Comentario en el blog, hace cerca de un año y medio:
16 de Octubre de 2006 - 14:47:48 - Pio MoaEl capital político acumulado por Aznar –excluyendo su pésima explicación de la guerra de Iraq y su nefasta política de medios–, más el descrédito del PSOE, debieran haber dado a Rajoy una gran mayoría absoluta en 2004. Pero él prescindió de aquel capital y de la crítica a fondo a las majaderías de Zapo. Se dedicó a hacer promesas como si saliera de la oposición sin un pasado reciente que las respaldara; y permitió al PSOE presentar mil ofertas como si no las invalidase su pasado también muy reciente y nunca corregido. Zapo estuvo a la ofensiva y Rajoy a la defensiva. Solo las rentas de la gestión de Aznar, a las que él no añadía nada, daban a Rajoy una victoria mínima y probablemente insuficiente para gobernar. Y al final todo lo decidió una jugada oscura y sangrienta.
Desde entonces no es que le hayan faltado a Rajoy buenas ocasiones. Por ejemplo, la nefasta Constitución europea fabricada por el corrupto etarrófilo Giscard d'Estaing. Por supuesto, Rajoy la criticó severamente… para apoyarla al fin. En lugar de una gran victoria política compartió el fracaso de Zapo, y en la ridícula posición de peón de este.
Vino la mayor traición perpetrada por Zapo hasta ahora, el mayor precio político pagado a la ETA y el separatismo: el estatuto de Cataluña. Rajoy demostró la ilegalidad del engendro, pero aceptó discutirlo en las Cortes y a continuación lo imitó en Valencia y Baleares… de momento. ¡Y poco después se ofreció al gobierno para ayudarle a evitar un "precio político" en los chanchullos con la ETA!
Acabamos de ver la misma táctica con respecto al envío de tropas al Líbano: tras una crítica feroz... Rajoy apoya a Zapo. En torno a la investigación del 11-M, la misma llamémosle táctica: "No pero sí, o sí pero no".
En algún momento, ya no recuerdo por qué, Rajoy rompió estrepitosamente la relación con el gobierno... y tres días después le estaba mendigando una reunión y quejándose de enterarse por la prensa de las decisiones gubernamentales. Difícil un mayor esperpento. Y encima soportando el regodeo de Zapo y su aparato mediático: "PP, extrema derecha". En fin, para qué seguir. ¿Qué confianza puede dar esta conducta al electorado?
Y sin embargo Rajoy no es un Piqué o un Gallardón, dispuestos a traicionar cualquier principio y a colaborar con la Infame Alianza. Él ve la realidad, parece sentir la democracia y la unidad de España, seguramente supera a Zapo en inteligencia. Pero no es capaz de diseñar una estrategia acorde con los hechos y con sus sentimientos, y ahí reside la diferencia. Zapo obra con una estrategia, la haya elaborado él u otros, y Rajoy no. Su mensaje, contradictorio y desalentador hasta el patetismo, cabe resumirlo así: "El gobierno realiza una política horrorosa, anticonstitucional y antiespañola, pero nosotros estamos dispuestos a colaborar con él, para evitar males mayores".
¿Qué males mayores? Obviamente, la pérdida de poltronas, obsesión de los Arriolas y tantos otros. Penúltimas encuestas: el PSOE aventaja en varios puntos al PP. ¡Y eso viviendo todavía el PP de las rentas de Aznar, porque nada nuevo o mejor se le ha ocurrido desde entonces! Parodiando a Churchill, cabría advertirles: "Aceptáis el deshonor por conservar las poltronas, y perderéis las poltronas con deshonor". ¿Sabrá Rajoy aprender de la experiencia?
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La batalla de la propaganda (III)
"Hoy está más claro que hace cinco años que la demolición del legado de Aznar (empezando por el PP) y la liquidación de España y sus libertades ciudadanas no podrían haberse acometido sin la colaboración de una aplastante mayoría de los medios de comunicación, especialmente audiovisuales, con el PRISOE y los nacionalistas. Hoy, ese bloque de poder político, mediático y económico, anticonstitucional a fuer de antinacional, tiene a su servicio cinco y media de las seis grandes cadenas de televisión; prácticamente todas las productoras de televisión privadas; el EGM y las centrales de medios que canalizan la publicidad; la gran mayoría de las emisoras de radio, con la milagrosa excepción de la COPE y algunos programas de Onda Cero; y una parte sustancial de los grandes periódicos de papel, empezando por El País, siguiendo por su cómplice ABC en Madrid y Sevilla, y terminando por La Vanguardia y El Periódico en Barcelona. Además, por supuesto, los medios audiovisuales de titularidad pública (nacionales, autonómico y locales) que el PSOE tiene en su poder, que son la mayoría, y de toda su publicidad institucional, que es combustible para quemar un imperio".
