Hace ya muchos años, tratando de hacer periodismo por libre, hice
una larga entrevista a Ruiz Mateos. Luego no conseguí publicarla
en ningún sitio. La he encontrado rebuscando entre papeles. He aquí
la versión del empresario en aquella entrevista, hecha en 1995. El
tiempo pasa, y la manera de ver las cosas cambia, y no sé si el empresario
hablaría hoy del mismo modo. He ampliado las preguntas con algunas
reflexiones propias sobre la marcha. Quede como un documento en
alguna medida histórico.
“¡Me cae más mal ese tío…! Me parece un payaso…”, oí decir
a una chica en un parque, comentando con otra alguna noticia
sobre Ruiz Mateos. “Está loco” aseguró la otra. No todo el mundo
piensa así. Ruiiz Mateos “cae bien” a la mitad de la gente, según
las encuestas. Sin embargo pocos podrían explicar la razón de
su aversión o de su preferencia, fuera de algunas superficialidades.
Pocos asuntos siguen tan oscuros como el de Rumas, y los esfuerzos
del célebre empresario jerezano por aclararlo no siempre son bien
comprendidos.
--Es que en el tema de Rumasa la consigna es: ¡silencio! Es un tema
vetado, ni directa ni indirectamente se le puede aludir, ni siquiera en
los informativos de televisión. Rafaela Carrá me dejó salir en un programa
de Telecinco y… ¡vetado! Con los jueces, ¡vetado! Entonces ¿qué hago?
¿Me inhibo? ¿Me callo? La capacidad de olvido es extraordinaria.
Me gusta poner el ejemplo de Gregorio Ordóñez, el que mataron: ya no
es noticia. Del atantado de Aznar ya no se habla. ¿Qué habría sido de
Rumasa, cuando han pasado ya más de doce años?... Así que me veo
obligado a hacer estas cosas de disfrazarme y demás, para que los
medios no tengan más remedio que sacarme, y conmigo a
Rumasa, aunque, naturalmente lo tergiversan hacen comentarios
negativos, se burlan… Pero al menos no se olvida. Algunos
dicen: “no hagas eso, te perjudica”. Y yo les pregunto: “muy bien,
¿tenéis alguna otra idea? ¿No? Pues en tal caso…”
“¿Loco? Espero que no. Aunque, es verdad, me puedo morir en
este acto, me puedo poner depresivo, puedo perder la razón… Pero
el que tuvo capacidad para hacer Rumasa, y no fue fácil, mientras Dios
no disponga lo contrario tendrá entereza para soportar esta guerra, y
nueve cárceles, tres años de exilio, o hacer contra su propio gusto el
vestirse de supermán, o de sepulturero, o de piloto, o escaparse de
la Audiencia… Para todo esto hace falta mucha fortaleza. De modo
que no es tan fácil para un hombre de estas características volverse loco,
sobre todo si no pierde el horizonte fundamental de que, al final, hasta
una gran injusticia, si acontece, es porque Dios lo ha querido, lo ha
permitido. Yo soy muy providencialista, completamente. Pero Dios
también te da unas facultades para oponerte a la injusticia.Yo lucharé
hasta el final y moriré con las botas puestas, para clarificar Rumasa”.
-- La expropiación se hizo por razones de interés público y
para garantizar el empleo. ¿Se han conseguido esos objetivos?
Todos los españoles habríamos quedado más tranquilos si el
gobierno hubiera rendido las cuentas finales de la Operación
Rumasa. Pero misteriosa o significativamente, el Gobierno ha
mantenido un pesado silencio. Solchaga llegó a advertir, con
arrogancia, que mientras él mandase no consentiría ninguna
investigación sobre Rumasa. ¿Qué puede pensar el ciudadano corriente?
Porque no se trata de rendir cuentas a Ruiz Mateos, sino al país,
que habría perdido una cantidad gigantesca de dinero, de tener
razón el empresario, o bien se habría beneficiado de unas
medidas necesarias y acertadas, si el Gobierno pudiera demostrarlo.
¿Puede la oposición, puede el pueblo resignarse ante Solchaga y
los demás Solchagas, como si España hubiera pasado a ser una
finca particular de ellos?
--¿Y qué explicaciones pueden dar? La Rumasa expropiada, o sea, la
que se quedó el Estado, ha traído pérdidas por valor de dos billones,
con be, y medio de pesetas, y la mayoría de los puestos de trabajo ¿dónde
han ido? El caso de Galerías Preciados, ahora tan de actualidad, lo
resume todo: Galerías la expropian diciendo que no vale nada. A los
accionistas mayoritarios de Rumasa, había otros menores, no les
abonaron nada porque no valía nada. Y se regala Galerías a un
amigo venezolano de Felipe González. Pero, qué curioso, lo que
no valía nada se revende en unos meses por 30.000 millones de pesetas.
