya hablaremos dentro de seis meses. Con Menor en la parrilla televisiva, esa que nos socarra a todos, Llorente en los informativos y Piqueras en la radio –al que por cierto, le van a buscar alguna chapucilla en la tele para que cobre como en la privada (dejó la pública porque la privada le ofrecía mucho más dinero para utilizar su geta, que era muy conocida gracias a que había salido mucho en la pública, como Hermida, Viza, Matías Prats y tantos otros)–, con la comisión de presuntos sabios trabajando, es un decir, ya está armada y vendida la tele de ZP para que siga deprimiéndonos y perdiendo millones de euros otra temporada, mientras la peinan y la armonizan.
 
Lo de Llorente tiene mucho mérito, ya que dirige el telediario más premiado, pero menos visto de la televisión, tenido por un informativo no tanto alternativo, que también lo es en el peor sentido, cuanto complementario: poco texto y mucha imagen, sobre todo de la que en el resto de los informativos son de relleno en el último tramo, dando por supuesto que lo fundamental ya se ha visto en los otros. ¿Lo incapacita esto como director de informativos? Ni lo incapacita ni lo contrario, ni mejor ni peor que Urdaci, en principìo (obsérvese que, al margen de detalles superficiales como abrocharse el cuello de la camisa, usar corbata o el modelo de gafas, la semejanza entre ambos es considerable). En cuanto a Piqueras, no lo duden, estará encantado de hacer lo que le digan unos y otros. En la duda, preguntará. ¿A quién? Seguro que él ya lo sabe.
 
¿Y Caffarel? Parece una mujer feliz, reconciliada con sus limitaciones y sus reconversiones, animosa, progresista, dispuesta a estudiar el asunto que el favor político ha puesto en sus manos, una máquina infernal, un ente diabólico que, cada minuto que ella permanece en su despacho enterándose sigue perdiendo dinero público a raudales, y sustrayendo recursos a las empresas con las que compite. Habló ella y no se olvidó de hacer hincapié en los estupendos profesionales, esos magníficos trabajadores cuya productividad se rige por baremos tan distintos de los que funcionan para el prójimo, lo cual es sinónimo de que se va a escuchar a sus representantes, a los sindicatos y que de ajustes de plantilla, los justos.
 
O sea, que, al despertar, el monstruo seguirá ahí. ¿Disminuirá su apetito tras la profunda cura de democratización a la que va a ser, sin duda, sometido? Más bien, suele ocurrir lo contrario. ¿Con qué derecho podrá pedirle cuentas el PP en la oposición? Los de ZP siempre les podrán contestar: hacemos lo mismo que ustedes, pero lo vamos a hacer mejor. Si no les gusta, siempre pueden contratar lo de Polanco. Eso es lo moderno, el penúltimo estadio del socialismo, dar a elegir entre lo público y la privado, con la particularidad de que, se elija lo que se elija, lo público hay que pagarlo en cualquier caso, se utilice o no. En definitiva, nos van a seguir atracando, pero con una sonrisa; nos vamos a enterar de lo que vale un peine, pero con el mejor talante. Lo nunca visto: la purga de Benito doctrinaria recubierta de bienmesabe a precio de azafrán. 
 

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