Aun si Federico y César aceptaran la "oferta" de la COPE, esta ha propinado un nuevo y duro golpe a la libertad en España. Manteniendo a Federico y a César Vidal en La Mañana y en La Linterna, los obispos defendían la libertad de expresión, hoy tan amenazada en España como la separación de poderes y la propia integridad nacional. Y al mismo tiempo se hacían un favor a sí mismos, tanto porque los dos comunicadores salvaron a la COPE de una práctica ruina como porque el mensaje cristiano llegaba, a pesar de todo, más a través de estos comunicadores que de los inútiles – beaturrones, generalmente tan sectarios y enemigos de la libertad como los comunistas– que por declararse cristianos fervorosos creen tener un derecho especial a aburrir a la gente.
El trato dado a Federico y a César se explica en gran medida por las tremendas presiones que han debido soportar los obispos de parte del poder socialista, así como de los separatistas y de los futuristas peperos, combinando la calumnia y la injuria con las típicas intrigas en la oscuridad: todos juntos, y no por azar, contra la única oposición real que hoy existe a Zapo y su pandilla. Y también se explica por la propia división del episcopado, con sus "modernos" simpatizantes o complacientes con el socialismo, sus obisparras y separatistas catalanes (estos últimos tienen en su haber la casi liquidación del cristianismo en sus diócesis, lo que no les impide, al revés, hacer política barata un año y otro).
Hay, además, cierta pulsión suicida en la jerarquía eclesiástica, al menos en un amplio y poderoso sector de ella. Recuérdese, en los años 60-70 su repudio a Franco, es decir, a quien había salvado física, materialmente, a la Iglesia del exterminio; recuérdese su protección y apoyo a los movimientos comunistas, separatistas y terroristas (que bien le han pagado esa ayuda sin la cual hubieran adelantado mucho menos) Recuérdese su "diálogo –más bien colaboración– con los marxistas", del que los segundos sacaron enormes beneficios y la Iglesia verdaderos desastres. Recuérdese cómo en una publicación muy ligada a esa colaboración, Cuadernos para el diálogo, se escribió aquello de que el Gulag estaba muy bien para gente como Solzhenitsin, y que los marxistas no debieran haberle dejado salir del campo de concentración. Recuérdese, a otro nivel, su decisión de liquidar su propia cadena de prensa... No puede extrañar el gran debilitamiento de la Iglesia en estos tiempos. Lo que resulta milagroso es que siga adelante, pese a dirigirla unos pastores tan mediocres o abiertamente malos.
La COPE era hasta ahora un oasis de libertad dentro de un panorama mediático corrupto hasta la médula, y lo era ante todo por estos dos comunicadores. La jerarquía eclesiástica ha cedido en la defensa de la libertad a cambio de no sabemos qué aparentes ventajas políticas, que sin duda le harán pagar muy caro, como ocurrió con sus "diálogos" pro totalitarios.
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**** Con motivo del aniversario del final de la guerra civil, me llamaron de la COPE para un comentario. La periodista, que evidentemente tenía muy poca idea, me preguntó si no creía que el final de una guerra es siempre algo bueno. Le repliqué que es bueno si ganan los mejores –que, dicho sea ahora, nunca son buenos del todo–. Me parece que mi opinión no le gustó, y en el diario hablado ella mentía diciendo que todos los historiadores consultados estaban de acuerdo en que al sentarse Carrillo y la Pasionaria en las Cortes al lado de diputados franquistas, se habían cerrado las heridas de la guerra civil. El embuste –o ignorante, pero la deontología informativa está hoy casi completamente olvidada en los medios, incluida una gran parte de la COPE– pasaba por alto que si Carrillo y la Pasionaria habían podido sentarse en las Cortes al lado de la derecha se debía también a la victoria de Franco, cuyo régimen había cerrado las heridas de la guerra y dado paso finalmente a la democracia, sin otros problemas que los planteados por el terrorismo y los rupturistas. Carrillo y la Pasionaria –como los antifranquistas en general– no habían querido cerrar las heridas, sino reabrirlas mediante una ruptura que recondujera el país al Frente Popular. Y hoy es cuando los antifranquistas trasnochados intentan volver a un mal pasado. Con la ayuda inestimable de estos complacientes embustes. La periodista debió advertirme que no quería clarificar la historia, sino hacer un poco de politiquilla.
