Hace unos días publiqué en LD un artículo sobre ciertas realidades históricas básicas de Al Ándalus. Imagino que algunas personas lo habrán leído con aprobación. Pero para que surta efecto político real es preciso más que la aprobación de quienes ya de antemano se sentían predispuestos en la misma línea. Es preciso que llegue a mucha gente que de antemano está en contra, por hallarse muy influida por la propaganda islamófila o alandusófila, mejor alandófila, tan extendida sobre todo (pero no solo ni mucho menos) en Andalucía, de manos de los admiradores del botarate Blas Infante, es decir, de prácticamente todos los políticos. Quiero decir que quienes estén de acuerdo con el artículo debieran hacer un esfuerzo por difundirlo con amplitud dentro de su ámbito inmediato y mucho más allá, si les es posible. Esto es lo que han hecho las izquierdas y separatistas durante muchos años, y no es de extrañar que hayan creado un ambiente favorable a sus ideas, ambiente que no les ha caído del cielo, sino que procede de un largo esfuerzo. Un esfuerzo que otros, por lo visto, están muy poco dispuestos a hacer, pese a que es tanto más urgente cuanto que la mayor parte de los medios de masas ha caído en manos de la izquierda y los separatismos. ¿Por qué no crear alguna asociación o asociaciones en torno a este punto?
http://historia.libertaddigital.com/el-destino-de-al-andalus-1276237360.html
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(En Época):
UN PROBLEMA QUE NADIE QUIERE VER
No existe entre los países hispanohablantes ninguno capaz de suscitar respeto como potencia política o de cualquier otro género. Aun así, el idioma español está en expansión cuantitativa… pero en retroceso cualitativo. Quiero decir que, como medio de expresión cultural, el español va a menos de forma acelerada. Es muy poco el material de algún interés que se publica hoy en español, sea en cine, literatura, arte, pensamiento, ciencia, historia, economía, etc.; en fin, en lo que suele llamarse alta cultura. Y una parte de ese material emplea cada vez más el inglés en las propias instituciones de los países hispanohablantes. Así, en comunicaciones internas de los bancos, en tesis doctorales, en revistas especializadas (la misma Filología hispánica), en departamentos universitarios, en artículos… no digamos en ciencia, cuando las propias revistas e instituciones españolas tienen a relegar o a rechazar el material que les llega en español.
La tendencia no se da solo en esos ámbitos. El ambiente de la calle en las ciudades españolas está cada vez más lleno de anuncios y establecimientos con nombres, informaciones e indicaciones en inglés, no solo en los negocios privados, también en los anuncios municipales, particularmente en Madrid; y lo mismo ocurre en la televisión. Se dirá que en parte se debe al turismo, pero España es una gran potencia turística desde hace muchos años, y este fenómeno es muy reciente, de un decenio acá, y en rápida progresión. Hay mucho más: las vestimentas juveniles suelen exhibir frases en inglés, y desde la edad más temprana los niños llevan mochilas y prendas con nombres en ese idioma, creando una dependencia psicológica hacia la cultura anglosajona como superior. Los programas de radio y televisión ponen casi siempre música de fondo anglosajona, y en la música popular apenas suena otra cosa que canciones en aquel idioma, más las españolas de última hora, por lo general algo cutrillas y además imitaciones mediocres de las inglesas o las useñas. El lenguaje corriente tiende a un spanglish bárbaro, que estimula la fragmentación de la lengua española, porque el inglés influye de distinta forma y con distintas palabras en cada país hispanohablante.
Podríamos seguir un buen rato con las manifestaciones de una tendencia que va reduciendo la cultura española a un apéndice irrelevante de la anglosajona. Por un tiempo, ello provenía del continuo ataque de la izquierda a la historia de nuestro país: como observó Julián Marías, un defecto esencial del PSOE es su visión negativa de la cultura e historia españolas, visión derivada de los tópicos –no pensamiento—marxistas. Lo español quedaba automáticamente rebajado, allanando el camino a la beata anglomanía. Pero el PP de Rajoy ha ido más allá: el futuro, predica, es la economía y "la nena angloparlante". En Galicia donde el PP ayudó a crear, como en Valencia y Baleares, un problema lingüístico antes inexistente, trata ahora de poner al mismo nivel, de modo inconstitucional, al español común y al inglés en la enseñanza pública. Porque no se trata de la indudable utilidad y conveniencia para mucha gente de conocer el inglés, sino de equipararlo al español, en realidad de elevarlo sobre el español como expresión de una cultura presentada como superior. No debe extrañarnos este atentado, cuando hemos visto al actual PP emular el estatuto anticonstitucional de Cataluña, ofrecido por Rodríguez a la ETA. Me asombra la irritación de muchos ante las fechorías separatistas en materia de idioma y su absoluta inconsciencia o servilismo ante este fenómeno, cien veces más peligroso.
Superar esta situación exige tomar conciencia de ella y plantear una política cultural común a todos los países hispanohablantes, a pesar de que hoy ni estos países gozan de prestigio en España ni España en ellos. Pero es cuestión de supervivencia.
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****Recuerdo y homenaje en Madrid a Gregorio Ordóñez, a las 7,30 de la tarde en los jardines de su nombre (c/ Maldonado con príncipe de Vergara), mañana, martes. Es de suponer que no gustará a los liderillos del PP actual, pues Ordóñez representaba todo lo contrario de ellos.