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Presente y pasado

Mal, dolor, sufrimiento

El refrán "no hay mal que por bien no venga" implica a su vez lo contrario. Tenemos la impresión de que el mal acompaña al bien como la espalda al pecho; más aún, dado que solemos considerar la muerte un mal, incluso el mayor, también podemos decir que este termina siempre imponiéndose sobre el bien, al menos para el individuo y presumiblemente para la especie. Por otra parte, el mal resulta ambiguo: la muerte de un antílope es un mal para este, pero un bien para el felino que lo mata y devora, o para el carroñero que aprovecha los restos del cadáver.

Así, el mal y el bien no aparecen como cosas del todo distintas, sino íntimamente unidas en y por la vida. Cabría especular sobre si existen de algún modo en la materia inerte, ya que es muy difícil imaginar que la vida entrañe una ruptura radical con ella.

A un nivel primario (en los animales inferiores), el mal se presenta como el dolor, que llega a hacer preferible la muerte cuando se vuelve demasiado intenso y prolongado. Hay que distinguir el dolor del sufrimiento. Este último concepto tiene un doble sentido en español: como dolor (físico o anímico) soportado conscientemente, y como simple padecimiento. En el primer sentido puede considerarse un bien, como el sufrimiento que nos producen muchos tratamientos médicos, o el que soportamos para fortalecernos física o anímicamente. Incluso nos parece que la aceptación consciente de la muerte supone una especie de victoria sobre esta. La noción de padecimiento carece de ese matiz positivo.

(Ya entienden los lectores que, aunque otra cosa parezca, no pretendo sentar cátedra en el blog, sino proponer temas de discusión).

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La modernización en la dictadura de Primo de Rivera:

"Una abundante bibliografía suele minimizar los logros económicos y sociales de la dictadura de Primo de Rivera (algo más de seis años), y desde luego su política económica siguió siendo ultraproteccionista, con privilegio para las provincias ya industrializadas; y muy intervencionista, desde la creación de empresas estatales a los arbitrajes entre patronos y obreros. Pero si miramos dichos logros en sentido histórico, es decir, comparándolos con los del período anterior o el posterior hasta los años 50, descuellan de modo extraordinario. España se modernizó con rapidez, dotándose de una de las redes de carreteras mejores de Europa, mientras la radio se hizo común, el número de teléfonos se triplicó, con un servicio técnico también entre los mejores de Europa, el número de automóviles se dobló muy sobradamente, como también la producción de electricidad; la red ferroviaria fue ampliada y mejorada, y comenzó la aplicación de ambiciosos planes hidráulicos para extender los regadíos y la producción de energía, administrados por las Confederaciones Hidrográficas, sistema imitado luego en Usa en la célebre Tennessee Valley Authority. Y así muchos otros indicadores productivos.

Como resultado, la plaga del hambre descendió a niveles bastante inferiores a la mitad de principios de siglo (a los que iba a volver con la II República) y la esperanza de vida al nacer pasó de 40 a 48 años en los varones y de 42 a 52 en las mujeres (...) El analfabetismo quedó reducido a un 32,4%, a un ritmo superior al de las décadas anteriores o a la siguiente. El número de universitarios creció casi un 30%, y el de alumnos de enseñanza primaria pasó de 1,7 a 2,15 millones. El analfabetismo femenino descendió de un 50% a un 39% y se duplicó la presencia femenina en la universidad, si bien dentro de una proporción modesta, y la mujer accedió por primera vez, aunque restringidamente, al voto y a la elección para cargos políticos (quince mujeres de sentaron en los escaños de la Asamblea Consultiva, que aspiraba a sustituir a las Cortes tradicionales.

Estos y otros datos pueden condensarse en uno: la renta per capita empezó, por primera vez desde las guerras napoleónicas, a cerrar la brecha con los países europeos más ricos (...) Tales éxitos, realmente espectaculares para lo que había sido España, han sido atribuidos a un mero reflejo de la favorable coyuntura internacional, pero la economía continuó poco integrada en la exterior, y no todos los países, ni mucho menos, aciertan a aprovechar una bonanza general. Las causas de aquel despegue deben buscarse más bien en la continuidad de una línea de gobierno, antes imposible por el frenético turno de partidos, y en la sensación y realidad de un orden público sostenido, con pocas alteraciones. Bastaban estos dos factores, unidos a una especial atención del gobierno a las infraestructuras, para promover la eclosión de la actividad productiva, pese a intervencionismo y al proteccionismo inveterado.

