Sigo de cerca el tema de la automatización y los robots desde el 2017 cuando comencé a trabajar en mi libro ¿Qué robot se ha llevado mi queso?. Hoy la Revolución 4.0 o la Tercera Revolución Industrial, como otros la llaman, sigue alimentando más preguntas que respuestas concretas.
¿Deberán las máquinas de aprender, el transporte autónomo, la realidad aumentada, drones, big data y blockchain ser gravados por impuestos?.
La preocupación por las nuevas tecnologías que interrumpen la fuerza laboral y provocan la pérdida de puestos de trabajo existe desde hace mucho tiempo. Por un lado, el argumento es que la automatización creará mejores empleos nuevos y eliminará la necesidad de trabajo físico. La contrademanda es que las personas sin las habilidades adecuadas serán desplazadas y no tendrán un hogar en el nuevo entorno.
Se puede entender, que una de las variables que más fundamentan la aplicación de impuestos es la cantidad de puestos de trabajo que la automatización va a reemplazar. Sin embargo, no es la única y el tema encierra complejidad económica, legal, impositiva, así como el destino que se le vaya a dar a estos fondos.
El Foro Económico Mundial (WEF) viene anticipando que la nueva generación de máquinas inteligentes podría potencialmente reemplazar una gran proporción de los trabajos humanos existentes. Desde McKinsey Global Institute (MGI), pronostican que entre 400 y 800 millones de personas serán desplazadas de sus puestos de trabajo el mundo en 2030 debido a la automatización. En Europa, según las estimaciones de la consultora, un 20% de los empleos actuales serán automatizados, lo que supone que se transformarán o se reemplazarán 53 millones de trabajos
Pero las estimaciones sobre puestos de trabajo que podrían desaparecer son variadas. Existen múltiples estudios que avalan que los robots aumentarán la productividad y el crecimiento económico, así como estimularán las industrias que aún no existen. Según un estudio de Oxford Economics, el mayor uso de la automatización probablemente creará nuevos empleos a un ritmo comparable al de los empleos que se perderán.
El gigante de consultoría de gestión PriceWaterhouseCoopers estimó que la inteligencia artificial, la robótica y otras formas de automatización inteligente tienen el potencial de generar grandes beneficios económicos, contribuyendo con hasta $15 billones al PIB mundial para 2030. "Esta riqueza adicional también generará la demanda de muchos puestos de trabajo, pero también existe la preocupación de que pueda desplazar muchos puestos de trabajo existentes", argumentan.
El WEF indica en sus análisis, que la automatización suplantará alrededor de 85 millones de empleos para 2025, sin embargo anticipa que la futura economía impulsada por la tecnología creará 97 millones de nuevos empleos.
Pero, ¿cuantos robots ya existen en nuestras vidas, como los smartphones o las líneas de montaje automatizadas que han mejorado la productividad y con ello la economía?.
Si lo pensamos, actualmente, la robótica y la automatización ya están sujetas a impuestos como el IVA, por ejemplo, porque contribuyen al valor añadido del proceso productivo y de distribución. Este argumento soporta la idea de que, si los robots permiten aumentar la productividad y con ello los ingresos, la recaudación impositiva debería aumentar.
Son múltiples las preguntas ante cambios tan radicales. ¿Cómo está afectando esto a la configuración de países y sociedades? ¿Habrá una brecha social entre personas asistidas por inteligencia artificial y las que no podrán permitírsela? ¿Habrá que pensar en nuevos impuestos? ¿Qué hay de las nuevas habilidades que deberíamos incorporar los seres humanos?.
Volviendo a lo fiscal, los robots, a diferencia de los empleados, no reciben ninguna remuneración por las tareas realizadas. Esto implica que pueden ser una fuente de ingresos menos sobre la cual cobrar impuestos y cargas sociales.
Corea del Sur, el país más robotizado del mundo, aplicó en 2018 una especie de impuesto robótico, al limitar los incentivos fiscales por la inversión en máquinas que automatizan funciones. Los ingresos adicionales que recibe el fisco coreano por esta reforma son reinvertidos en proyectos de ayuda social y educativos. Es un buen ejemplo de caso éxito con robotización y bajo desempleo, que se acentúa hoy en días de Pandemia y que va a la clave de la cuestión, la adecuación de los perfiles laborales desplazados para disminuir el impacto en pérdidas de empleos. Pero recordemos que este país goza de pleno empleo (registraron como peor dato un 4,5% de desempleo en plena pico de pandemia en enero de 2020). Habría que analizar con más detalles si a la economía Española le corresponde una aplicación similar.
Para IBM, más de 120 millones de trabajadores en todo el mundo necesitarán volver a capacitarse en los próximos tres años debido al impacto de la inteligencia artificial en el empleo, lo que fundamenta el accionar de Corea del Sur. Esto ha llevado a referentes del mudo de la tecnología como Bill Gates a plantear que los robots deben pagar impuestos.
Como afirman desde el estudio de BBVA Research, “El Futuro del Empleo” el reto es Invertir en promoción y adquisición de habilidades complementarias al cambio tecnológico (Disciplinas STEM), así como potenciar habilidades no cognitivas y sociales. Para esto es necesario agilizar el sistema educativo hacia un sistema de formación continua.
Los estados y los gobiernos que tienen preocupaciones sobre la recaudación de impuestos, también deberían tenerlo sobre cómo plantean la educación de esta nueva era, ya que las personas eliminadas y reemplazadas por robots únicamente podrán revertir este hecho por medio de la educación para desarrollar nuevas áreas de conocimiento.
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