Por lo menos valdría esos 30.000 millones, digo yo. Y qué casualidad,
se hace el negocio en un yate donde está Boyer, donde está la Preisler,
donde están Felipe y Cisneros, que es un lugarteniente de Carlos
Andrés Pérez, un hombre de confianza, en definitiva un testaferro…
Se llevaron el dinero Felipe y los suyos. Es ridículo pensar que Felipe
González le va a dar 30.000 millones de pesetas a un señor por la cara.
Ridículo. En Venezuela todo el mundo cuenta que Felipe tiene allí muchos
bienes. Nosotros hicimos una denuncia que nos llegó no hace mucho tiempo
donde hablaba de unas cuentas de catorce mil y pico millones de pesetas que
tenía allí Felipe, en el Banco Central de Venezuela, y donde tenía una
serie de bienes hoteleros, inmobiliarios y todo eso. Naturalmente, lo
pasó el juzgado al Supremo recientemente, y el Supremo ha dicho que
lo archiva. Todo el mundo piensa, en Venezuela, que Felipe es muy
rico… Pero no lo ha puesto a su nombre. En cambio te puedo enseñar
muchas cosas de Sarasola, que es el hombre de paja suyo, que tiene
muchísimas sociedades, un laberinto terrorífico… Tenemos
muchísima información, y seguimos buscando.
--¿Estaba en quiebra Rumasa? Aunque eso no justifica la
expropiación, claro, no va el Gobierno a expropiar todas las
empresas en quiebra, pero es uno de los puntos en que se apoya
la supuesta necesidad de la expropiación.
--La simple lógica acaba con esa pretensión. Si estuviera en
quiebra, y resulta que pagaba puntualmente 65.000 salarios y tenía en
sus bancos, después de cumplir todos los coeficientes de garantía… Le
sobraban miles de millones; si atendía a los proveedores de las
setecientas empresas, ¿qué tendrían que haberme dado, si estaba
en quiebra? Por lo menos el premio Nobel de Economía… Un gigante
con pies de barro, ¿cómo puede sostenerse con pies de barro un
edificio de una dimensión como la torre Eiffel? Luego, otra cosa: si de
verdad me preocupara la marcha, la salud, el futuro de Rumasa y de
verdad estuviera en quiebra, y viene el Gobierno y te la quita, se queda
con los trabajadores y te sitúa en Londres, que caí yo en esa
trampa que me tendieron para que no me defendiera, te sitúa allí para
que no tengas preocupaciones, y te quitan todas las trampas y las
deudas, ¡qué bendición! ¡Qué más querría yo, si estuviera hasta
el cuello de deudas! Fíjese en otras grandes empresas entrampadas,
que piden: “¡exprópieme, por favor, que estoy en la ruina,
que no subsisto…!”
“Y hay que empezar por decir que no hubo tal expropiación,
porque jamás se me indemnizó ni hubo valoración de los bienes
expropiados. Fue un expolio puro y simple, con alevosía y por sorpresa.
Yo me entero aquí, en mi casa, en un coloquio, una tertulia con mis hijos,
cerca de las doce de la noche, y apareció la cara descompuesta de una
hija mía, la mayor, que su novio le había dicho que había
visto en televisión que Rumasa había sido expropiada…
De ser ciertas las palabras de Ruiz Mateos, dejan la penosa
sensación de una concepción gangsteril de la política por el
Gobierno. Inevitablemente viene a la cabeza el penúltimo escándalo,
el de las escuchas del CESID a ciudadanos y al mismo rey; y sobre
todo, la reacción oficial, con embustes evidentes y tratando de
perseguir, no a los muy presuntos delincuentes ¡sino a quienes
han denunciado los delitos!... ¿Y la justicia?
--Lo más importante del tema de Rumasa es cómo es posible, que
es la pregunta que se hacían en Estrasburgo, que a un ciudadano le
puedan despojar de sus bienes por la noche, con policías, metralletas,
a punta de pistola, y que doce años después no se haya aclarado
absolutamente nada. Hasta el criminal más canalla, más infame, el violador,
el asesino mayor del mundo, tiene derecho a un juicio. Pues ¿cómo
es posible que a un señor lo sentencien aquella noche, y después el juicio
nunca haya llegado? Contra eso no hay opinión que se sostenga en
España. Los que están a favor o los que están en contra, por ideología,
por política o personalmente, nadie puede negar que ha de haber un
juicio. Si soy malo, que me metan en la cárcel; si soy inocente, que se
reconozca, con todas las consecuencias.
