Aunque es muy difícil definir la materia o el espíritu, generalmente consideramos las más altas elaboraciones de la cultura humana –el arte, la religión, la filosofía, la ciencia– como manifestaciones elevadas del espíritu humano: obedecen claramente a una finalidad que les da sentido: la búsqueda y expresión de la verdad, la belleza y el bien moral.
Pero curiosamente la ciencia, producto evidente del espíritu humano, se ha desarrollado con un esquema llamado de modo convencional materialista, según el cual el mundo y la vida carecen de cualquier sentido o finalidad, nacen del azar constreñido por cierta necesidad legal carente a su vez de otro significado que su mera existencia. Cabría preguntarse si la actividad científica, a su vez, es, como parte de la vida, una derivación de nuestra organización cerebral, producto del azar y falto también de finalidad. Y al resultado de esa actividad, la ciencia, le pasaría lo mismo.
El marxismo fue muy criticado por Monod, debido a su concepción finalista y por tanto, decía, acientífica. Realmente a los marxistas podría aplicárseles su propio esquema materialista: "ustedes dicen lo que dicen por ganarse unos dinerillos, ¿o son excepciones en su propio esquema?". También a los científicos: "ustedes se dedican a la ciencia porque les facilita la supervivencia personal (un dato finalista)".
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**** Crowley "En cosmología encontramos defensores de las teorías de no-contorno (S. Hawkins) que afirman un universo finito y en expansión pero sin origen en el tiempo; los que defienden los modelos inflacionarios con un universo finito y en expansión pero con origen temporal". Si el universo, incluido el tiempo y el espacio, empezó con la gran explosión, es necesariamente eterno e infinito, a menos que concibamos un tiempo y un espacio anteriores, posteriores y fuera del universo, que sirvieran de contraste. Es una ocurrencia sobre la marcha, que seguramente algún científico del blog podrá rebatir convincentemente.
**** Excelente artículo ayer, en ABC , de Valentí Puig, sobre el asesinato de Marta del Castillo.
Ana Pastor: "Los gallegos quieren una buena gestión, quieren cambio, y no el despilfarro de Touriño".
"La economía lo es todo", como afirmó el gran intelectual que dirige el PP. Los gallegos quieren muchas cosas, no solo buena gestión, pero el PP no se las dará (tampoco los otros). La hedionda floración separatista fue abonada por el PP de Fraga, y sobre la "buena gestión"... Un detalle: "Solbes, comisario europeo, advirtió de la burbuja inmobiliaria española, y Rato, ministro de economía, negó este hecho. El FMI, ya presidido por Rato, alertó del riesgo de la burbuja española, y Solbes, ya ministro, la negó" (Ignacio de la Torre).
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Hoy, en Época
A LA CAZA DE MONTESQUIEU
Desde que el gran pensador y estadista Alfonso Guerra, el de la termodinámica, decretó la liquidación de Montesquieu (de la democracia, en definitiva) la izquierda y los separatistas no han cesado de progresar en esa dirección. Y tampoco han encontrado mayor oposición en una derecha aspirante al mando, pues si algo incomoda al ejecutivo es un poder judicial independiente, que le dificulte extralimitarse.
Y ahora tenemos un ministro y a un juez estrella que se ocupan, dicen, de la justicia, yendo juntos de cacería mientras preparan una trampa para el PP en vísperas de elecciones. Se dice que la mujer del César no solo debe ser honesta, sino también parecerlo, pero en este caso nadie sospecha que los dos personajes mucho que ver con la justicia, y ellos, desde luego, ni se preocupan de guardar las apariencias, total para qué. Les basta negar la evidencia con esas sonrisillas tan reveladoras, sabedores de que aquí no pasa nada por eso. El gobierno aún ha estado mejor: "Un juez no puede vivir aislado de la realidad". Por supuesto. Este juez vive inmerso en la realidad hasta las cejas. ¡Y en qué realidad! Una realidad condensada en el dato de que la administración de justicia es la institución más desacreditada de España. Muchos jueces dicen ser los primeros en lamentarlo, y seguramente tienen verdadera preocupación al respecto, pues no es para menos; pero parte de ellos parecen limitar el problema a la simple falta de medios, una falta también real, pero muy insuficiente para explicar tal desprestigio.
Por referirnos solo al juez en cuestión, su historial causa inquietud. Por poner solo dos hechos a mi juicio indicativos, enormemente indicativos de lo que entiende por justicia, él fue quien investigó bastante a fondo el GAL, pero lo hizo solo después de colaborar electoralmente con el gobierno del GAL, precisamente, y de verse burlado por este en sus aspiraciones políticas. O, más recientemente, le hemos visto insultar al más elemental sentimiento de justicia con sus embrollos premeditados obre el "genocidio franquista", "los niños robados" y toda esa cantidad de basura propagandística destinada a levantar los viejos rencores, falsear la historia y engañar a la gente. Y cuya falsedad él conoce por fuerza, pues no puede, materialmente, ignorarla cualquiera que haya investigado tales asuntos con un mínimo de seriedad. Todo esto es lo más alejado que pueda concebirse de una justicia realmente democrática, o de una justicia a secas. Es pura tergiversación partidista de la justicia.
El PP, por su lado, está reaccionando de un modo curioso. Al margen de las intenciones y maniobras del juez y el ministro, las acusaciones de corrupción tienen base o no la tienen. Ciertamente existe una trama contra el PP, pero ¿existe además una trama del PP? Estoy convencido de que los casos de corrupción que afloran de vez en cuando son solo la punta del iceberg, una vez ha casi desaparecido el periodismo de investigación sobre ellos. Cualquiera que haya estudiado un poco la historia del siglo XX sabe que el partido de los cien años de honradez ha sido, precisamente, el mayor saco de corrupción de la época, y no sería de extrañar que, ante la impunidad (los casos conocidos apenas tienen ya repercusiones políticas) también se hubiera extendido al PP. No basta aquí los gestos de indignación.
Ante el ataque conjunto gubernamental-judicial, Rajoy se ha enfadado, ha movilizado al partido y ha roto relaciones con el juez. Como en la canción de los Beatles, aunque la cosa es bastante triste, uno tiene que reírse. Estas rupturas son una especialidad de Rajoy, que ya rompió con el gobierno y con PRISA para volverse luego atrás, cabizbajo. Y, cabe observar, no se ha crispado ante fechorías bastante peores para el país. Como tampoco lamenta ahora la caza a Montesquieu, sino solo al PP, que debe de parecerle más grave.