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Rafael Calduch Cervera

Las víctimas ignoradas de una guerra en Europa

Tal vez haya llegado el momento de exigir que los dirigentes europeos negocien no sólo el fin de la guerra en Ucrania sino un nuevo régimen de seguridad.

Tal vez haya llegado el momento de exigir que los dirigentes europeos negocien no sólo el fin de la guerra en Ucrania sino un nuevo régimen de seguridad.

Durante los últimos veinticinco años, tras la caída del Muro de Berlín, Europa ha enfrentado más guerras que en los cuarenta y cinco de guerra fría. A las cuatro guerras balcánicas, incluida la de Eslovenia, que casi nadie recuerda, hay que sumar ahora la guerra civil en Ucrania. No parece que hayamos avanzado en la seguridad continental.

Se suele afirmar que la verdad es la primera víctima de las guerras, pero en realidad las primeras víctimas de las guerras son siempre las personas, la propaganda sólo se puede generar a partir de la manipulación de la historia de los muertos, ya sean civiles o militares.

Esta reflexión es también cierta en el caso de la guerra civil de Ucrania. De acuerdo con los datos del Informe preliminar publicado por la Junta holandesa de Seguridad el 17 de julio de 2014, el Boeing 777-200 de Malaysia Airlines con código de vuelo MH17, que había partido de Ámsterdam con destino Kuala Lumpur con 283 pasajeros y 15 tripulantes a bordo, perdió el contacto con el centro de control de Dnipropretovsk a las 13:20, cuando sobrevolaba a una altura de 10.000 metros la zona de Hrabove, cerca de Donestk.

Tras conocerse el suceso se desataron las especulaciones que se producen en todo accidente aéreo en torno a dos interrogantes básicas: ¿cuál fue la causa?, ¿de quién la responsabilidad? Sin embargo, en este caso a las noticias más o menos especulativas muy pronto se añadió una cascada de acusaciones y declaraciones de los gobiernos ucraniano, norteamericano y ruso, junto con algunos autoproclamados dirigentes de las milicias rebeldes de la región, que, lejos de facilitar la aclaración del suceso, lo politizaron hasta extremos que habrían sido inaceptables si no se estuviese librando una guerra civil.

Muy ponto se abrió camino la tesis, avalada por el propio presidente Obama, de que el avión había sido derribado por un misil tierra-aire y no se trataba de un accidente por causas mecánicas o fallo humano. Esta tesis, sin embargo, no ha sido avalada ni desmentida por el informe preliminar,que literalmente habla de "la penetración desde el exterior de un amplio número de objetos de elevada energía que provocaron una pérdida de la integridad estructural del avión". Naturalmente, el informe no se pronuncia, y es muy probable que nunca lo haga, sobre la autoría y responsabilidad del derribo del avión.

De todos modos, en el momento de la publicación de dicho informe, en septiembre de 2014, estas cuestiones resultaban ya irrelevantes tanto para las opiniones públicas como para los gobiernos que ya habían dictado su veredicto político con arreglo a sus posicionamientos y estrategias en el conflicto bélico ucraniano. No es el caso de los familiares de las víctimas, que siguen buscando conocer la verdad y esperando que se haga justicia.

En efecto, el derribo del MH17 sirvió de excusa para que el recién elegido presidente ucraniano redoblase su ofensiva militar contra los rebeldes, justificó al Gobierno ruso para que mantuviera su apoyo logístico y humanitario a las milicias sublevadas y avaló política y jurídicamente la decisión de Estados Unidos y la Unión Europea de adoptar nuevas sanciones contra Rusia.

Cualquier analista internacional medianamente conocedor de las causas de la guerra civil en Ucrania sabe que éstas se encuentran en la fractura social, política y cultural que sufre este país tras la desmembración de la Unión Soviética y su acceso a la independencia, agravada por la corrupción rampante que han practicado, y siguen practicando, las élites políticas durante estas dos décadas y media de soberanía, junto con el choque de intereses económicos y estratégicos entre Rusia y las potencias occidentales.

En el contexto de un conflicto nacional que ha terminado escalando hasta la guerra civil, el derribo del vuelo MH17 se ha convertido en un suceso útil a la propaganda de cada parte involucrada, directa o indirectamente, en la contienda. Ello explica que periodistas, gobiernos y rebeldes hayan rodeado este suceso de una ceremonia de secretismo y confusión, obviando formular y despejar una interrogante decisiva en este suceso: ¿cuáles serían las motivaciones de los autores del derribo?

Puesto que nadie ha reivindicado la acción, esta cuestión resulta tanto más relevante cuanto que no permite una fácil respuesta. Cualquier gobierno u organización que pudiera ser asociada directa o circunstancialmente con el derribo del MH17 sería objeto del repudio de la opinión pública internacional y, por tanto, su causa política quedaría seriamente dañada. De hecho, es lo que se intentó con las acusaciones mutuas por algunos gobiernos durante la campaña propagandística.

Por tanto, excluyendo una planificada premeditación, la credibilidad de las imputaciones debía ir asociada a una posible confusión de los autores del derribo, fuesen militares ucranianos o rebeldes independentistas, respecto de la naturaleza civil del vuelo. En ese caso nos encontraríamos ante el supuesto de los daños colaterales, que tantas veces ha sido invocado por las potencias occidentales en las guerras de Irak y Afganistán o por la propia OTAN en la intervención militar en Kosovo -recordemos el caso del ataque a la embajada china en Belgrado-; lo paradójico es que en ninguno de estos casos se reclamaron sanciones contra los países que provocaron la muerte de víctimas inocentes en tales guerras.

El derribo del vuelo MH17 sigue todavía envuelto en numerosas incógnitas que los gobiernos se resisten a despejar y que los medios de comunicación se empeñan en olvidar. En la sesión del Bundestag alemán del 9 de septiembre, el partido Die Linke (La Izquierda) recibió las respuestas oficiales a las 21 preguntas formuladas sobre el grado de conocimiento del Gobierno alemán respecto del vuelo de Malaysia Airlines. La mayoría de las respuestas fueron incompletas o imprecisas en aplicación de las cláusulas de secreto establecidas por el anexo 13 del Convenio de Chicago de la Organización Internacional de Aviación Civil o por la propia legislación alemana.

Transcurridos casi tres meses de la muerte de 298 personas en el vuelo MH17, los combates en las regiones de Ucrania Oriental prosiguen, a pesar del alto el fuego acordado, debido a que las partes involucradas en la contienda mantienen su estrategia de desgaste militar. Parece que a nadie le importan los centenares de muertos, las decenas de miles de refugiados a uno y otro lado de la frontera con Rusia y los familiares de las víctimas, que siguen esperando una explicación sobre la muerte de sus seres queridos que, quizás, no llegue nunca.

Tal vez haya llegado el momento de exigir que los dirigentes europeos, tanto occidentales como orientales, negocien políticamente no sólo el fin de la guerra en Ucrania sino un nuevo régimen de seguridad continental más eficaz que la vigente concurrencia de organizaciones (ONU, OTAN, UE, OSCE, Consejo de Europa, etc.), que hasta el momento se ha demostrado incapaz de evitar las guerras en Europa. En caso contrario, los ciudadanos podríamos decir como Émile Zola en el caso Dreyfus en 1898: "¡Yo acuso!".

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