Pero yo he vivido de cerca cómo funciona la justicia, conozco
muchas cosas, me puedo permitir el lujo de decir que la Audiencia
Nacional, como el Tribunal Supremo, como el Tribunal Constitucional,
están en manos de lacayos del Gobierno, y por eso sucedió lo que sucedió.
Pero curiosamente el Tribunal Internacional de Derechos Humanos el año
pasado se pronunció en contra, condenando al Estado español por falta
de equidad y por dilación en el procedimiento, exigía que se pusiese
otra vez el reloj comenzando de nuevo, cuenta cero. A los ocho meses
el Tribunal Constitucional se pronunció con respecto a esa decisión del
Tribunal Internacional, diciendo que prometían formalmente que
nunca cometerían un acto, una acción como la de Rumasa, pero nada dijo
de rectificar. Hemos recurrido de nuevo a Estrasburgo, donde yo tenía
confianza en que se obligase al Gobierno, pero tengo que pensar que todo
está politizado, incluso a nivel europeo. Vamos a
ver qué es lo que pasa, de todas maneras.
--Montesquieu ha muerto, anunció Guerra...Sin embargo los
jueces le han dado la razón en diversos juicios parciales
--Diecisiete veces han fallado que me devuelvan empresas.
--Pero no le han devuelto ninguna.
--No, porque luego viene el Tribunal Supremo y anula las sentencias.
Usted sabe que la justicia tiene mil vericuetos para actuar según convenga.
Hay una orden… Todo se concentra en la Audiencia Nacional, ¿y cuál
es ahí la orden? ¡De Rumasa, nada! Hay jueces que me dan la razón,
a pesar de que les digo mariconcillos, que no tienen huevecillos, que están
castradillos… de manera tragicómica, para que la gente lo repita.
Y entonces dicen: “Sí, pero no podemos hacer nada”. Si alguien mueve
una mano, dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Lo
destituyen, le perjudican su futuro, se cargan su carrera… Son funcionarios.
--Pero si alguno se atreviera a oponerse podría hacer su fortuna,
vamos, su gloria
--Ojalá, pero les falta valor porque se momento lo destituyen, de momento lo
entierran
--Sin embargo, ahí está la prensa. En realidad solo tres o cuatro
diarios han defendido la democracia contra las fechorías que
estamos viendo. Bueno, hasta Felipe González ha asegurado que
gracias a esos diarios se ha enterado de algo, aunque, desde luego,
no les ha expresado el menor agradecimiento, más bien al revés.
--Sí, han tenido un soporte. Pero los jueces es más comprometido,
más difícil. Un juez por sí solo no puede actuar, tienen que ser unos
cuantos… Te dan la razón, lo comprenden, pero en cuanto asomas la
cabeza, te dan de lado.
--Un hombre tan prestigioso como García Pelayo resolvió en el
Tribunal Constitucional a favor de la expropiación
--Fue su voto de calidad, sí. Felipe González, prácticamente de rodillas,
le pidió que por favor, que sería una hecatombe, la catástrofe para el régimen…
--¿Lo habría sido? Hay que remontarse a la época. González y
los suyos vivían en pleno estado de gracia, con diez millones de
votos, prestigio internacional, casi toda la prensa de su parte, una
oposición muy poco viva. Sus medios de presión eran inmensos. Si de
verdad la “Operación Rumasa” fue una tropelía, fue una tropelía
gigantesca, que concitaba automáticamente intereses tremendos.
Cuenta Fraga en sus memorias A la busca del tiempo servido: “Rafael
Termes, presidente de la Asociación de la Banca Privada, se permite
levantarme de la mesa y tenerme media hora al teléfono para que
“no apretemos demasiado en el debate” (sobre la expropiación). Fue
una de las conversaciones más desagradables de mi vida”. La vuelta
atrás, en aquellas circunstancias, habría originado una convulsión
política muy difícil de soportar para el sistema. Pero desde entonces
Rumasa se ha convertido en una grave infección, una enorme bolsa
de pus que daña a todas las instituciones y no acaba de reventar.
García Pelayo justificaría su decisión, no en los dictados de la justicia
sino, significativamente, en la “razón de Estado”. Pero ¿qué razón
en concreto?