Con motivo de la acusación de Miguel Sebastián a Ruiz Gallardón sobre su relación, personal o profesional, con una señora o señorita presuntamente comisionista, oímos decir, con orgullo realmente cómico, que en países como España y Francia la vida privada no afecta a la vida pública, lo personal no influye sobre lo profesional, al revés que en los países anglosajones, los cuales, pobrecillos, andarían un tanto atrasados al respecto. Falta observar que las democracias anglosajonas son mucho más firmes y experimentadas que las de España o Francia, ambas muy endebles y donde habitualmente marchan juntas una enorme corrupción privada y una pública no menor.
Los países anglosajones suelen prestar cierta atención a la vida personal de sus líderes, pues entienden que un putero o un alcohólico, por poner casos, no es probable que desempeñen bien sus deberes de gobernante. Y, en general, así es, aunque no siempre. Ha habido políticos virtuosos en su vida particular y muy mediocres en la pública; y también algunos de vida personal complicada, pero brillantes estadistas, suele citarse a Kennedy o al alcohólico Churchill. Sin embargo se trata más bien de excepciones. Es muy arriesgado juzgar la vida personal de nadie, pero, guste o no, una privacidad escabrosa repercute sobre la estabilidad emocional y las reacciones profesionales, siendo muy pocas las personas capaces de establecer una barrera efectiva entre ambas. Y, aunque haya excepciones, ineptitud y corrupción casi siempre van juntas, solo hay que mirar en torno. En los países anglosajones no se juzga, realmente, la vida particular de los políticos, que sigue siendo asunto de cada cual; pero se tiene en cuenta como un elemento de juicio no desdeñable en cuanto a su probable capacidad como gobernantes. No es un criterio seguro, ni mucho menos, pero tampoco es tan insensato.
Lo insensato es, como ocurre en Francia o España, que se vea casi como un mérito que un político sea "un follador de la hostia", o un pendejo capaz de enriquecerse ilegalmente pero con habilidad. Observen cuántos votos retiene el partido más corrupto, en todos los sentidos, de la historia de España. Observen el alud de telebasura y puterío en el país más cotilla y chismoso de Europa, y ya es decir.