(F. Jiménez Losantos, De la noche a la mañana, p. 189)
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(Hace un año)
TOMAR LA INICIATIVA
Y ahí siguen los promotores de la Infame Alianza retomando la iniciativa una y otra vez. Ahora, encabezados por la tiorra afusilaora, un grupo de la estéril intelectualidad lisénkica próxima al PSOE ha publicado en el Círculo de Bellas Artes –subvencionado por la derecha y dominado por una izquierda que se siente hija de aquel Frente Popular que convirtió el Círculo en checa– un manifiesto bajo el título: "Por la convivencia, frente a la crispación". Como siempre, la más brutal distorsión del lenguaje. Su sentido real es: "Por la connivencia (con el terrorismo), frente a la Constitución". Pero, guste o no, el mensaje cala, satisface a la gente embrollada por la demagogia progre, atemoriza al PP y refuerza en él al sector partidario de colaborador con los liquidadores de la Constitución.
Si el PP no ha perdido por completo el espíritu, podría movilizar a su vez a algunos intelectuales serios con otro manifiesto: "Por la Constitución, contra la connivencia con el terrorismo". Me permito ofrecerles el texto siguiente, como posible inspiración:
El respeto a la Constitución y su defensa cuando es vulnerada son la clave del sistema que nos permite convivir civilizada y pacíficamente. Marcan también la diferencia entre los pueblos libres y los que no lo son.
En 1978, España se dotó de la Constitución más democrática y consensuada de su historia, basada en tres valores clave: la unidad de la nación, las libertades y la reconciliación final y oficial entre los vencedores y los vencidos de la guerra civil, ya lograda en la sociedad muchos años antes. Ninguna otra ley obtendría hoy tal consenso y, por ello, tanto valor para nuestra convivencia. Como toda obra humana, tiene defectos, y puede y debe ser reformada. Pero sus virtudes han traído al pueblo español una larga época de paz, libertad y prosperidad, que sería una locura poner en riesgo.
Algunos partidos y políticos rechazaron la Constitución, abierta o solapadamente. Sus métodos los definen: el asesinato, en sus formas más cobardes, de cientos de personas, o la connivencia política con los asesinos; el ataque a los derechos ciudadanos, sobre todo en Vascongadas y Cataluña; el recurso a los antiguos odios mediante una propaganda de revancha, casi siempre falsaria, sobre la guerra civil; la terca corrosión de la unidad de España cultivando el agravio y el narcisismo regional, vieja técnica totalitaria.
Esos partidos estuvieron siempre muy lejos de sus objetivos. Pero hoy el Gobierno, en alianza de hecho o de derecho con ellos, procura con actos consumados y fraudulentos la quiebra de la Constitución, sacrificándola a una "paz" con los asesinos tan imaginaria como la "guerra" que vendría a detener. Mientras, nuevos fenómenos como el terrorismo islámico aumentan la incertidumbre.
Tal alianza ha transformado en su contrario el Acuerdo contra el Terrorismo y por las Libertades y pretende reducir España a un inviable conglomerado de naciones inventadas, sin apenas lazos políticos o sentimentales entre ellas, mutuamente resentidas, irrisorias en el plano internacional y peones de los intereses de otras potencias. El plan se combina con una alianza internacional de dictaduras, llamadas pomposamente "civilizaciones", entre ellas algunas muy agresivas hacia España. Esta involución antidemocrática divide cada día más profundamente a la sociedad española, abocándola a una crisis de imprevisibles consecuencias.
Frente a la involución, nosotros, españoles dispuestos a defender nuestra libertad, alzamos la bandera de una España unida y democrática, garantía de la única paz y estabilidad admisibles. Y llamamos a los ciudadanos y a sus asociaciones a impulsar un movimiento por la Constitución, que alerte a la totalidad de la población y restablezca el imperio de la ley. En las manos de todos está impedir un nuevo fracaso histórico de nuestra convivencia.
No tiene por qué ser necesariamente este texto, pero sí algo parecido.
(Por supuesto, Rajoy simplemente no hizo nada. Miraba al futuro).