P. ¿Era realmente necesaria una “Nueva historia de España”?
R.- Necesaria o no, desde hace años están escribiéndose bastantes historias generales en un formato parecido al de esta (600 a 1.000 páginas). Teníamos libros valiosos como el de Julián Marías España inteligible o el de Madariaga España, aparte de los de la polémica entre Castro y Sánchez Albornoz. Luego volvió a la carga García de Cortázar con su Breve historia de España, de éxito extraordinario, más recientemente Fernández Álvarez con España. Biografía de una nación, o Ruiz-Doménec con España, una nueva historia, por citar unos pocos casos. Por tanto, existe un interés, quizá debido a que pocos países habrán sufrido tales distorsiones en la visión de su pasado como el nuestro, o cuentan con unos políticos y periodistas tan ignorantes sobre la historia de su propia nación. El nivel de los libros de Marías y Madariaga no ha subido, sino que ha bajado.
P. Luego, es usted crítico con esas producciones recientes.
R.- Digamos que no me satisfacen. Si lo hicieran, no habría escrito Nueva historia. El de García de Cortázar, por ejemplo, me suena a un marxismo diluido y "poetizado". Está repleto de tópicos progres e inspira a una derecha que sigue el surco de la izquierda so pretexto de “modernidad”. Tiene aspectos de pura calumnia propagandística. A su vez, la izquierda en España nunca ha superado un marxismo trivial y tosco, que nunca ha sido cuestionado, y que ha contagiado asimismo a una derecha intelectualmente pobre. El libro de Fernández Álvarez me parece que no logra hilvanar adecuadamente los datos. En la historiografía española encontramos a veces una gran riqueza de datos unida a un análisis pobre y simple combinado con un moralismo facilón. El libro de Ruiz-Domènec comparte esas taras, desde luego.
P.- Sea más concreto…
R.- Por ejemplo en el tema capital del nacimiento de España como cultura y el de su nacimiento como nación. Esto, a mi juicio, nunca ha sido bien enfocado, creo que tampoco por Madariaga o por Marías, ni, desde luego, por Menéndez Pelayo y los llamados nacional-católicos. Tampoco lo ha sido la relación entre el reino hispano-godo y la Reconquista. Esta última ha sido desvirtuada casi sistemáticamente, y hoy más que nunca, a menudo con un marxismo de pandereta, con confusiones elementales entre Al Ándalus y España, sobre todo desde Américo Castro. Otro defecto común ha sido la falta de un examen, aunque fuera elemental, sobre la evolución de España comparada con la de los países europeos próximos, o de la tradición intelectual española, acompañado de una idea de Europa confusa y elemental, cargada a veces de un sentimiento infantil de culpabilidad o inferioridad. Esto es crucial, porque en casi todas las historias España aparece casi aislada o al margen del resto del continente, y en realidad lo que ocurre en cualquier país europeo no puede explicarse sin explicar, al menos sucintamente, lo que ocurre en el conjunto. Ya percibí ese fallo extendido cuando escribí Años de Hierro, sobre la España de la posguerra. Casi todas las historias de la época abordan la cuestión casi como si no existiera la Guerra Mundial. España logró mantenerse al margen de ese torbellino, pero lo que ocurría en el resto de Europa condicionaba profundamente lo que ocurría aquí. Por poner otros ejemplos, Julián Marías ofrece una versión a mi juicio demasiado idealizada de la Ilustración española, en particular de Carlos III, y algo tópica sobre el Gran Siglo de España, el XVI, etc. Asimismo discrepo bastante de todos ellos por lo que se refiere al Siglo de Oro y la política española durante esa época, y no digamos sobre la España más reciente, la del siglo XX, la Guerra Civil, el franquismo y demás. También abordo la transición posfranquista de un modo creo que nuevo… En fin, por todo ello me ha parecido útil escribir este libro. Me lo sugirió Ymelda Navajo y yo era renuente al principio.
P.- ¿Podemos decir que usted se enfrenta a todas o casi todas las corrientes historiográficas?
