He mandado este artículo a Opinión de LD, pero no ha salido porque tenían otro anterior mío. Como me interesa que la respuesta sea rápida, la coloco en el blog. Espero que no pase demasiado rápidamente a "segunda fila":
SEGUNDA RESPUESTA A CÉSAR VIDAL
Como decía, la primera entrega de la crítica de César Vidal a mi supuesto antiliberalismo resultó algo decepcionante, en parte porque no refutaba nada, en parte por un tono pontificador poco liberal y menos aún protestante. Y su nueva acotación, me temo, no mejora mucho la anterior.
Dos observaciones previas: una, sobre la dificultad de debatir enfoques que abren cuestiones nuevas por encima de los lugares comunes que en España suelen pasar por "pensamiento", así en la izquierda como en la derecha. Por ejemplo, vengo denunciando el desplazamiento del español y de la cultura española por el inglés y la cultura –o sus peores productos—anglosajona. La interpretación más habitual afirma que yo pretendo que nadie aprenda inglés, y es difícil sacar de esa idea a mucha gente. La cuestión es muy distinta, pero hay que repetir mucho para que empiece a entenderse.
La segunda observación, sobre el carácter del liberalismo. Este no es un conjunto doctrinal cerrado y acabado a partir del cual se pueda expulsar como hereje al discrepante. Las polémicas dentro de las doctrinas cerradas terminan con la expulsión del disidente a las tinieblas exteriores, pero dentro del liberalismo hay y habrá siempre debates, a veces muy agrios, sin otra consecuencia que una mejor clarificación de los asuntos o, al menos, de las posiciones de cada cual. Stuart Mill suele considerarse un referente liberal, pero Hayek lo ataca sin contemplaciones. Lo mismo puede decirse de Isaiah Berlin y Hannah Arendt, ambos pensadores liberales, lo que no impedía al primero despreciar olímpicamente el pensamiento de la segunda –que a mí, con menos conocimiento y centrado en su análisis del totalitarismo, también me parece algo endeble, como indico en El derrumbe de la República--. El reputado liberal y consejero de Reagan, Milton Friedman, visitó a Pinochet y le sirvió de orientador económico. Fue muy criticado en ambientes liberales y él se justificó diciendo que la liberalización económica provocaría la democratización política (se equivocó en ello, pues Pinochet se retiró voluntariamente después de perder un plebiscito convocado por él mismo). Estos casos entre tantos permiten ver que el espíritu liberal admite las polémicas más duras siempre que se respete el derecho de cada individuo a pensar por su cuenta y la discusión se atenga al asunto.
A César Vidal, hablando de la homosexualidad, le ocurre algo parecido a lo del inglés y el desplazamiento del español. No acaba de entender que yo no hablo de la homosexualidad, un asunto privado (y, por tanto, la pretensión que me achaca de convertirla en "estigma social" yerra por completo). De lo que hablo es de una cuestión política, pública: la ideología homosexualista, que pretende educar y conformar a la sociedad según concepciones a mi juicio absurdas y peligrosas, y hacerlo de modo totalitario (¿podía ser de otro modo?) coartando y persiguiendo la libertad de conciencia y cualquier pensamiento disidente. Por otra parte, César Vidal no plantea el problema en el terreno político sino en el religioso, hablando de pecado (y ojo, que a tales pecadores puede caerles la condenación eterna, un castigo más grave que los que estaban en vigor hasta hace poco no solo en España, también en Inglaterra o Usa). En sus artículos no aceptaba como "hipótesis de trabajo", sino como hecho cierto, que los homosexuales eran pecadores. De ahí, también, que hable de compasión. Pero en el debate político no entran o no deben entrar, sentimientos como la compasión, la ternura, el odio, etc., sino el afán de clarificar los conceptos y tesis. Imaginemos a Hayek acusando a Keynes de no ser compasivo… Quien quiera informarse puede repasar la polémica en Libertad Digital en julio del año pasado.
Y si César Vidal tiende a confundir la religión con el liberalismo, también tiende a confundir el liberalismo con Inglaterra o Usa, revelando cierta anglomanía que le lleva a motejarme de anglófobo y a acusarme de "detestar a Inglaterra" por no compartir esa actitud de excusar cualquier crimen si lo cometen ingleses. Como bien dice, sobre la Gran Hambruna existen diversas versiones, cosa lógica: las hay en todo, y los "consensos académicos" nunca han valido gran cosa frente al descubrimiento de los hechos y su análisis crítico. Naturalmente, César Vidal tiene tanto derecho a discrepar de mí como yo de él en estos temas, pero yo he expuesto mis puntos de vista con cierta extensión y argumentación, mientras que él quiere replicarme con una referencia, de nuevo algo pontificante, a "las fuentes". Y esa no me parece manera liberal de discutir. De nuevo, quien quiera enterarse de la necesidad de moderar –no necesariamente anular-- la "leyenda heroica" inglesa, puede leer en mi blog desde el 1 de junio de este mes, y sobre la Gran Hambruna una serie discontinua de comentarios, en octubre y diciembre del año pasado, en febrero de este año, y otros.
