Votar exige votar informado. Pues bien, a pesar de las muchas palabras que se han vertido sobre el debate a dos, al filo de ir a votar, se sigue echando de menos más artículos que confronten la veracidad de lo dicho por cada uno de los candidatos. Un ejercicio necesario para superar el maniqueísmo discursivo de gran parte de ese debate. Por ejemplo, el que hubo sobre el caso Bankia.
Como todos recordarán, Sánchez acusó a Rajoy de la intervención de Bankia por el nombramiento de Rodrigo Rato. Rajoy se defendió recordando a Sánchez que formó parte de la Asamblea General de Caja Madrid y que Narcís Serra, del PSOE, dirigió una caja rescatada: Catalunya Bank. Sánchez arguyó que fue miembro de Caja Madrid porque había sido concejal del Ayuntamiento de Madrid.
¿Qué hay de realidad en esas afirmaciones?
La realidad es que desde 2008 hubo una pugna dentro del PP de Madrid por ver quién controlaba Caja Madrid (la madre de la futura Bankia), si el sector de Aguirre que quería a Ignacio González de presidente o el de Gallardón que prefería que siguiera Blesa. Una pugna en la que participaron tanto el PSOE como Izquierda Unida y que terminó con una acuerdo dentro del PP, impulsado por Rajoy, a favor de Rato. Este acuerdo contó con la aquiescencia del PSOE e IU a cambio de una vicepresidencia para cada uno en el Consejo de Administración de esa entidad.
La formalización de ese acuerdo se concretó en 2010 con la aprobación por los tres partidos de una ley en la Asamblea de Madrid que, en lugar de ayudar a prevenir la ya evidente insolvencia de Caja Madrid, refrendó el nuevo reparto de la misma aumentando el número de miembros de su Consejo de Administración para que pudieran colocar los tres partidos todavía a más de los suyos. Fruto de ese acuerdo todos los nuevos miembros de Caja Madrid elegidos por esos tres partidos votaron a favor del Consejo de Administración encabezado por Rato y posteriormente por la creación de Bankia, en cuyo Consejo de Administración acabaron todos representados y cuya irregular salida a bolsa todos aprobaron.
Mientras en Madrid se urdían esos tejemanejes, hay que recordar que el Gobierno de Zapatero, con el apoyo del PP de Rajoy y del Banco de España, renunció a acometer la reforma financiera de las cajas y prefirió dar una patada adelante impulsando la emisión de preferentes y las fusiones de cajas insolventes en grupos como Bankia, que se repartieron según la influencia política de cada uno. Como la suma de insolvencias no pueden dar solvencia, esos grupos tuvieron finalmente que ser intervenidos ya durante el Gobierno del PP, con un rescate de la Unión Europea. Ese rescate nos puso condiciones no sólo financieras sino de reformas estructurales, como consta en el Memorándum de Entendimiento que se aprobó para recibir el dinero.
También conviene acordarse de que, frente a tanto mal Gobierno, sólo UPyD decidió acudir a los tribunales para defender el interés público, a los accionistas y preferentistas que habían sido engañados, y de que lo que se sabe sobre Rato y demás es gracias a esa acción. Por las acciones del PP y el PSOE, todo hubiera quedado tapado y nadie hubiera pagado.
Finalmente, cabe señalar que Sánchez fue miembro de la Asamblea General de Caja Madrid de 2004 a 2009 por decisión del PSOE, ya que ser concejal no bastaba para ser miembro de ella, y que votó a favor de la emisión de preferentes (3.000 millones de euros) en el año 2009. Sí, esas preferentes que endosaron a tanta gente humilde.
Estos son los hechos. Ambos partidos tuvieron una enorme responsabilidad en la crisis financiera de las cajas y en lo que ocurrió con Bankia, ya que prefirieron seguir manteniendo a su favor el reparto de esas entidades a hacer las reformas necesarias. Y lo peor no fue el rescate, sino los millones de empleos perdidos por la falta de financiación a pequeñas y medianas empresas por la ruina de esas cajas.
Si en el debate hubiera habido periodistas con voluntad de preguntar y esclarecer la verdad, los candidatos habrían tenido que responder a los hechos y señalar las medidas para no repetirlos. Para la próxima, más hechos y menos maniqueísmo. La democracia lo exige.