En relación con el mito, un problema interesante, el de la incognoscibilidad. En una célebre conversación entre Einstein y Tagore, el segundo decía: “Está la realidad del papel, infinitamente distinta de la realidad de la literatura. Para el tipo de mente identificada con la polilla, que devora ese papel, la literatura no existe para nada; sin embargo, para la mente humana la literatura tiene mucho más valor que el papel en sí. De igual modo, si hubiera alguna verdad sin relación sensorial o racional con la mente humana, seguiría siendo inexistente mientras sigamos siendo humanos”. Y replica Einstein “¡Entonces yo soy más religioso que usted!”. El científico indicaba que él creía en una verdad independiente del hombre, a la cual este podría acceder, aunque probablemente solo de forma muy parcial. En relación con eso, la frase de Du Bois-Reymond ignoramus, ignorabimus (ignoramos e ignoraremos). Habría, pues, una ignorancia esencial, aparte de la provisional.
Desde su aparición en la tierra, el hombre ha sentido que había cosas conocibles y otras más allá de su capacidad intelectiva. La enorme expansión del conocimiento después de la tardía aparición del pensamiento científico ha llevado a muchos a concluir que no existen verdades inasequibles a la capacidad cognitiva humana (o si existen es como si no existieran, siguiendo a Tagore) pero esa idea constituye una profesión de fe, no científica. En sentido contrario, cabe identificar esa sensación de lo incognoscible, de lo esencialmente misterioso, como el origen de la religiosidad, pero esto plantea dos problemas, uno en torno al argumento de Tagore (si hay algo inaccesible a nuestra mente, ¿cómo podemos decir que existe?) y otro al carácter sagrado, religioso, de la impresión del misterio en la mente humana (¿por qué lo incognoscible, sea eso lo que fuere, habría de ser sagrado?)
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Rajoy, perfil bajo ante Zapo, alto frente a Esperanza Aguirre. La cual se asombra de unas reacciones que debiera haber dado por descontadas. Pero el tiempo apremia: o se decide a articular una clara alternativa en el PP con otros afines, o su ocasión habrá pasado, quizá para no volver o para volver en circunstancias mucho peores para el propio partido.
Y compárese el discurso típicamente “femenino” de Rajoy con el “viril” de Rosa Díez. Debe de ser la inversión de valores esa. No me arrepiento de haber apoyado al partido de Rosa, ojalá siga por esa vía. Y ojalá llegue a acuerdos con Ciutadans, una fuerza que puede adquirir peso, sobre todo en Cataluña.
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Esperanza Aguirre me parece muy preferible a Rajoy sin que, no obstante, difiera ella mucho de él: viene a ser la personificación del sublime ideal del futurista, la nena angloparlante y adinerada. Véase: “Nuestro partido, que (…) no tiene la menor concomitancia con el franquismo…” ¿De veras? ¿Y de dónde viene una gran parte de sus líderes y componentes, los más viejos directamente y los más jóvenes por familia? El argumento hace reír a sus adversarios políticos y a la gente común, que guiña el ojo al oírla. La presidenta de la comunidad madrileña podría decir con más verdad, en cambio, que en el mismo caso del PP están el PSOE y los separatistas.
Sigue Aguirre: “Esos alegatos a favor de "mirar hacia el futuro" han sido percibidos por muchos como una muestra de inseguridad de nuestra postura, cuando no como un intento de justificar la dictadura de Franco”. Pues no. Han sido percibidos como lo que son: puro pánico a afrontar la demagogia socialista-separatista sobre la historia, pánico propio de líderes de dignidad y altura de miras nada excesivas. “Y esa negativa a afrontar el debate ideológico en la interpretación de la Historia –porque la Historia se interpreta desde posiciones ideológicas– nos lleva a parecer herederos de un régimen antidemocrático, antiliberal y antinacional, como el franquismo.” Vamos a ver, si ustedes rechazan el debate por ideológico y a continuación dicen que la historia se interpreta siempre desde la ideología, jamás habrá debate. Pero además ¿cuándo han planteado un debate los socialistas? Lo que han planteado ha sido el falseamiento máximo de la historia por medio de una propaganda masiva y abusiva. Y ustedes, en lugar de clarificar los hechos, han contribuido a un falseamiento que enturbia el presente y el porvenir. Y que les empuja a ir siempre más allá renegando de sus propios padres (como los socialistas, claro).
En esos renuncios prosigue Aguirre definiendo al franquismo: “Un régimen que abominaba de la libertad y que negaba la Nación como sujeto de la soberanía. Un régimen con el que el Partido Popular no tiene nada que ver”. Venga, no nos haga reír: si hoy tenemos una democracia, aunque en constante deterioro, no se debe a ustedes, no se debe a los socialistas ni a los separatistas, ¡menudos héroes de la libertad todos ustedes juntos! Se debe a aquel régimen autoritario –no totalitario–, que, con ser una dictadura, hecha inevitable por el derrumbe republicano, salvó al país de la revolución, de la guerra mundial, de una nueva guerra civil, diluyó los odios que hicieron inviable la república y dejó un país próspero, gracias a lo cual fue posible una transición democrática con pocos traumas. ¿No son hazañas, no son méritos suficientes? ¿Alguno de los políticos o partidos actuales han adquirido, ni remotamente, méritos semejantes? Ustedes, a derecha e izquierda, simplemente explotan, en el mal sentido de la palabra, un legado inmejorable, mientras escupen en las tumbas de quienes lo hicieron posible, de sus propios padres muy a menudo.
Luego, la presidenta autonómica recuerda a los socialistas su carácter totalitario durante la república y su responsabilidad en el “fracaso colectivo de la guerra civil”. