Terminado de escribir por fin el libro, que espero salga este otoño, Años de hierro. España, 1939-1945, puedo por fin dedicarme a leer otros. Empiezo por el de Pedro Schwartz, En busca de Montesquieu. La democracia en peligro, que, ya de entrada, no puede resultar más prometedor. Schwartz se plantea un trabajo muy ambicioso: “Para levantar el asedio al que los socialistas de todos los partidos han sometido al liberalismo, no basta, pues, con recordar las lecciones de la historia. También es necesario resolver tres viejos problemas de la filosofía liberal planteados por 1) La dialéctica individuo-comunidad; 2) la posible conexión entre libertad y riqueza; y 3) la tensión entre el respeto a la libertad individual y la eficacia de las decisiones colectivas. Son tres cuestiones éstas que han sido abordadas separadamente y con desigual fortuna por numerosos autores, pero que en este ensayo, sistematizando ideas mías y de mis maestros, pretendo resolver juntas y de una vez por todas”.
Digo que es un gran libro, sin haberlo leído todavía –ya hablaremos más de él, en lo que mis luces den de sí—porque en España hay gran número de personas que saben mucho, pero son incapaces de plantearse problemas y pensar por su cuenta. El que un autor español se enfrente a su tarea al modo de Schwartz ya por sí solo produce satisfacción.
Y por otra razón también: no es que no haya en España gente capaz de pensar por sí misma. De hecho abunda, pero no entre los que saben mucho, por expresarlo de este modo simple. De ahí la escasez de pensamiento sólido y la sobreabundancia de charlatanería o capricho intelectual. Pedro Schwartz, precisamente, sabe muy bien de qué habla, así que, ya de entrada, uno siente la excitación de quien, al leerlo, se mete en una aventura estimulante.
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Dice la señora Cospedal, del PP, que el gobierno comparte con el franquismo "el poco amor a la libertad". ¡Vaya, mujer! Y los líderes del PP que prosperaron bajo el franquismo, ¿sentían un amor apacionado por la libertad? Pues lo mismo que los sociatas que entonces hicieron su agosto y no oposición real.
La realidad histórica es que la democracia viene del franquismo, y que ponerse en plan antifranquista a estas alturas convierte la política en una farsa estúpida. Peor todavía, pone en peligro el sistema de libertades. Aparte de atontar a la gente, una cosa va con la otra. Pues casualmente no hay nadie más antifranquista que los terroristas, los corruptos, los separatistas y los enterradores de Montesquieu, siempre revueltos auque a veces peleados. Ahora parecen querer unírsele los pitonisos. Avanzamos.