Fue también una época brillante en el terreno cultural, al acumularse tres generaciones famosas, la del 98, la del 14 y la del 27, esta última correspondiente a la dictadura. El mismo Azaña, opositor de tertulia contra Primo de Rivera, recibió el Premio Nacional de Literatura en 1926, por un ensayo sobre Juan Valera".

(De Una historia chocante)

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**** "Rosa Díez reivindica la Carta Magna (cursilería) en Bilbao, porque hay que hacerlo donde no se cumple". Muy bien, pero ¿dónde se cumple?

**** El obisparra Uriarte, espléndido cómplice de los asesinos, como Setién, como Arzallus, como Ibarreche... Tendremos que seguir soportando su indecente hipocresía, pero por lo menos debemos decir la verdad, sin falso respeto a lo que no es respetable. De otro modo perderemos el respeto a lo que sí lo es, y a nosotros mismos.

**** La kakurriña, invento del orate pre nazi Arana, a media asta en Azpeitia, para hacer mayor la burla.

**** Bono: "el libre mercado está por encima de los deseos de los gobiernos democráticos". Confunde la democracia con el latrocinio. Muy propio, por lo demás.

**** Cuando se dice que España era en 1900 la décima economía del mundo, no debe olvidarse que entonces el mundo estaba compuesto de colonias y semicolonias en su mayor parte. Tiene mucha más relevancia ser la décima economía en 1970 que en 1900.

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Hay aquí un corte en la polémica entre nacionalistas, al parecer mi amiga Mercè o Mercedes Riera no ha logrado todos los documentos, y no sé qué contestarían Carballeira o Brétemas a Aixa (ver blog de ayer) sobre la nefanda Diada gallega. Además, el profesor Bofarull i Bofarull se despidió del blog lanzando recias amenazas contra Moh Ul-sih y contra mí mismo, si me ponía farruco. En cambio me envió Mercè o Mercedes unos mensajes de don Jaume Ripollet i Bohigas, joven estudiante de historia de la Universidad Rovira i Virgili, a don Francesc Bofarull i Bofarull, de la universidad Pompeu Fabra y ex detective. Mi corresponsal me los ha traducido al español común porque "aunque el catalán escrito lo entiende fácilmente un castellano hablante, debido a la gran afinidad de ambos idiomas (a pesar de los esfuerzos del loquillo Pompeu Fabra por embrollar todo lo que pudo) siempre hay algunas palabras sueltas que entorpecen la comprensión":

Querido y admirado profesor Bofarull i Bofarull:

No habiendo tenido la dicha de ser alumno suyo, no obstante me he sentido profundamente concernido por las ejemplares estocadas con que ha hecho usted prevalecer las razones y el talante carolingio que nos distingue sobre las expresiones, sin duda bien intencionadas, no digo que no, pero inevitablemente burdas, de los tales Carballeira O´Flanaghan, Aixa Modrejón Cogolludo y otros personajes por el estilo, que rezuman envidia malsana a Cataluña, aun si debemos apreciar su común y buen deseo de emanciparse de la repulsiva España. Yo, señor Bofarull i Bofarull, hago país, como usted, allí donde voy, y defiendo las esencias catalanas como nos recomendaba uno de los padres del nacionalismo catalán: "El nacionalismo catalán tiene por Dios a la Patria". No más, pero tampoco menos, y lo digo declarándome ateo como lo es hoy día cualquier persona con dos dedos de frente.

Se lo digo porque en un viaje a Grecia que he hecho este verano he podido comprobar la profunda impronta de nuestro idioma y cultura en aquel alejado país del Mediterráneo, tal como el año pasado lo comprobé viajando por Suecia y Noruega. En dos palabras, señor Bofarull, nos conocen y nos admiran, tanto por nuestra cultura humanista y científica como por nuestra lucha heroica y ancestral por liberarnos del africano opresor españoleitor y por liberarlos a ellos en tiempo de los almogávares. Se lo comunico así, estimado señor Bofarull, porque es la verdad y porque entre nosotros, nacionalistas catalanes, no tenemos por qué disimular con falsas modestias lo que por otra parte salta a la vista.

