Creía yo que la polémica entre nacionalistas periféricos se había terminado por natural consunción, pero me comunica mi atenta corresponsal de Reus que no ha sido así, ni mucho menos. Lo que hicieron fue ponerse de acuerdo para no utilizar mi blog, por tacharlo de españolista, y la discusión ha seguido por medio de cartas que difunden entre ellos. A mi corresponsal, que prefiere razonablemente guardar el anonimato, le llegan. Y me indica, creo que con razón, que al haber debatido en “Presente y Pasado”, los nacionalistas, y haber interrumpido la discusión tan poco educadamente, habrán dejado en ascuas a muchos asiduos del blog, por saber cómo termina la apasionante polémica. Recordarán ustedes, además, que el profesor Bofarull i Bofarull se había despedido del blog lanzando recias amenazas contra Moh Ul-sih y contra mí mismo, si me ponía farruco.
Desgraciadamente no me es posible reproducir todas las comunicaciones que me hace llegar mi corresponsal, por falta de tiempo y de espacio, pero procuraré exponer aquí las que parezcan más significativas. Esta, por ejemplo, la dirige Jaume Ripollet i Bohigas, joven estudiante de historia de la Universidad Rovira i Virgili, a don Francesc Bofarull i Bofarull, de la universidad Pompeu Fabra y ex detective. La corresponsal me la ha traducido al castellano porque “aunque el catalán escrito lo entiende fácilmente un castellano hablante, debido a la gran afinidad de ambos idiomas (a pesar de los esfuerzos del loquillo Pompeu Fabra por embrollar todo lo que pudo) siempre hay algunas palabras sueltas que entorpecen la comprensión”. El texto dice así:
Querido y admirado profesor
No habiendo tenido la dicha de ser alumno suyo, no obstante me he sentido profundamente concernido por las ejemplares estocadas con que ha hecho usted prevalecer las razones y el talante carolingio que nos distingue sobre las expresiones, sin duda bien intencionadas, no digo que no, pero inevitablemente burdas, de los tales Carballeira O´Flanaghan, Aixa Modrejón Cogolludo y otros personajes por el estilo, que rezuman envidia malsana a Cataluña, aun si debemos apreciar su común y buen deseo de emanciparse de la repulsiva España. Yo, señor Bofarull i Bofarull, hago país, como usted, allí donde voy, y defiendo las esencias catalanas como nos recomendaba uno de los padres del nacionalismo catalán: “El nacionalismo catalán tiene por Dios a la Patria”. No más, pero tampoco menos, y lo digo declarándome ateo como lo es hoy día cualquier persona con dos dedos de frente.
Se lo digo porque en un viaje a Grecia que he hecho este verano he podido comprobar la profunda impronta de nuestro idioma y cultura en aquel alejado país del Mediterráneo, tal como el año pasado lo comprobé viajando por Suecia y Noruega. En dos palabras, señor Bofarull, nos conocen y nos admiran, tanto por nuestra cultura humanista y científica como por nuestra lucha heroica y ancestral por liberarnos del africano opresor españoleitor. Se lo comunico así, estimado señor Bofarull, porque es la verdad y porque entre nosotros, nacionalistas catalanes, no tenemos por qué disimular con falsas modestias lo que por otra parte es una evidencia.
Cómo olvidar la visita a Delfos, donde, con la habitual desfachatez o falta de tacto, nos incluyeron a varios catalanes con un grupo de españoles, como si fuéramos unos españoles más… Yo, se lo digo tal cual, no crucé una sola palabra con los españoleitors, y si me decían algo les contestaba en catalán bien cerrado, o me inventaba palabras para que no me entendieran, pues considero que hay que darles en las narices a nuestros opresores, mantener la lucha contra ellos en todos los niveles y en todas las ocasiones, sin darles un minuto de tregua. Pues, como le decía, el guía se empeñaba en hablarnos en castellano y yo, ya cabreado, me fui a él y le dije: “Oye, tío, que aquí algunos no somos españoles y queremos que nos hablen en catalán”. Se lo dije primero en inglés, pero al parecer no me entendía o no quería entenderme, así que no tuve más remedio que repetírselo en el jodido lenguaje de nuestros opresores. Bueno, pues no se lo podrá usted creer, pero el tío va y me dice: “¡Pues haberlo dicho antes, cojones! Aquí en Grecia queremos mucho a los catalanes desde que vinieron hace siglos los almogávares a liberarnos, y siempre nos hemos sentido fascinados por vuestras grandes hazañas intelectuales y de todo. ¡Con deciros que a Jacinto Verdaguer y a Rovira y Virgili se les estudia cada vez más en nuestra enseñanza secundaria…” Pues a partir de ese momento el guía, Yorgos, explicaba las cosas primero en catalán, para nosotros, y después en castellano, para los charnegos y toda aquella gente.
