Uno de los espectáculos más deprimentes de todo el período democrático: la constante mentira de los gobernantes a los ciudadanos negando sus tratos con la ETA y contra el estado de derecho. Han sido los asesinos quienes, una y otra vez, han puesto al descubierto la siniestra golfería. Ocurrió con la UCD, con el PSOE y, por un tiempo, con el PP. En más de veinte años el oportunismo y la flojera de nuestros desdichados políticos les impidió entender lo obvio: que una banda de asesinos debe ser tratada como tal, debe aplicársele la ley sin más, y no burlarla en su favor. Complicidad de hecho con la ETA y uno de los factores clave de su supervivencia. Solo el gobierno de Aznar cambió de línea, con los más felices resultados.
Vulneración sistemática de la ley inspirada, cómo no, por el grupo PRISA. Con la habitual distorsión del lenguaje, la bautizaban “solución política”, mucho más inteligente –siempre han presumido de inteligentes– que la tosca “solución policial”. Es decir, que la solución legal.
Fue llegar al poder el iluminado Niñato rojo e invertir masivamente la política de Aznar. La política democrática degradada en chanchullo permanente a espaldas de las instituciones democráticas, reconocido con cinismo. Los asesinos han calificado a sus socios de gorrinos. Conocen bien al partido de Filesa y del GAL, nunca regenerado. Pero los acuerdos entre asesinos y gorrinos nunca han sido fáciles, y los unos se están enfadando ante los “incumplimientos” de los otros. Lo cual ha servido para sacar a la luz parte del plan: los gorrinos se comprometían a destruir el espíritu del derecho poniéndolo al servicio de los terroristas totalitarios: la ley –la salvaje manipulación de la ley– sería la garantía, no el obstáculo, para que la ETA lograra sus objetivos, o la mayor parte de ellos. Así de claro y de simple.
Los detalles externos los comprobamos a diario: una fiscalía al servicio de los terroristas; policías que actúan como confidentes y chivatos de los asesinos; un juez que los protege mientras amenaza con la cárcel a Aznar; los chapotes, dejuanas, oteguis y similares, triunfantes y desafiantes… Todo lo cual es mucho más grave y peligroso que el GAL y Filesa, aunque no baste a los exigentes héroes del tiro en la nuca.
Pero también cunde entre los ciudadanos una indignación y una resistencia crecientes. Cabe pensar que la Infame Alianza no se saldrá con la suya. Nuestra democracia merece ser defendida.
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Con monipodiesco descaro, el Niñato rojo y sus gentes atacan a las manifestaciones ciudadanas por emplear la bandera nacional que, aseguran, “es de todos”. Pues bien, DEBIERA ser de todos. Pero no lo es. El gobierno y sus socios tienen otras banderas. Las banderas separatistas. Las banderas del GULAG. Las de la ridícula franja morada. Siempre unidas contra la bandera nacional, siempre juntas en sus manifestaciones que acababan en destrozos y asaltos a sedes del PP y a supermercados.
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Parece que el PP le planta cara a Polanko. A ver qué hacen Gallardón y otros.