Aunque los conceptos del bien y el mal no encajan mucho en la ciencia, bañan de tal modo la condición humana que parece imposible escapar de ellos. Pero el bien y el mal constituyen el tormento de la vida, dada la dificultad de localizarlos, la imposibilidad de prever con amplitud y precisión la consecuencia de nuestros actos, la frecuencia con que el bien se transforma en mal y viceversa. La religión cristiana y otras atribuyen el mal a la propia naturaleza humana (el pecado original), por lo que nadie estaría libre de él, libre de culpa, en mayor o menor proporción. Pero las ideologías, en especial las ateas ciencistas, suponen haber superado esa presunción: ellas son capaces de localizar las fuentes del mal, y, por tanto, permiten secarlas. Consiguen cumplir, por fin, la promesa de Satán: dominaréis la ciencia del bien y del mal, y seréis como dioses. El marxismo localiza el mal en la burguesía; el nazismo en los judíos, por ejemplo. Por fin se hace posible aplastar definitivamente el mal en sus portadores, y la historia humana se abre a nuevos y prodigiosos horizontes.
Si hemos de buscar una causa del extraordinario poder de sugestión de esas ideologías, creo que lo encontraremos en esa capacidad para identificar y localizar el mal. Hazaña, por así llamarla, que libera de la culpa, proporciona un enorme descanso moral y aporta una sensación de poder muy satisfactoria.
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Alcaraz califica de "lamentable" que el Gobierno prefiera atacar las manifestaciones de la AVT que las proetarras
¿Lamentable? Es bastante más que lamentable. Es una manifestación más de la COLABORACIÓN del gobierno con los terroristas. Mientras no se diga y explique esta evidencia seguiremos en el limbo.
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"Diálogos filosóficos para una nueva era (Cortesía de don Joaquín Lai Jiménez)
Bigopardo: Yo, Mitrofán, soy demócrata. No sabes la liberación que supuso para mí cuando entendí el intríngulis del asunto. La igualdad, ¿comprendes? La igualdad democrática me convierte en el igual de Einstein en ciencia o de Alfredo Kraus o Plácido Domingo en el cante, ¿te das cuenta? Mi autoestima creció una burrada…
Mitrofán: ¿Igual que Einstein, Bigo? Nunca lo hubiera creído.
Bigopardo: Sí, ya sé lo que estás pensando, que a mí nunca se me ocurrió, como a Einstein, aquello de “e igual a emece cuatro”, o tres, o lo que fuera, da igual. Pero podría habérseme ocurrido perfectamente, y si no es así es simplemente porque no se me ha puesto en los cojones. Somos iguales, y ya está.
Mitrofán: Bueno, pues será así, pero eso de que cantas como Kraus… ¡Coño, si más que cantar graznas, Bigo, te lo digo en serio!
Bigopardo: ¿Ves como eres tonto, Mitrofán? ¿Ves como eres tonto? Vamos a ver, hombre, razona como las personas. ¿Es humana o no es humana la voz de Alfredo Kraus?
Mitrofán: Pues claro que es humana.
Bigopardo: Y mi voz, ¿es humana o no es humana?
Mitrofán: Bueno, pues… Sí, supongo.
Bigopardo: Me ofendes, Mitrofán… ¿Supones?
Mitrofán: Bien, sí, de acuerdo, es humana.
Bigopardo: pues entonces, ya está, pura lógica. Nuestras voces son humanas, luego son iguales. ¿Y sabes por qué no entiendes algo tan sencillo? Pues porque has recibido una educación errónea, antidemocrática y antiigualitaria, una educación machista y patriarcal, que te hace ver las cosas al revés de como son, y porque no acabas de entender la esencia de la democracia. Dime, ¿acaso no te gustaría ser el igual de Cervantes, o de Picasso, qué se yo, o del maharajá de Kapurtala? Pues esa es la grandeza de la democracia, amigo mío. Lo que pasa es que hay que entenderlo bien, y muchos todavía os quedáis en la superficie, que si la ley, que si el voto…
Mitrofán: Es que yo he oído decir que a ver por qué va a valer lo mismo el voto de un científico que el de un barrendero…
Bigopardo: ¡Pero si eso es lo de menos, Mitrofán! A ver, ¿qué problema habría en que a Einstein, pongamos por caso, que el voto de Einstein, o el de Plácido Domingo, valiera por tres, o cinco, o hasta diez votos corrientes, si me apuras? Ningún problema, sería un reconocimiento de… Y no alteraría las cosas, salvo que la votación estuviera muy reñida, y entonces, sí, entonces se podría quedar en un voto corriente y moliente… Pero en lo demás... Vamos a suponer que tú eres Einstein, pues vas a la urna, sacas tu documentación acreditativa, el que guarda la urna apunta en la papeleta el número cinco, o el diez, para indicar que vale por cinco o diez votos, y ya está… Los problemas están para ser resueltos, hombre".