Mucha de la historiografía sobre la república, la guerra y el franquismo se compone de falsedades tan toscas que no merecen otro nombre que el de meras trolas. Ya advertí, hace más de un año, sobre una vasta campaña de manipulación preparada en torno a la represión franquista de posguerra, equiparando ésta nada menos que al Holocausto nazi (para intentar, de paso, la prohibición oficial de investigaciones independientes al respecto, así de fino hilan estos inquisidores). Preston había anunciado para el otoño pasado la publicación de un libro suyo con ese título, precisamente, El holocausto español, y ya iban apareciendo por todas partes artículos y reportajes, generalmente con dinero público detrás –es decir, con dinero de todos– hablando de "genocidio". Parece que Preston se lo ha pensado mejor, a la vista de otros estudios y observaciones críticas. Ya bastante se ha desprestigiado en los últimos tiempos.
El año pasado salió un número de la revista Ayer, en gran parte dedicado a "los campos de concentración franquistas en el contexto europeo", con los habituales y pesados dislates sobre la política española en la guerra mundial o "El dolor como terapia. La médula común de los campos de concentración nazis y franquistas", cuyo simple enunciado basta para desacreditar el trabajo. Incluía, sin embargo, un estudio harto más serio, del estudioso polaco Jan S.Ciechanowski sobre los distintos tipos de campos de concentración, exterminio, etc. en Europa, con atención a la experiencia de los polacos huidos de Francia e internados en el campo de Miranda de Ebro. A partir de los datos y los testimonios, cae totalmente por tierra la pretensión de equiparar tales campos a los de exterminio nazis o soviéticos.
Poco después, en mayo del año pasado, el historiador británico Julius Ruiz publicó en Contemporary European History, un detenido análisis: "A Spanish Genocide? Reflections on the Francoist Repression after the Spanish Civil War". El estudio cae en algunos falsos tópicos sobre la represión de Badajoz y otras cuestiones colaterales, pero en su tema principal resulta impecable… No existió, ni en la intención ni en la práctica, nada parecido a un genocidio, no digamos a un "holocausto". Se trató, sin duda, de una represión brutal, llevada a cabo con mecánico burocratismo; pero la muerte no fue, ni con mucho, la sentencia predominante, como han pretendido hacer creer los historieteros al uso, y la represión remitió con bastante rapidez desde 1940. Las libertades condicionales se hicieron pronto masivas, y las numerosas penas de muerte conmutadas en cadena perpetua no pasarían de los seis años de cárcel en la práctica.
Un par de cosas definen por sí solas la campaña en que persisten, si bien con mucho menos ánimo que al principio, los políticos de la Alianza anti Constitución y sus propagandistas "historiadores": la igualación, como "víctimas" del franquismo, de los inocentes caídos en la mecánica represiva, con los numerosos culpables de crímenes horrendos; y el hecho, siempre omitido, de que los líderes del Frente Popular se pusieran a salvo, con inmensos tesoros expoliados, dejando tranquilamente en el cepo a millares de sus seguidores implicados en el terror contra las derechas.