Podemos considerar la moral como algo específico y privativo del ser humano y sin relación con el resto del cosmos, y esa sensación tenemos a menudo, ya que no hallamos en las demás cosas ni en los animales algo parecido a la moral. Esto es poco satisfactorio, porque no se puede concebir algo radicalmente distinto del resto del mundo: ¿de dónde vendría? Parece más lógico considerar la moral como una especie de efluvio del propio cosmos, que incide en nosotros al modo de otras manifestaciones imperceptibles a nuestros sentidos y que sin embargo nos influyen, como la radiación ultravioleta o la vida microscópica. En otras palabras, si el hombre es un ser moral, de alguna manera debe serlo también el cosmos. Esto es más satisfactorio como principio, aunque, desde luego, muy difícil de detallar.
La moral puede concebirse en un sentido panteísta: reflejaría un mundo autosuficiente, que no precisa ninguna intervención ajena a él para existir y funcionar. Ese mundo tiene los atributos de la divinidad, es decir, omnipotencia, infinitud, eternidad, etc. (ningún poder hay ajeno a él, ninguna otra cosa fuera de él, ningún tiempo fuera del suyo –podemos concebir la eternidad como ausencia de tiempo o bien como ausencia de cualquier tiempo al margen del cósmico). La moral surgiría de modo automático y posiblemente evolutivo, de las propias leyes naturales manifiestas en el hombre, manifestación a su vez del orden cósmico. Como decían los estoicos, la virtud consiste en obrar de acuerdo con ese orden. La moral estoica era racionalista, como cualquier otra de carácter panteísta. Lo malo es que no resulta fácil conocer las exigencias del orden cósmico, que en aquellos tiempos era todavía mucho menos conocido que hoy. Además, la razón nos indica la imposibilidad de distinguir entre virtud y vicio, entre conducta piadosa y conducta criminal, porque ambas tienen la dignidad básica de la existencia, es decir, se justifican por el mero hecho de existir en el mundo, y ni el crimen ni la piedad tienen capacidad alguna de alterar el orden cósmico. Por lo tanto, serían equivalentes. Claramente, la concepción panteísta niega en el fondo la moral. Nuestros conceptos sobre el bien y el mal serían solo convencionales y derivarían exclusivamente de nuestra conveniencia, es decir, de lo que, en nuestra limitación y conocimiento solo muy parcial del mundo, creemos en cada caso nuestra conveniencia.
Otra concepción partiría de un mundo concebido no como autosuficiente, sino como creado y por tanto solo parcialmente suficiente. Sería su creador, llamado generalmente Dios, quien tuviera los atributos dichos, de los cuales carecería la creación. En tal caso, la moral sería una manifestación especial de la voluntad divina (el hombre hecho a su imagen y semejanza), que se manifestaría, por ejemplo, en una esencial identidad entre las diversas morales bajo sus numerosas diferencias superficiales y de un modo u otro provendría de una revelación a la psique humana. He aquí una serie de graves problemas implícitos.
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**** Es bien sabido que las cárceles de Franco estaban repletas de valerosos derechistas demócratas que no podían soportar la falta de libertades en el país, y que renunciaban por ello a sus prebendas y privilegios. ¡Gran ejemplo dieron de moral cívica estos luchadores por la libertad, a quienes la historia honrará por siglos! Ansón fue uno de ellos, creo. Leopoldo Calvo Sotelo, otro. Y así a cientos.
**** Los chorizos atacan a los empresarios. Las mafias sindicales, que jamás crearon otros empleos que no fueran parasitarios, quieren intimidar a los empresarios, que sí crean empleo y riqueza (vistos en . Bajo cobertura del gobierno ilegítimo, colaborador de los terroristas y las dictaduras de izquierda (y de la marroquí). Estos hechos sintetizan la total degradación de la política en España.