España vive una triple crisis: económica, política y moral.
La económica se resume en la caída de confianza en un sistema financiero que ha especulado mucho más allá de lo razonable. La política, en la involución democrática basada en la colaboración con el terrorismo para arruinar el sistema legal creado en la transición. La moral, en la escalada de los tres disvalores fomentados desde el poder y desde otros muchos ámbitos: trola, choriceo y puterío, dicho en términos vulgares, pero descriptivos.
De estas tres crisis, la principal es la tercera, pues ha sido ella la que ha destruido la oposición, uniéndola a la marea de basura impulsada por el colectivo Zapo, y ha impedido que la sociedad reaccione a la involución política, vendiendo sus derechos de primogenitura (de ciudadanía) por un plato de lentejas (o la propiedad de un piso en permanente –y aparente– revalorización). Es posible que la merma en las lentejas provoque una reacción en los tres campos de la crisis, y es posible que no. En este último caso, lo peor está por llegar.
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**** Reparemos en Companys
"PETICIÓN AL MINISTERIO DE JUSTICIA
La Generalidad y una nieta de Companys piden la reparación de la figura del ex dirigente".
Pues sí, hombre, reparemos en Companys, un héroe a la altura de la generalidad catalufa, que no catalana; o a la inversa, una generalidad a la altura de su héroe. Aparte de lo que yo mismo he expuesto sobre el personaje, ver este artículo de García Domínguez:
http://www.libertaddigital.com/ilustracion_liberal/articulo.php/564
**** Es bien sabido que la historia del mundo es una historia criminal y que todo el mundo ha sido genocida...exceptuando a unos pocos majaderos, claro está.
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Il ragazzo della via Gluck
En la conversación con el agente inmobiliario que puse ayer había un fondo de malestar, por mi parte, por la construcción doquier de urbanizaciones innecesarias que destrozan el campo, urbanizaciones en las que muchas veces no vivía casi nadie. Recuerdo una en Marbella, de casas magníficamente construidas, carísimas, con piscina cubierta, vigilancia a la entrada, solo ocupada –a medias– algún mes del verano. O el destrozo del paisaje gallego (estuve hace algún tiempo por Escocia: allí sí respetan y cuidan su magnífico paisaje, al revés que en mi desdichada tierra)...
Recordar aquella conversación me trajo a la mente la canción de Adriano Celentano Il ragazzo della via Gluck, que estuvo de moda en España a principios de los años 70; yo la relaciono con la mili, pero quizá fue anterior. Es la historia de uno di noi, criado en una calle suburbana, con mucha hierba, gente tranquilla che lavoraba, y un día anunció llorando que se iba a la ciudad. "Amigo, ¿no estás contento? /Allí encontrarás las cosas que aquí no tienes/ podrás lavarte en casa sin tener que ir más al corral". El que se va replica: "en esta calle dejo mi corazón/ ¡No entiendes que quienes quedáis tenéis la suerte de jugar en los prados con los pies desnudos/ mientras yo en el centro respiro el cemento!". El ragazzo aspira a volver, y lo hace ocho años más tarde. Podría comprar su vieja casa, pero ya no la encuentra, ni a sus viejos amigos, solo unos pisos sobre otros, alquitrán y cemento...
Una excelente versión francesa es la de Françoise Hardy, La maison où j´ai grandi, muy distinta, totalmente femenina si la comparamos con la de Celentano, aunque la letra sea de un y no una letrista, Eddy Marnay. Es curioso cómo tantas letras femeninas han sido compuestas por hombres. En primera persona, la cantante recuerda la casa donde creció, nada de "lavarse" en el corral ni de jugar descalza en la hierba, ella rememora les roses dans un jardin; todos sus amigos "sabían reír y compartir sus juegos". Pero "todo debe terminar", y se va a la ciudad, sus amigos la envidian: "descubrir el mundo es mejor que quedarse", ir a "una ciudad, que duerme en medio de luz"; pero ella va triste y piensa volver parmi vos rires. Pasa el tiempo y retorna "buscando en vano la casa que amaba/ ¿Dónde están las piedras, dónde están las rosas...?/ De ellas y de los amigos no queda rastro/ Otras gentes, otras casas han robado su puesto.../ pero donde estaban los árboles está ahora la ciudad/ y la maison, les fleurs que j´aimais tant, n´existent plus./ Où est la maison où j´ai grandi?
En Celentano la melancolía incluye un rasgo un poco bronco, ecologista y reivindicativo, una protesta, que desaparece en Françoise Hardy, dejando solo la nostalgia y la melancolía. Los años pasan, la felicidad de la infancia, quizá situada más en la memoria que en la realidad, se ha esfumado, y los intentos de recobrarla fracasan. La niñez ha dado paso a una vida más áspera, simbolizada en los pisos, el asfalto, el cemento...
