La coincidencia del atentado del 11-M con el fin de la campaña electoral sugiere fuertemente la intención de provocar un vuelco en las votaciones. Si no, habríamos de pensar en una casualidad, cosa difícil de creer. Contra esta idea se alza una objeción de peso: ¿Cómo podían saber los autores que iba a provocar tal vuelco, y en tal dirección? ¿No debiera haber provocado, por el contrario, un reagrupamiento de la población en torno al gobierno y su candidato?
Hagamos memoria: en un primer momento "todo el mundo" pareció creer en la autoría de la ETA y en la victoria del gobierno. Pero casi de inmediato surgió la versión del terrorismo islámico. El gobierno no sólo insistió al principio en la autoría etarra, sino que, presa de pánico, acusó a quienes la negaran y dio a sus funcionarios la instrucción de mantener la tesis etarra contra viento y marea. ¿Por qué tal pánico? Porque si había sido la ETA, el electorado se agruparía, casi seguramente, en torno a Rajoy, mientras que en otro caso...
Los especialistas que mangonearon la necia campaña electoral de Rajoy (y ahí continúan; cualquier empresa de mediana solvencia habría prescindido de sus servicios), siguieron brillando en esos días de crisis. Simplemente, todo se les escapó de las manos. La autoría islámica enseguida se hizo muy clara (sospechosamente muy clara, por lo que vamos sabiendo), y los campeones de la corrupción y la mentira se permitieron acusar al PP, con increíble escándalo, de "mentiroso".
Tanto el terrorismo islámico como la ETA persiguen el mismo objetivo: destruir la unidad y la democracia españolas. A este respecto no hay diferencia básica entre ellos. La diferencia estaba en un PP que pagaba su cobardía ente la campaña izquierdo-separatista contra el derrocamiento del genocida Sadam Husein. Esa mezcla de cobardía y oportunismo barato a la que llaman "centrismo", no se sabe bien por qué. Tal flojera del PP, bien conocida, permitía a los asesinos calcular --aun si siempre con riesgo-- la dirección del vuelco. Considérese también la presteza y la habilidad realmente extraordinarias (¿y sospechosas?) con que el PSOE explotó la situación aquellos días.