****Zapo y Obama, amigos. El estilo de vendedores de humo les une.
****Líderes de nada.
Penoso Mayor Oreja, diciendo que hay que apoyar a Rajoy. Al final es como Vidal Quadras: se van con quien creen que les mantendrá la poltrona. ¡Qué hombres!
****Mayor Oreja, convencido de que ETA también quería al PNV alejado del poder
Pues ya ven, el PSOE y el PP coincidiendo con la ETA. Casi ná.
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Zapo hace escuela
Parece que Zapo y su "memoria histórica" ha inspirado a la eurocámara. En ningún país democrático, y sí en los totalitarios, se intenta imponer desde el poder una versión de la historia, y he aquí que los eurodiputados ha aprobado una "resolución sobre la conciencia europea y el totalitarismo" a fin de "preservar adecuadamente (sic) la memoria histórica". Sin ello, aseguran estos burócratas y politicastros –elegidos por una parte mínima, y en general engañada de la población europea– "no se logrará la reconciliación", pues "Europa no estará unida hasta que no sea capaz de establecer una visión común sobre su historia, reconozca al nazismo y al stalinismo y a los regímenes fascistas y comunistas como un legado común, y abra un debate honesto y en profundidad sobre todos los crímenes perpetrados por todos esos regímenes en el siglo pasado". Honesto y en profundidad, dicen estos individuos deshonestos que derrochan el dinero público y hacen constantemente leyes sin el menor control de sus supuestos representados.
La historia es una base fundamental de la cultura, y en los países democráticos la cultura se desarrolla en y por la sociedad, de manera espontánea e independiente de los políticos. Sólo en países como la Alemania nacionalsocialista y en la Rusia comunista eran los políticos, acompañados de intelectuales pagados, serviles y totalitarios, quienes imponían la cultura y la historia, quienes decían a la gente lo que debían pensar. La resolución de estos eurocamaristas es despreciable, manifiesta las tendencias totalitarias que les animan.
Por supuesto, los intelectuales independientes deben debatir, sin pretensiones dogmáticas, sobre la historia del siglo XX, que pesa como una losa sobre la conciencia de los europeos y ha llegado a semiasfixiar su cultura. Los crímenes del fascismo fueron pocos, muy pocos en comparación con los del nacionalsocialismo y no digamos el comunismo. Y también, para qué negarlo, con los de los gobiernos anglosajones, a menos que el bombardeo sobre la población civil y el maltrato en los campos de prisioneros dejen de ser crímenes según quiénes los cometan. También convendría establecer el grado de colaboración con los crímenes por parte de la socialdemocracia, auténtica cómplice de los genocidios comunistas, que siempre procuró ocultar o minimizar, incluso justificar en nombre de algún tipo extraño de progreso. Y habría que señalar la colaboración con el nazismo, mucho más extendida que la resistencia en Francia y otros países. Recientemente los gobiernos alemán y francés han reconocido (¡a estas alturas!) a más de 200.000 hijos de mujeres francesas y ocupantes alemanes, como si los hijos fueran culpables de algo. Cifra, por lo demás, elevadísima, que por sí misma da un indicio de la colaboración de entonces. Un debate y una investigación honestas deben tener en cuenta estos y muchísimos otros detalles en los que no me extenderé.
Pero el debate y la investigación no tienen nada que ver con los políticos. Es en extremo preocupante el eurocamelo de los eurocámaros, que pretenden erigirse en jueces de la historia y determinar la cultura según sus paupérrimas pero no por ello menos peligrosas ideas, aparte de legislar prácticamente en la oscuridad. Hace poco un representante de la plataforma Libertas, formada a partir de Irlanda, la que logró el rechazo al tratado de Lisboa, segunda versión mal disimulada de la antidemocrática Constitución europea de Giscard, preguntó a un grupo de españoles de alto nivel cultural si conocían las leyes que promulgaba constantemente la Eurocámara y a quiénes las hacían. Nadie lo sabía: un buen retrato de la "democracia europea". Curiosamente, los primeros pasos de la unidad europea fueran dados por la democracia cristiana, para tomar luego una tendencia muy diferente. Por mi parte, siempre fui escéptico sobre esa famosa unión europea, pero hacia el camino que hoy sigue soy totalmente contrario, como creo que lo será cualquiera que estime la libertad.