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Algunos creen que personajes como mescaler, gaditano, alruga y otros deberían ser excluidos del blog. Yo creo, por el contrario, que son la alegría del mismo, y no solo por sus pintoresquismos. Sus insolencias y embustes irritan a muchos, pero sus argumentos son a veces interesantes por dos cosas: porque supone un reto rebatirlos y porque componen una ideología difusa, pero extendidísima en estos años, a partir de órganos como El País e Interviú, sus más destacados exponentes en la transición, uno en plan "fino" y el otro en plan cutre; y han seguido ampliándose por todos los cuadrantes. Lo que ellos piensan o es lo que predomina en los medios, y nada sería más equivocado que encerrarse en un pequeño o gran grupo en el que todos estuvieran básicamente de acuerdo. Cuando todos están de acuerdo la discusión se hace muy difícil, así que por mi parte no hay problema en que sigan ahí. Contender con ellos puede elevar, y bastantes veces eleva, el nivel del debate, aunque otras veces lo rebaja, pero fijémonos más bien en la parte buena y procuremos que prevalezca.
También se echa de menos un debate sobre el apasionante tema de qué hacer en las presentes condiciones.
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"Bolívar, por ejemplo, decretó la "guerra a muerte" para "destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles (...) Ni uno solo debe quedar vivo". Trataba de abrir un foso entre éstos y los hispanoamericanos, muy renuentes a seguirle en su lucha independentista. El decreto consiguió su objetivo (aunque de forma parcial: a menudo los bolivarianos obtenían sus "voluntarios" por la pura coerción, encarcelando y llevando atados a los jóvenes. De ahí que emplearan también a mercenarios ingleses, norteamericanos y otros). Panegiristas de Bolívar siguen tomando esa guerra de exterminio por "su mayor timbre de gloria". Pero el coste fue terrible: las matanzas de prisioneros y civiles nacidos en España se multiplicaron, y, con las represalias españolas, dieron a la lucha un carácter terrorista que marcaría la política de aquellos países mucho después de la independencia. Explicaba el libertador a un corresponsal inglés: "El objeto de España es aniquilar al Nuevo Mundo y hacer desaparecer a sus habitantes, para que no quede ningún vestigio de civilización (...) y Europa solo encuentre aquí un desierto. (...) Perversas miras de una nación inhumana y decrépita". El propio Bolívar, cada vez más adusto y sombrío, escribirá: "No confío en el sentido moral de mis compatriotas", y confesará a Santander: "Amigo, no es sangre lo que fluye por nuestras venas, sino vicio mezclado con miedo y horror"; aunque la desmoralización se debía mucho a los modos de la guerra por él desatada (Santander había ordenado, entre otras, una matanza de 36 oficiales españoles prisioneros, previamente perdonados por Bolívar. "Me complace particularmente matar a todos los godos", dijo otra vez. Un presente que le recordó el indulto, fue también fusilado sobre el terreno).
Aunque españoles de origen, los independentistas se proclamaron extraños herederos de la América precolonial, cuya tradición decían defender contra España. Los indios, desde luego, apenas se llamaron a engaño y en aquellas guerras permanecieron pasivos o respaldaron a Madrid, siendo por ello masacrados en varias ocasiones. Ya independientes, los indios mejicanos fueron despojados de su tierras, poseídas colectivamente, y peor pasó en Argentina. Sarmiento, educador de este país según opinión extendida, hablaba con sinceridad cuando trataba a los mapuches de "indios asquerosos, a quienes habríamos hecho colgar y mandaríamos colgar ahora" (no era menos claro con los gauchos: "No trate de economizar sangre de gauchos –recomendaba al general Mitre–. Este es un abono que es preciso hacer útil al país"). Al igual que en USA, los indios argentinos fueron acosados y exterminados.
Bolívar pensó en un protectorado británico sobre los nuevos países –rehusado por Londres–, y auguró que le sucedería "un tropel de tiranos" y nuevas guerras civiles. Al otro extremo de Suramérica, Sarmiento comentaba treinta años después de la independencia: "Vése tanta inconsciencia en las instituciones de los nuevos Estados, tanto desorden, tan poca seguridad individual, tan limitado en unos y tan nulo en otros el progreso intelectual, material o moral de los pueblos, que los europeos (...) miran a la raza española condenada a consumirse en guerras intestinas, a mancharse con todo género de delitos y a ofrecer un país despoblado y exhausto como fácil presa a una nueva colonización europea". El precursor de los libertadores, Francisco de Miranda, al ser entregado por Bolívar a los españoles, a cambio de un pasaporte, había hecho su célebre frase: "Bochinche, bochinche. Esta gente no es capaz sino de bochinche". Miranda, hombre muy notable y culto, oficial del ejército español y del revolucionario francés, viajero por Estados Unidos, Francia, Rusia, etc., había sido también agente pagado por Londres (con 1.000 libras anuales) para socavar el imperio español. El liberalismo conservador tenía más afinidad con la tradición inglesa que el jacobino, pero éste convenía a los intereses del imperio británico".
(En Los orígenes de la guerra civil)