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Ricardo Ruiz de la Serna

Las elecciones en Ucrania

Bruselas debe decidir si es parte de la solución o del problema.

En Ucrania las cosas se están complicando para el presidente Poroshenko después de las elecciones parlamentarias del pasado 26 de octubre y de las que se han celebrado el pasado domingo en el este del país –en las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk–, donde han vencido los líderes prorrusos Alexander Zajárchenko e Igor Plotnitski, respectivamente.

En las elecciones parlamentarias la participación ha sido del 51% -más baja que en las legislativas de 2012-, y en ello ha influido tanto la pérdida de Crimea, cuyos habitantes ya no votan en los comicios ucranianos, como el proceso secesionista en el este. Tampoco ha participado por igual la zona occidental -en Lviv votó el 70% del electorado- que la oriental, donde la participación alcanzó apenas el 30%. En Kíev solo votó el 56 %.

Contra pronóstico, el Frente Popular del primer ministro Yatseniuk ha sacado un 22,17% de los votos, mientras que el candidato del Bloque Petro Poroshenko, Yuri Lutsenko, se ha quedado en un 21,87%, es decir, lejos de la victoria. Hay que recordar que se le auguraba un resultado del 40%. La razón estaría en las sucesivas decepciones que el empresario del chocolate ha causado. No ha satisfecho a quienes deseaban una solución política al conflicto ni a los que querían mano dura contra los separatistas. Lanzó una ofensiva furiosa contra los bastiones rebeldes, pero ante el contraataque de los prorrusos tuvo que firmar un alto el fuego en una posición de desventaja. Ha logrado cierto acuerdo con Rusia sobre la deuda del gas, pero es evidente que Ucrania ha tenido que ceder y que solo el apoyo de los Estados Unidos y la Unión Europea le dan aún cierta fuerza. El nacionalismo ucraniano depende del exterior para sostenerse.

A los malos resultados de las elecciones parlamentarias se suman las que se han realizado en Donetsk y Lugansk, que los países de la UE no reconocen. Moscú ha manifestado su respeto por "la voluntad popular de los habitantes del sureste" de Ucrania, mientras que Poroshenko las ha considerado "una farsa bajo la munición de los tanques y las ametralladoras". Desde luego, el panorama para una resolución política del conflicto se complica tras unos resultados que refuerzan políticamente la resistencia de los prorrusos.

Es difícil anticipar qué va a suceder ahora. El PIB para 2014 va a bajar en torno a un 10% -el de 2013 era de 134.256 millones de euros-, y aún no se ha cerrado por completo la cuestión de la deuda del gas, que podría terminar pagando la Unión Europea. A eso se suma el descontrol de las milicias que combaten contra los prorrusos, y a las que Poroshenko ha tratado de domeñar sin mucho éxito. Los oligarcas siguen costeando pequeños ejércitos privados al margen de la autoridad del Estado.

Sin embargo, lo peor podría estar por llegar. El Gobierno de Ucrania tendrá que nacer de una coalición entre el partido de Poroshenko y el de Yatseniuk, y el primer ministro va como ganador. Si los combates se reanudan en Ucrania Oriental, los nacionalistas querrán revertir la situación de alto el fuego y los prorrusos tratarán de resistir. Por lo pronto, el embajador de la Federación Rusa ante la UE, Vladimir Chizhov, ha manifestado que "la Unión Europea debería reconocer las elecciones en Donetsk y Lugansk". Cuando llegue el invierno, Moscú podrá utilizar la baza del gas y la acción diplomática para equilibrar el balance de fuerzas con el argumento de proteger a unas minorías rusohablantes que han votado y han dado su apoyo a los líderes independentistas.

Bruselas debe decidir si es parte de la solución o del problema. Cualquier mensaje de respaldo a la reanudación de los combates en Ucrania Oriental sería contraproducente. La crisis ucraniana -que ya lleva casi un año abierta- no se puede resolver solo con la fuerza de las armas. El apoyo político que la UE ha brindado a Kiev no puede ser un pretexto para eludir una solución política, sino un refuerzo para alcanzarla. Poroshenko lo ha intentado sin éxito hasta ahora porque optó por la guerra en lugar de la política. Ojalá pueda cambiar de rumbo.

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