R.- En realidad no me enfrento a nada. Yo examino los hechos, busco los más significativos, los pongo en su contexto y analizo su dinámica y su lógica. Ese estudio me ha llevado a conclusiones bastante alejadas de la mayoría, de casi todos. ¿Estoy acertado o equivocado? Nadie tiene la verdad absoluta, por ello es tan necesario el debate. En todas las sociedades vivas, como la useña, el debate es una pieza importantísima de la labor intelectual, pero en España ese debate simplemente no existe, se queda en naderías o descalificaciones personales. También por eso me ha parecido necesario ir contra la corriente. Si el debate resulta imposible, al menos que quede constancia de alguna versión alejada de las tópicas en un sentido u otro.
-------------------------------------
****Que la agresión a Libia es un acto de piratería de la “comunidad internacional”, como dicen pomposamente tantos sinvergüenzas, queda más de relieve con la votación de la chusma del Congreso, la misma que autorizó –y sigue autorizando—el “proceso de paz” y tantas otras fechorías. Una casta política a la que nadie ha votado realmente (¿conoce el pueblo a la gran mayoría de esos supuestos representantes suyos?) La partitocracia, una vez más.
****Dice Serafín Fanjul que la película Ispansi (¿Ispantsi?) es una completa basura, y me inclino a creerle sin necesidad de ir a verla. Es muy difícil que pueda ser otra cosa. En cambio Torrente 4 quizá sea una película excelente. Me recomendaron la segunda de la serie como excepcionalmente buena, y solo fui capaz de aguantarla cosa de media hora. Lo cual no significa que fuera mala: Segura no es Valle-Inclán, desde luego, pero consigue retratar magníficamente al socialismo español, tramposo, pretencioso, esencialmente chorizo y cutre. Podría ser, por ejemplo Alfonso Guerra o Zapo, o Cebrián. Si no la aguanté mucho rato fue solo porque esos personajes tienen muy poco interés:
---------------------------------------
Franquismo y partidos.- De la experiencia de la república, Franco sacó la conclusión de que los partidos eran un cáncer porque olvidaban los intereses generales de la nación en aras de sus intereses particulares y ansias de poder. Así había ocurrido ciertamente en la república (“los españoles vamos camino de que nada nos sea común”, diagnosticaba El Sol al comenzar 1936), y la conclusión era razonable desde el punto de vista de la concreta experiencia histórica, pero errónea desde un punto de vista más general. En realidad, los partidos siempre existen, incluso, aunque disimuladamente, en regímenes totalitarios como los comunistas. Allí se manifiestan como camarillas en pugna por el poder en la oscuridad, al margen de la opinión pública.
El franquismo eliminó los partidos de izquierda y unificó los de derecha en el Movimiento Nacional, pero en realidad siguieron exisstiendo, cada uno con su organización, su concepciones generales y sus órganos de prensa: los “católicos”, los monárquicos (divididos en carlistas y juanistas) y los falangistas, más el sector predominante del ejército, que sin ser un partido propiamente dicho, mantenía unas ideas generales conservadoras y constituyó el núcleo del poder. Franco mantuvo un equilibrio entre todos, aunque hubo momentos de mayor o menor hegemonía de alguno. Durante la Guerra Mundial, la Falange desempeñó un papel en muchos aspectos preponderante, aunque nunca el decisivo, en pugna con católicos y monárquicos. Estos últimos irían ganando luego posiciones, y en los años 60 alcanzarían el mayor protagonismo, apareciendo otros como corrientes de opinión juanista, cristianodemócrata, neoconciliar e indirectamente izquierdistas, a través de órganos de prensa que llegaban a simpatizar con el PCE, incluso con la ETA, etc.
Sin embargo, oficialmente los partidos estaban proscritos. Como reacción, durante la transición se les identificó automáticamente con la democracia (al modo del antifranquismo), y la Constitución les otorgó un poder a todas vistas excesivo, como indica Recarte, pues les permite anular en la práctica la división de poderes, aparte de convertirlos (a los partidos) en órganos del estado y no de la ciudadanía. Esos partidos se han transformado en una casta política con sus propios y exclusivos intereses, cada vez más independientes de la libertad y la nación.
http://declaraciondesomosaguas.blogspot.com/