Misterios por explicar: a pesar del laudo que obliga a pagar 180 o 190 millones de euros a Blas Herrero, las acciones de Antena 3 subieron ayer más de un cuatro por ciento. ¿Cuál puede ser la explicación? ¿Pudiera ser que se crea que Antena 3 sin Onda Cero vale más, a pesar del quebranto de perder una empresa que vale poco más que lo decidido en el laudo, pero que en el último ejercicio perdió 30 millones. Dice La Gaceta que RTL Bertelsmann ya ha hecho una provisión de 20 millones para hacer frente a lo que le corresponde, aunque 20 es poco más del 10% de 190. Telefónica recuerda lo firmado cuando vendió a Kort Geding, la empresa formada por Planeta-de Agostini. Ese compromiso asciende al 25%. Planeta anuncia que le va a reclamar a Telefónica por cuenta de sus otros socios. Es muy posible que se le esté dando vueltas también al laudo para ver por dónde lo pueden impugnar y entrar en una sucesión de pleitos interminables. Expansión lo lleva a portada, pero más parece afán por meter el dedo en el ojo de los implicados que por aclararnos algo. Sorprende que el asunto sea tan poco tratado en algunos confidenciales. Y los que lo tratan, como Hispanidad ayer, no aportan nada claro. En Onda Cero, lógicamente, no les llega la camisa al cuerpo. ¿Cómo se va a negociar con Luis del Olmo? ¿Lo va a hacer Ferrari?
¿Nos enteraremos algún día de cómo la cadena Ser llegó a disponer el viernes y el sábado de la misma o mejor información que la que tenía el ministro del Interior, hasta el punto de que lograron intimidarlo? El Semanal Digital da su versión, que pasa por Vera y Rodríguez Ibarra. Es una de las diversas hipótesis que apuntan a altos mandos policiales de escindida, o sea, dusosa lealtad. No habla de Garzón, que estuvo allí hasta que lo despacharon, pero aprovecha para atizarle a Zaplana, su bestia negra. Fue evidente para quienes escucharon la emisora la campaña montada en sintonía con los responsables socialistas para tratar, primero, de mitigar el efecto Carod del 11-M, que amenazaba con ser demoledor. Luego la operación fue más ambiciosa, invertirlo para que el PP fuera el arrasado por la onda expansiva de la dinamita a través del No a la guerra. Respecto al bulo de los foros, también, caben pocas dudas de que saben más de lo que pueden y quieren decir.
Otro asunto muy intrigante y que no hace sino añadir estupor al desánimo que inspiran los logros del PP en materia de medios de comunicación tras su paso por el poder es el de la resolución del llamado “antenicidio”, con la sentencia del Supremo en las manos paralizadas –¿por quién?, ¿durante cuánto tiempo?– del Gobierno ahora saliente. El alto tribunal ha vuelto a decirle, al parecer, hace unos días que deje de marear la perdiz, que le corresponde a él la ejecución de la sentencia, que lo haga sin más dilación. Y los ya en funciones dicen que sí, que no tienen otra cosa que hacer más que instar a Polanco, con todas las fuerzas y la autoridad que les concede su situación, para que se deshaga de las –¿90?– emisoras. Así que, tachán, tachán, será el ejecutivo entrante el obligado a hacerlo. Muchas risas y alguna lágrima de impotencia. Los que unos días antes de las elecciones creían que este, el de los medios de comunicación, era un asunto sin importancia, nada decisivo, ¿siguen pensando lo mismo?
Sin alejarnos en exceso, pero yendo al ámbito de la cuatricomía, se anuncia una pequeña conmoción no exenta de riesgos. Vocento, brindando para el lanzamiento su red de periódicos, en compañía de una editora de revistas de capital extranjero y que por supuesto no son los franceses que trabajan con La Razón, aunque el producto que va a ser puesto en el mercado haya sido probado con éxito en Francia, se dispone a hacerle la competencia al señor Sánchez Junco y, como mínimo, sombra a su mercancía estrella, la revista Hola. Los socios de Vocento, la bertelsmanniana G+J, aquí son los editores de Mía, Cosmopolitan y Marie Claire, entre otras. Puede ser el gran proyecto de la superjefa del Taller de Editores vocentino, el que elabora, entre otros, el magazine semanal de mayor difusión de España, Mara Malibrán, la cual trabajó antes en G+J –y en media docena de empresas más también.
Es un gran reto empresarial, con el incentivo añadido de saber si Hola resistirá un nuevo ataque de la competencia, que hasta ahora no han hecho más que reforzarle en sus posiciones de empresa de un solo producto. Por de pronto, se dice que se dispone a contraprogramar con un señuelo, para confundir al público y disolver los efectos de la campaña de lanzamiento. Para G+J es un nuevo intento por crecer en un segmento semanal y popular. Su última apuesta, la mensual económica Capital ha sido recibida por el mercado español con escaso entusiasmo, a pesar de que en Francia es un gran éxito que roza el medio millón de ejemplares. Prácticamente, sólo falta encontrar una directora que sea un dechado de experiencia, virtudes laborales y que, además, si es posible, tenga tirón. Los alemanes cruzan los dedos. No quieren ni recordar cuando hace ya bastante años estaban a punto de lanzar un semanario popular –¿Viva?, hace tánto tiempo– con el señor Polanco y a última hora el señorito Cebrián dio marcha atrás porque creía que aquello deterioraba la imagen de seriedad anticomercial de El País.