Hace ya muchos años Isaac Asimov comentaba que con los avances en medicina y especialmente en genética, llegaría a ser posible la inmortalidad, o al menos una prolongación de la vida de los individuos hoy inimaginable.
En cierto modo la inmortalidad ya existe, al menos mientras dure la especie humana. La reproducción no es otra cosa que la transmisión de nuestro cuerpo, en combinaciones diversas, de generación en generación, y seguimos viviendo, por así decir, en nuestros descendientes, tal como nuestros antepasados perviven en nosotros. Desde luego, se trata de un fenómeno inconsciente y ajeno a nuestra voluntad y a nuestros deseos (una cosa es desear tener un hijo, y otra muy distinta "ese hijo"), pero lo mismo ocurre con nuestro propio cuerpo, que ha salido a la luz sin consultar nuestro parecer y funciona por su cuenta, sin que nosotros seamos siquiera conscientes de ese funcionamiento, excepto cuando funciona mal, ni podamos influir en él más que en una mínima proporción.
La inmortalidad –solo aparente—se consigue también por la fama perdurable, que tanto interesaba a los hombres del Renacimiento. Pero es una inmortalidad limitada a escasísimos individuos, por sus hazañas fuera de lo común en cualquier campo; y además es puramente ilusoria: al recordar el nombre de una persona célebre no recordamos realmente a esa persona, cuya vida real seguimos ignorando. Y "vivir en el recuerdo" no es vivir realmente.
Muy distinta es la inmortalidad de que se viene hablando ahora… Quizá sea útil para trasladar la especie humana a otros lugares habitables, en viajes inconcebiblemente largos. Haría prácticamente innecesaria la reproducción, y la sexualidad se reduciría a un juego, o quizá desapareciese. Haría precisos también cambios cerebrales y psíquicos muy considerables. Si ya en nuestras circunstancias la repetición de los días, tan semejantes unos a otros --o tan peligrosos cuando dejan de ser semejantes y vienen repletos de emociones, como en las guerras--, ha llevado a más de uno al suicidio, resulta difícil imaginar lo que sería su repetición indefinida.
Pero el individuo siempre ha ansiado esa inmortalidad, y la muerte individual siempre le ha aterrado. ¿Qué es el individuo? Parece que algo distinto de su cuerpo, el cual, como decía al principio sí es inmortal a su modo.
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****El mendicante pro chekista y pro etarra "agradece a Bush y Sarkozy que se hayan portado "como amigos de España"
¿Como amigos de España? ¿De España?
****ORTEGA LARA, EN UN ACTO DE LA AVT
"Ni las traiciones de unos ni la mojigatería de otros nos apartarán de nuestro camino"
Esta es la actitud correcta. La AVT es la vergüenza permanente de nuestros miserables políticos. Se trata de pensar los medios a partir de la actitud. No sé si recuerdan ustedes las campañas de los proabortistas, provocadoras y vulnerando la ley o en el límite de ella. Habría que diseñar acciones de ese tipo, que no dejaran tranquila ni un momento a la chusma política.
****Aguirre cree que ante "la profundísima crisis" los ciudadanos "echan de menos al PP"
Para nada, Esperanza, para nada. Eso podría ser con un PP de Aznar. Con el Futurista Hedonista que hoy manda en ese partido, y su pandilla, los ciudadanos van a exigir al PP que se someta y ayude más a Zapo, que es quien sabe hacer las cosas y las hace.
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Un mito fundacional
“Dondequiera haya fusiles y picas, allá se presentan las bandas. En la mañana del 14 se lanzan sobre los Inválidos. Una hora después refluyen sobre la Bastilla. El gobernador, De Launay, hubiera podido defender sin gran esfuerzo con su corta guarnición de suizos e inválidos, pero le impedía hacerlo su bagaje filosófico. Parlamenta, retira los cañones, obstruye las arpilleras, hace que un emisario del Ayuntamiento visite la vieja fortaleza e invita a su mesa a dos delegados de los asaltantes.
