Ramona, en polaco. Una canción useña (en inglés, aunque hay letra española), que creo hace referencia a una famosa novela sentimental (muy prohispana, o al menos muy pro misiones franciscanas en California):
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El domingo, mientras firmaba libros en la feria, se me acercó un nutrido grupo de jóvenes. “¡Qué bien! –me dije—Estos acaban con las existencias”. Pero no. Sus intereses resultaron menos culturales. Muy alterados, me increparon airadamente: “¡Usted dice que hay que fusilarnos a todos!”. Evidentemente no estaban muy en sus cabales, y darles explicaciones suele ser peligroso. De ahí provino un diálogo edificante: “Yo no he dicho eso. Parece que ustedes no saben leer”. “Sabemos leer desde hace mucho”, aseguró muy enfadado el que parecía llevar la voz cantante. “Pero no entienden bien lo que leen, eso se llama analfabetismo funcional”. Variaron de tema: “¿Cómo se explica su viaje desde el terrorismo del GRAPO al fascismo más furioso?” (o algo así). “No soy fascista, y antaño pensaba las mismas tonterías que usted, pero he reflexionado, algo que ustedes no parecen capaces de hacer”. Y así por el estilo. Aseguraron también que las Naciones Unidas amparan su derecho a ocupar pacíficamente los espacios públicos. “Lo único bueno que habéis hecho es ir a abuchear a los políticos en las Cortes” “Nosotros estamos contra los políticos que sirven a los banqueros y a (no recuerdo quiénes más) y que nos están llevando a la ruina y al hambre” “Eso son patochadas” (me refería a la teoría en general). Uno de ellos, siempre en tono muy exaltado, me propuso discutir conmigo donde fuera. “Pues, nada, en la televisión”. Las palabras exactas no las recuerdo, pero ese fue el fondo y el tono del intercambio de pareceres. Había gente esperando a que le firmase libros y que protestaba, y por fin se fueron con la música a otra parte. Ya he dicho que me parece bien que protesten, sobre todo contra la chusma política; pero no me parecen nada bien sus alternativas y su demagogia, sin duda infantil, pero peligrosa. Ahora que si quieren debatir conmigo, en televisión o donde sea, por mí no hay inconveniente.
Se me pasó decirles: "Lean ustedes mi blog, les ayudará algo". Siempre reacciona uno un poco tarde.
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He escrito una réplica al artículo de Malefakis en El País y otro al de José Carlos Rodríguez, que espero me publiquen en LD, pero ampliaré algunas cuestiones, porque son interesantes. En cuanto al de Juan Carlos Rodríguez, una manera de plantearlo desde un punto de vista histórico concreto y no meramente abstracto podría ser este: A) ¿Eran los demócratas liberales capaces de detener el proceso revolucionario de los años 30? No: solo Franco y los suyos pudieron hacerlo, como reconocen Besteiro o Marañón (y cualquiera con dos dedos de frente). Solo este mérito convierte a Franco en una gran figura de nuestra historia. B) ¿Se opusieron los demócratas liberales a la dictadura franquista? Prácticamente nada, y ese muy poco se hizo a veces en compañía de totalitarios; y no representaban a casi nadie. C) ¿Podía haberse democratizado el país después de la Guerra Mundial? Sólo por la fuerza de los tanques anglosajones, causando una muy probable guerra civil, y la vuelta en triunfo de los grandes responsables de la guerra civil anterior. D) ¿Estaba la población contra el franquismo? No: la gran mayoría había experimentado la república y sabía a qué atenerse al respecto. E) ¿Despertaban en España mucha envidia las democracias europeas? No. España, sin el Plan Marshall, creció apreciablemente en los años 40 y 50, y con bastante más rapidez que el resto de Europa occidental en los 60-75, acercándose mucho, por primera vez desde principios del siglo XIX, a la media de los países más ricos de Europa. Las libertades políticas eran menores, pero la libertad personal era parecida, a veces mayor. El estado franquista había creado la Seguridad Social y ofrecía grandes oportunidades de promoción personal y profesional. Su salud social (droga, delincuencia, alcoholismo, abortos, etc.) era sin duda superior a la de las democracias europeas. Además, estas democracias apoyaban en España a los terroristas y a opciones totalitarias marxistas y similares. Por otra parte el estado franquista era más reducido que el de los países eurooccidentales, lo que permitía una notable espontaneidad social.
En suma, el franquismo cumplió casi todos los programas que los partidos de izquierda prometían sin poder cumplirlos, y lo hizo sin recurrir a métodos totalitarios. Por todo ello la democracia española viene del franquismo, nos la debemos a nosotros mismos y no a Usa, como los demás países eurooccidentales; y las amenazas a la democracia vienen, justamente, de los antifranquistas. Sin tener en cuenta estos duros y claros hechos, no entenderemos nada y seguiremos camino a la disolución de nuestras libertades y unidad nacional.
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RU y SGM (VI) El Plan Marshall
Inglaterra salió bastante malparada de la guerra mundial y no consiguió repuntar durante dos años, a pesar de que sus enormes deudas con Usa le fueron perdonadas o aplazadas. En cambio siguió gastando el 20% de su presupuesto en defensa y embarcándose en ruinosas intervenciones en Grecia y Palestina. Un cuantioso préstamo useño fue rápidamente consumido sin poder devolverlo, y en la primavera de 1947 la situación era prácticamente desastrosa. Solo el Plan Marshall la salvó del marasmo. Desde ciertos puntos de vista se ha criticado este plan que habría, dicen, perturbado la recuperación en lugar de facilitarla. Creo que son argumentos algo rebuscados. Inglaterra fue, con gran diferencia, la principal beneficiaria del Plan Marshall: de los 12,700 millones de dólares invertidos (una cifra astronómica para la época) le correspondieron 3.300 millones. Por comparación, Alemania recibió unos 1.500 millones, aunque los supo aprovechar mucho mejor.
En suma, si bien Inglaterra defendió la buena causa en la guerra mundial, no puede decirse que lo hiciera con gran brillantez o sin el acompañamiento de crímenes verdaderamente espantosos. Terminaré esta breve serie con algunas consideraciones sobre Franco, Churchill y Hoare.
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En Época:
EL CASO DE CATALUÑA
Dado el pobre nivel del análisis político en España, ha pasado casi sin comentarios un hecho tan importante como el estrepitoso fracaso de los referendums separatistas, incluso del último y principal de ellos, en Barcelona, en el que, desafiando la ley, volcaron todo su turbio prestigio los líderes “moderados” del separatismo catalán, Pujol, Mas y compañía. Aun con toda la propaganda y el estrépito previo, y sin tener enfrente ninguna oposición o crítica real, la inmensa mayoría de los catalanes se desentendió de la fantochada. Hablan de un 20% de participación, contabilizado sin el menor control independiente, por lo que con toda probabilidad la participación ha sido mucho menor. Véase, además, el “estatuto de segunda generación” cocinado entre los separatistas y el gobierno proetarra de Rodríguez,”: solo fue aprobado por el 36% del cuerpo electoral catalán, con una participación inferior al 50% Y ello a pesar de haber sido promovido por un gran aparato mediático, en Cataluña y en Madrid, y presentado como un decisivo triunfo “para Cataluña” y un trágala para quienes llaman arbitrariamente “anticatalanes” o “extrema derecha”.
Son hechos demostrativos de que la inmensa mayoría de los catalanes se siguen sintiendo españoles, por confuso que haya llegado a ser ese sentimiento. Hecho casi milagroso después de más de cuarenta años en los que las distorsiones y mitos separatistas han podido difundirse masivamente, primero desde la universidad y la intelectualidad, luego desde el poder, combinados con imposiciones, provocaciones y sus toques de terrorismo. Pero da igual. Estos hechos carecen de importancia para la gran mayoría de los analistas, los medios, los políticos y los intelectuales, siempre enfangados en un lenguaje perverso que confunde la voluntad de los separatistas con la voluntad de Cataluña, las provocaciones antiespañolas como un sentimiento normal de los catalanes, a los mismos catalanes, en fin, con los nacionalistas, haciendo el juego a las pretensiones de estos. El separatismo ha sido tradicionalmente auspiciado desde Madrid de muchas formas, por una casta política simplemente indecente. Hemos visto al PP denunciar un estatuto que ya no es de autonomía sino de estado asociado, para a continuación claudicar de forma ignominiosa ante el engaño, y participar en él.
¿Por qué prevalece en Cataluña el sentimiento español sobre el antiespañol? No por algunas ventajillas o ventajotas económicas, como algunos pretenden; este es un aspecto, pero secundario. Lo principal es que cultural y políticamente Cataluña ha sido y se ha sentido siempre parte de España, primero integrada en la corona de Aragón y más tarde en el conjunto hispánico. Naturalmente, Cataluña tenía y tiene rasgos distintivos con respecto a otras regiones –lo anormal sería lo contrario-- como sucede en casi todos los países; pero las semejanzas son mucho más profundas, y las diferencias no significan oposiciones, como intentan hacer creer los separatistas. Estos no son propiamente catalanistas, sino antiespañoles, y en ese sentido va toda su propaganda y política, mezcla de victimismo y de narcisismo, jactancias de superioridad y agravios históricos imaginarios.
El problema real consiste en que la demagogia antiespañola en Cataluña no ha encontrado oposición adecuada o esta ha sido barrida por el uso antidemocrático del poder, allí y en Madrid. Hoy todos los partidos de alguna enjundia son nacionalistas en mayor o menor grado, pese a que la gran mayoría del pueblo sigue sin serlo (otra cuestión es que vote a partidos nacionalistas, precisamente porque la distancia entre la casta política y la población deja a esta sin alternativa). Recobrar el terreno perdido en tantos años no será fácil ni rápido, pero hay un punto de partida fundamental y muy esperanzador en el sentimiento mayoritario catalán, por tanto español, afincado en la historia y la cultura.