Diez años en el poder no le han sido suficientes a Hugo Chávez para ayudar a los venezolanos a salir de la pobreza, reducir la desigualdad ni impulsar el desarrollo. Por el contrario, sus políticas antiempresariales y contra la propiedad privada, así como su afán de control de toda actividad económica, han mermado la capacidad productiva del país y han acrecentado todos los problemas. Hoy los venezolanos sienten los estragos de diez años de rapiña en contra del sector productivo nacional.
Por ejemplo, la empresa CANTV, que ofrecía un servicio telefónico de excelente calidad, tras apenas un año en manos del Gobierno, presenta ahora problemas cada vez más frecuentes y deja sin acceso a internet a los usuarios. La estatalizada Electricidad de Caracas comienza a mostrar los estragos de la ineficiencia pública. Aunque no ha llegado a los niveles de Cadafe y otras empresas estatales que suministran electricidad al interior del país, la capital sufre ahora de frecuentes apagones.
Otro ejemplo nos lo da la industria siderúrgica y metalmecánica. En ese sector nada está claro. De la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) sólo se sabe que en el tercer trimestre de este año registró unas pérdidas de 116 millones de dólares y ya no es ni la sombra de lo que era hasta hace apenas seis meses, cuando estaba en manos privadas.
Pero lo que más ha dañado a la economía venezolana fue el despido ilegal de más de 20.000 profesionales y técnicos de la industria petrolera en 2002. Ese despido despojó a PDVSA de talento y experiencia técnica, lo que dio lugar a la caída de la producción petrolera y a un lamentable incremento de la siniestralidad.
Así, hemos pasado de una producción de crudo de 6 millones de barriles diarios a, según el Gobierno, 3,5 millones y, de acuerdo con organismos internacionales, apenas 2,5 millones.
Con la caída del precio del petróleo, Venezuela está sumida en profundas dificultades. El Ejecutivo de Chávez necesita un crudo a 90 dólares por barril para alimentar el desbordado frenesí de su gasto nacional e internacional.
Con el petróleo a 40 dólares, las cosas se tornan más negras. El escenario mundial se desliza hacia una profunda recesión y los precios del crudo no se recuperarán a corto plazo. Además, diez años de acoso gubernamental tanto al sector agrícola como al industrial han paralizado las inversiones.