Rajoy ha dado un golpe de partido y, luchador ventajista, reta ahora a sus oponentes a que presenten una alternativa, sabiendo, como ha dicho Vidal Quadras, que "reunir 600 avales a estas alturas es físicamente imposible".
Pero Rajoy tiene su parte de razón. Lo cierto es que sus contrarios no han sido capaces de verle venir ni, por tanto, de reaccionar a tiempo, cuando tan claros estaban los síntomas de la deriva del Futurista. Y elaborar una alternativa creíble no puede supeditarse al proceso burocrático de reunir avales: los opuestos a la banda de los cuatro tampoco han sabido presentar, hasta ahora, una alternativa sencilla y bien razonada que pueda convencer a la gente. De poco sirve dar la vara con lo del "debate político profundo" cuando es preciso tomar decisiones claras y rápidas, y cuando la cuestión de fondo es tan simple: integrarse en el golpe de régimen zapotesco, u oponerse a él; y si se trata de oponerse debe articularse una crítica y unos puntos precisos. Al no obrar así, los adversarios del Futurista tendrán que limitarse al pataleo y quizá, posteriormente, a integrarse en su política o dedicarse a las intrigas dentro del partido.
A esa oposición le ocurre lo que al hombre de la Nena angloparlante con Zapo: falto de ideas el primero, termina por someterse a las de su rival. Dentro del PP, Rajoy es Zapo y sus oponentes Rajoy
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"No fue, pues, en los frentes europeos y mediterráneos donde se suscitó con verdadera crudeza –salvo para algunos intelectuales– la cuestión de la justicia de la guerra, sino en relación con otro teatro bélico: la conquista de América. Aquí saltaba a la vista que los indios no eran los ofensores y que habían quedado expuestos a los abusos y crueldades de algunos conquistadores. La protesta por las tropelías de los ocupantes no se hizo esperar y convenció a las autoridades en España, las cuales se apresuraron a dictar, en defensa de sus nuevos e inesperados súbditos de Indias, medidas que solo pueden suscitar elogios, aunque su aplicación fuera penosa y parcial. Tomaron incluso el acuerdo, poco liberal, de prohibir la difusión de los escritos que justificaban a los conquistadores.
El problema de la guerra injusta torturó a muchos intelectuales y políticos españoles y nunca dejó lo bastante clarificado el caso de América. Pero dio lugar a un pensamiento de primera magnitud en el plano jurídico y de la dignidad humana, así como a una gigantesca empresa de evangelización, demostrativa de que, para la mentalidad hispana de la época, los indios eran más que simples factores económicos. Tales actitudes son también contrarias a la rodomontada, y prestan su mejor matiz a las gestas de la época.
(...)
Estas consideraciones vienen a cuento porque, caso muy raro en la literatura ultrapirenaica de aquel siglo, Brantôme expresa sincera admiración por las proezas hispanas, sin menoscabo de su evidente patriotismo francés. Destaquemos lo de "sincero" porque el sentimiento de Brantôme era seguramente muy compartido, aunque lo enturbiaran el odio, la envidia o la rivalidad, que se expresaban con mucha más fuerza, como suele suceder.
Pues en el siglo XVI es cuando nace la propaganda política moderna y nace, en buena medida, como propaganda antiespañola. La masiva difusión de acusaciones compensaba algo los reveses sufridos a manos de los españoles; y estos apenas recurrieron a la propaganda porque sus éxitos en la acción se lo hacían creer innecesario. Craso error, porque la propaganda se reveló ya entonces un arma formidable".
(Del prólogo a Bravuconadas de los españoles)