En el siglo XX, el teatro del absurdo proponía el disparate, el abandono de la razón para expresar el sentido del sinsentido de la condición humana. Con mayor o menor acierto, la representación de lo absurdo se convertía en una herramienta para mover al espectador a una reflexión metafísica sobre la existencia humana. Lamentablemente, lo de este martes en el Congreso no ha sido una función de Los días felices de Samuel Beckett. Los protagonistas no eran actores semienterrados en un montículo calcinado, sino políticos en la tribuna del Congreso. Pero no por ello ha sido menos absurdo.
Absurdo es que un delincuente pida permiso para delinquir. Eso, y no otra cosa, es lo que han hecho los dos emires -y media (Marta Rovira)- de Mas. Porque la cuestión no es que el proyecto de Mas tenga cabida o no en el marco constitucional, cualquier idea la tiene (véase la enorme lista de partidos políticos, a cuál más estrafalario, que hay en España). La cuestión es que el proyecto de Mas es liquidar la Constitución -no sólo es el medio, es también el fin- para apuntalar definitivamente el régimen nacionalista construido en las últimas décadas, con la inestimable colaboración de Madrit.
Absurda es Marta Rovira.
Absurdo es que el presidente del Gobierno haga un discurso en defensa de la legalidad, que supone una enmienda a la totalidad a su propia política de no hacer nada, ni siquiera mencionarlo, frente a quienes vulneran la ley de manera sistemática. Absurdo es ofrecer diálogo y financiar a quienes incumplen las sentencias de los tribunales y planean, de forma pública y notoria, un golpe de Estado en toda regla. Absurdo es permitir a Mas, que ha recorrido medio mundo explicando su plan separatista, la chulería de quedarse en casa y mandar al tal Turoll .
Absurdo es que Rubalcaba ofrezca federalismo, que por definición supone la igualdad de las partes (estados federados) respecto al todo (Estado federal), a quienes tienen el trato privilegiado como única aspiración. O sea que el PSOE nos quiere vender la moto de que igualar a Cataluña con Murcia o Asturias colmará las aspiraciones de los separatistas. No se lo cree ni Soraya. La otra.
Lo absurdo también puede ser cómico, como en la gran película Amanece que no es poco, pero lo del Congreso no hace ninguna gracia. Esta representación tiene poco de metafísica y mucho de tomadura de pelo que apesta a componenda para, al final, seguir pagando con nuestros impuestos un chantaje siniestro e intolerable.