Lo mismo cabe decir sobre Felipe II, la represión anglicana y protestante, el franquismo, el Plan Marshall y cualquier otro tema. Por supuesto, César Vidal tiene todo el derecho a sostener posturas distintas de la mía, y si quiere entrar en debate, por mí encantado. Nadie tiene la verdad absoluta, y sería muy interesante que un diario liberal como LD sirviese de foro. Lo que no puede hacerse es descalificar una tesis simplemente declarándola "no liberal" y a base de dos o tres alusiones. Espero que su próximo artículo sea más detallado.
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En Época:
¿NOS CONVIENE LA UNIÓN EUROPEA?
Asistí hace unos días a una interesante conferencia de José Manuel Otero Novas entorno a este asunto, dentro de un ciclo patrocinado por "Nódulo materialista", de Gustavo Bueno, dedicado al español como lengua de pensamiento. La beatería "europeísta" hispana es tremenda y desafía cualquier posible cuestionamiento, aferrada al terreno inexpugnable de la frase hecha y el lugar común: la UE es buena necesariamente porque nos permite "estar en Europa" y Europa, palabra mágica, solo puede traer bondades a España.
La realidad, expuso Otero Novas, es harto más compleja. Históricamente, de Europa nos han venido bienes, pero también males en proporción difícil de comparar: ciertos fanatismos medievales, la Inquisición, la invasión napoleónica, los totalitarismos fascistas y marxistas, nuevas amenazas de invasión en la II Guerra Mundial o, últimamente, una crisis económica (agravada, eso sí, por un gobierno canallesco). También en parte, digo yo, la ETA, amparada largo tiempo por Francia. El conferenciante abordó cuestiones económicas y la dependencia entrañada por el pase de muchas empresas españolas a poder de capital extranjero, trasladándose fuera la sede de las decisiones. Por cierto que estar fuera de la UE no significa aislarse, ni económicamente ni en ningún sentido, véase a Suiza o Noruega. Otero destacó cómo siempre nuestra principal relación comercial ha sido con Europa, pero con superávit a nuestro favor antes de entrar en la CEE, y déficit progresivo y enorme endeudamiento desde entonces (cabe añadir que hasta 1975, España, fuera de la CEE, creía mucho más rápidamente que esta, y que dicha entrada no ha aumentado la tasa de crecimiento, sino que la ha reducido). Y hemos sufrido una grave pérdida de independencia a favor de las potencias que realmente deciden, Alemania y Francia en primer lugar (Inglaterra, desconfiada, mantiene una posición especial).
Observé en el turno de preguntas que el mero hecho de ser España el único país europeo que soporta una colonia nos reduce de entrada a socios-lacayos, y mencioné el acelerado desplazamiento del español a favor del inglés dentro de la propia España. La inconsciencia al respecto es vergonzosa. El español sufre un doble ataque bajo la consigna del "idioma propio". El español no sería "idioma propio" en Cataluña, Vascongadas o Galicia, y el inglés sería el "idioma propio" de la ciencia, los negocios, la publicidad, la canción, etc., aparte de infiltrarse como la lengua de prestigio en todos los ámbitos de nuestro país. Este segundo ataque, más solapado, es también mucho más peligroso y coincide con la progresiva disolución de la cultura española en un magma de predominio anglosajón: hoy vivimos en un páramo cultural con tendencia a reducir el español, plagado de anglicismos, a la lengua de los culebrones, la telebasura, una literatura de bajo nivel, la chocarrería y mal hablar corrientes. Tendencia esterilizante acelerada desde que "entramos en Europa", como dicen los brutos.
Todo ello no significa que no nos convenga estar en la UE. Tal vez sí, tal vez no, tal vez debamos modificar nuestra posición en ella. Solo podremos saberlo racionalmente, como dijo Otero Novas, mediante estudios concretos de costes y beneficios en lo político y lo económico. El problema es que esos estudios nunca se han hecho, y nuestra mediocrísima clase política parece resuelta a no hacerlos (como ocurre, dicho sea incidentalmente, con el estado de las autonomías. Debiera estar claro desde hace tiempo un balance de la experiencia, a fin de adoptar una política coherente antes de que las circunstancias nos arrollen). Un país solo puede progresar apoyándose en su propia experiencia, examinándola. En el actual páramo cultural (también político y económico), esto parece imposible. Ahora bien, ponerse a la tarea sería un modo de superar la decadencia y esterilidad intelectual que sufre España.