Por cierto, venían también algunos vascos, y les sugerí que protestaran como yo, y que le exigiesen al guía que les diera las explicaciones en euskera, tuve que explicárselo también en el puñetero idioma español porque tampoco entendían el inglés. Y van los muy cabrones descastados y se me ríen en las narices. Me di cuenta de que hay todavía mucho vasco absurdo y atrasado, desde luego están más atrasados que nosotros, lamentablemente: mucho tiro y mucha bomba, pero luego, nada. Entre ellos seguían hablando español como si tal cosa, solo soltaban de vez en cuando unas palabras en euskera, que a mí me sabían a gloria, aunque no las entendiera, pero por mucho que les decía que siguieran, volvían enseguida al castellano. Bastante atrasados, créame, y hasta sospecho que los muy cabrones se cachondeaban de mí, y a través de mí, de los catalanes. Claro que también debemos comprenderlos, pues no tienen una cultura humanista y científica de nuestro nivel.
Pues, como le iba diciendo, nunca podré olvidar la estancia en Delfos, con las preciosas explicaciones que nos dio Yorgos a los catalanes (no faltaban algunos botiflers, pero a esos, ni caso, ya puede usted imaginarse). Enseguida congeniamos, y nos enseñó cosas que normalmente no se explican a los turistas, como el olivo del cual se ahorcó Alejandro Magno después de una borrachera monumental, o la roca desde la que se tiró un filósofo cantamañanas llamado Aristóteles, porque le deprimía el paisaje de Delfos, o la higuera de la cual hizo Julio César su bastón de mando, con el que mató a palos no recuerdo bien si a Sócrates o a Homero, por un asunto de cuernos, parece ser. Y así otras muchas cosas sumamente instructivas, en que no me extiendo porque lógicamente usted las conocerá mucho mejor que yo.
Le hice observar a Yorgos que aquellas gentes tenían unas costumbres algo bárbaras, y que seguramente les habría hecho mucho bien un mayor contacto con nuestro talante carolingio, pero, claro, en aquellos tiempos no era como ahora, que en un par de horas o menos sales de Barcelona y te colocas en Atenas. Viajar era más difícil y más arriesgado, además eran más pobres, y pocos podían pagarse un billete de Delfos a Cataluña. A mí me extrañó lo de Aristóteles, porque no veía yo cómo el paisaje de Delfos podía deprimir a nadie en su sano juicio. Seguramente al tío se le había reblandecido algo la mollera, de tanto filosofar. Era un paisaje bastante imponente, lo admito, no tanto como el de Montserrat, pero que no estaba mal tampoco, así que le dije a Yorgos, y le hizo mucha gracia, que si Aristóteles llega a venir a Montserrat, ya es que no se tira de una roca, es que se muere de un infarto con solo verlo. Por cierto que aproveché para hablarle largo y tendido de Montserrat, y Yorgos prometió que el año próximo se acercaría por allí. Porque si nosotros vamos a Grecia a soltar nuestros euros, que vengan ellos a Cataluña a soltar los suyos, vamos, digo yo. Ya ve usted cómo no desperdicio ocasión de hacer país.
Y aquí corto, admirado profesor, porque me doy cuenta de que me alargo demasiado y no quiero aburrirle. Me gustaría que hiciera usted circular este pequeño testimonio de patriotismo y de apoyo en su noble campaña de clarificación que podríamos titular “¡todos juntos contra el imperialismo español, pero no revueltos!”. Necesitamos auténticos líderes intelectuales como usted” .