Cómo olvidar la visita a Delfos, donde, con la habitual desfachatez o falta de tacto, nos incluyeron a varios catalanes con un grupo de españoles, como si fuéramos unos españoles más... Yo, se lo digo tal cual, no crucé una sola palabra con los españoleitors, y si me decían algo les contestaba en catalán bien cerrado, o me inventaba palabras para que no me entendieran, pues considero que hay que darles en las narices a nuestros opresores, mantener la lucha contra ellos en todos los niveles y en todas las ocasiones, sin darles un minuto de tregua. Pues, como le decía, el guía se empeñaba en hablarnos en castellano y yo, ya cabreado, me fui a él y le dije: "Oye, tío, que aquí algunos no somos españoles y queremos que nos hablen en catalán". Se lo dije primero en inglés, pero al parecer no me entendía o no quería entenderme, así que no tuve más remedio que repetírselo en el jodido lenguaje de nuestros opresores. Bueno, pues no se lo podrá usted creer, pero el tío va y me dice: "¡Pues haberlo dicho antes, cojones! Aquí en Grecia queremos mucho a los catalanes desde que vinieron hace siglos los almogávares a liberarnos, y siempre nos hemos sentido fascinados por vuestras grandes hazañas intelectuales y de todo. ¡Con deciros que a Pompeu Fabra y a Rovira y Virgili se les estudia cada vez más en nuestra enseñanza secundaria..." Pues a partir de ese momento el guía, Yorgos, explicaba las cosas primero en catalán, para nosotros, y después en castellano, para los charnegos y toda aquella gente.

Por cierto, venían también algunos vascos, y les sugerí que protestaran como yo, y que le exigiesen al guía que les diera las explicaciones en euskera, tuve que explicárselo también en el puñetero idioma español porque tampoco entendían el inglés. Y van los muy cabrones descastados y se me ríen en las narices. Me di cuenta de que hay todavía mucho vasco absurdo y atrasado, desde luego están más atrasados que nosotros, lamentablemente: mucho tiro y mucha bomba, pero luego, nada. Entre ellos seguían hablando español como si tal cosa, solo soltaban de vez en cuando unas palabras en euskera, que a mí me sabían a gloria, aunque no las entendiera, pero por mucho que les decía que siguieran, volvían enseguida al castellano. Bastante atrasados, créame, y hasta sospecho que se cachondeaban de mí, y a través de mí, de los catalanes. Claro que también debemos comprenderlos, pues no tienen una cultura humanista y científica de nuestro nivel.

Pues, como le iba diciendo, nunca podré olvidar la estancia en Delfos, con las preciosas explicaciones que nos dio Yorgos a los catalanes (no faltaban algunos botiflers, pero a esos, ni caso, ya puede usted imaginarse). Enseguida congeniamos, y nos enseñó cosas que normalmente no se explican a los turistas, como el olivo del cual se ahorcó Alejandro Magno después de una borrachera monumental, o la roca desde la que se tiró un filósofo cantamañanas llamado Aristóteles, porque le deprimía el paisaje de Delfos, o la higuera de la cual hizo Julio César su bastón de mando, con el que mató a palos no recuerdo bien si a Sócrates o a Homero, por un asunto de cuernos, parece ser. Y así otras muchas cosas sumamente instructivas, en que no me extiendo porque lógicamente usted las conocerá mucho mejor que yo.

Le hice observar que aquellas gentes tenían unas costumbres algo bárbaras, y que seguramente les habría hecho mucho bien un mayor contacto con nuestro talante carolingio, pero, claro, en aquellos tiempos no era como ahora, que en un par de horas o menos sales de Barcelona y te plantas en Atenas. Viajar era más difícil y más arriesgado, además eran más pobres, y pocos podían pagarse un billete de Delfos a Cataluña. A mí me extrañó lo de Aristóteles, porque no veía yo cómo el paisaje de Delfos podía deprimir a nadie en su sano juicio. Seguramente al tío se le había reblandecido algo la mollera, de tanto filosofar. Era un paisaje bastante imponente, lo admito, no tanto como el de Montserrat, pero que no estaba mal tampoco, así que le dije a Yorgos, y le hizo mucha gracia, que si el Aristóteles ese llega a venir a Montserrat, ya es que no se tira de una roca, es que se muere de un infarto con solo verlo. Por cierto que aproveché para hablarle largo y tendido de Montserrat, y Yorgos prometió que el año próximo se acercaría por allí. Porque si nosotros vamos a Grecia a soltar nuestros euros, que vengan ellos a Cataluña a soltar los suyos, vamos, digo yo. Ya ve usted cómo no desperdicio ocasión de hacer país.

Y aquí corto, admirado profesor, porque me doy cuenta de que me alargo demasiado y no quiero aburrirle. Me gustaría que hiciera usted circular este pequeño testimonio de patriotismo y de apoyo en su noble campaña de clarificación que podríamos titular "¡todos juntos, pero no revueltos, contra el imperialismo estatalo-español!". Necesitamos auténticos líderes intelectuales como usted".

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