Aunque la doctrina liberal es históricamente reciente, hunde sus raíces en la formación de la Europa cristiana occidental, con la relativa separación (y conflicto) del Papado y los poderes políticos, los derechos de las ciudades, un concepto cristiano de la libertad personal, las Cortes o parlamentos, etc. En ese sentido la tradición pre y pro liberal en España, por ejemplo, es realmente antigua, y puede contrastarse muy bien con el despotismo oriental propio de Al Ándalus, tan añorado por nuestros progres.
Pero, cita manuelp de Mises, "El liberalismo es una teoría que se interesa exclusivamente por la actividad terrenal del hombre. Procura, en última instancia, el progreso externo, el bienestar material y no se ocupa directamente, desde luego, de sus necesidades espirituales. No promete al hombre felicidad y contento; simplemente la satisfacción de aquellos deseos que, a través del mundo externo, cabe atender".
Eso es verdad del liberalismo económico, no del liberalismo en general. Y ni siquiera, totalmente, del primero. El bienestar material de la mayoría no puede conseguirse sin unas normas morales bien definidas, que entran claramente en el terreno de las "necesidades espirituales". Y es cierto que no promete felicidad y contento: se basa en un ideal de libertad, y la libertad, ya lo señaló Azaña, que a veces acertaba, "no hace al hombre feliz, lo hace solamente hombre".
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**** Zapo: "Estamos pagando la codicia ilimitada y la especulación irresponsable". ¡Qué enorme mentira! Él, su gobierno y su partido no están pagando nada, siguen beneficiándose de su codicia ilimitada y especulación irresponsable. Ningún partido ha habido más corrupto que el PSOE en la España "contemporánea".
**** Gobierno y PSOE disculpan a Garzón: "Un juez no puede vivir aislado de la realidad". Muy cierto. ¡Y qué realidad!
**** http://revista.libertaddigital.com/rupturas-y-reformas-1276236229.html
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El martes pasado, en El economista:
EL MARXISMO ESPAÑOL
Como es bien sabido, el marxismo español siempre fue nulo teóricamente –si exceptuamos a Gustavo Bueno, cuyo marxismo ofrece rasgos muy especiales–. Tenía mucho de parodia de creencia religiosa, mezclada con resentimiento social y una aspiración absolutamente inmoderada de poder para, entre otras cosas, transformar al ser humano, construir un "hombre nuevo" a imagen y semejanza de aquellos marxistas. Aspiración cómica en su absoluta inmodestia, pues los diseñadores del hombre nuevo se distinguieron siempre por una mediocridad extrema, en rigor por una notable estupidez mal disimulada con una agresividad también extrema adobada con la "lengua de madera" de la doctrina más vulgarizada.
Lógicamente, esta forma de no pensar engarzó bastante bien con los aspectos más toscos del cristianismo a partir del Vaticano II, es decir, con la Teología de la liberación y mejunjes por el estilo: llegó a cuajar una alianza informal entre tales teólogos y revolucionarios, que benefició tanto a los comunistas como perjudicó a los cristianos. Este fue uno de sus mayores éxitos en España e Hispanoamérica, cuyos frutos resultan suficientemente ilustrativos.
La inepcia teórica de nuestros marxistas les impidió el análisis más elemental cuando cayó el muro de Berlín. Incapaces de entender la ineludible relación entre la teoría y la práctica de su doctrina, se recluyeron momentáneamente, confusos y pasmados, ocultaron sus viejas ideíllas sin sustituirlas por nada; y hoy, con la crisis económica, afirman triunfantes el fin del sistema liberal-capitalista y ven no muy lejano el momento en que ellos puedan dictar a la gente lo que ha de hacer, pensar y consumir para ser un hombre nuevo. Curiosamente, es lo mismo que decían y preveían cuando la depresión de los años 30. Su rasgo principal consiste en la incapacidad de cambiar. Ligada, ya digo, a su otra incapacidad, la teórica.