Esta cortesía de hombre de mundo no impide que una masa enfurecida, reforzada por unos miles de curiosos, se amontone al pie de los muros, disparando sin cesar e intentando dar fuego a una de las torres. Al fin, dos hombres provistos de hachas consiguen romper las cadenas del puente levadizo, que se abate con estrépito; invadido el primer patio, saqueados los primeros locales, apuntan cuatro cañones a la segunda puerta, y entonces la guarnición se amedrenta; por instinto dispara, pierde después la cabeza y, al sentirse huérfana de mando, obliga a Launay a capitular. Un subalterno, que mandaba a los guardias sediciosos, promete por su honor de soldado que no hará daño a nadie, a despecho de lo cual Launay cae asesinado y su cadáver va a parar a un arroyo. Un pinche de cocina “que sabía trabajar la carne”, corta su cabeza, que pone sobre una pica y, seguido de una jauría salvaje, la pasea hasta la noche. Después matan al mayor, al ayudante y a un teniente; a dos individuos inválidos los ahorcan, a otro le cortan una mano. La multitud, ebria de sangre ya va hacia el Ayuntamiento; el preboste de los mercaderes, Flasselles, sale muy pálido a su encuentro y, apenas a tres pasos, cae también asesinado y no tardan en destrozar su cuerpo.
Entre tanto, las turbas exploraban la Bastilla, donde se hallaron siete presos: cuatro falsificadores, un joven pervertido encerrado a petición de su familia, y dos locos. Los falsificadores se largaron sin pedir explicaciones. El discípulo del marqués de Sade fue recibido con gran pompa por las sociedades, donde pronunció discursos enternecedores sobre la tiranía y el despotismo. A los dos locos, aclamados al principio con el mismo entusiasmo, hubo que encerrarlos al día siguiente en Charenton.
La noticia de la insurrección llegó a Versalles por la noche. Conservaba la Asamblea bastante lucidez para darse cuenta de que los horrores subsiguientes a la toma de la fortaleza no solo justificaban los temores del rey, sino que además proporcionaban a Breteuil mil razones excelentes para organizar una implacable represión, a la cual el Parlamento daría, con gusto formas legales. Por ello, los jefes de la izquierda se esforzaron sin demora en transformar en actos heroicos los crímenes de que eran instigadores sus protegidos. La leyenda de la Bastilla nació cuatro horas después del suceso. El 15, los rentistas parisienses, que despertaban avergonzados e intranquilos por haber dejado campo libre a los asesinos, supieron que no había habido nunca tales asesinos, que el pueblo entero se había levantado en defensa de la Libertad, y que las muertes de Launay y de Flasselles eran sublimes manifestaciones de su justicia soberana.
Eran superfluas estas precauciones. El rey reaccionó al saber la toma de la Bastilla del mismo modo que Lambesc bajo los cascos de botella y los ladrillos: cedió a cuanto se quiso. Despedida de Breteuil, llamada de Necker, retirada de las tropas, reconocimiento de la municipalidad ilegal, visita solemne al Ayuntamiento, arenga insolente del alcalde Bailly, cambio de escarapela blanca por la escarapela tricolor: nada le detuvo.
Para el régimen la toma de la Bastilla fue un golpe sensible: la revelación de su flaqueza. Si la toma hubiera conservado su carácter sedicioso no hubiera significado más que una momentánea impotencia policíaca sin que nada esencial quedase irremediablemente comprometido. Pero exaltada por los folicularios, ensalzada por la Asamblea, aprobada por la corte y legitimada por Luis XVI, se convertía en un signo de abdicación regia, prueba de que la monarquía renunciaba a sus principios peculiares"
(Pierre Gaxotte, La Revolución francesa, editorial Áltera)
Dados la escasa recogida de presos, y su calidad, los historiadores de izquierda declararían la Bastilla “Fortaleza del secreto y lugar sin justicia”. La justicia la harían los revolucionarios, con el Terror. ¡Ah, y el rey...!
14 de julio, toma de la Bastilla y fiesta nacional francesa.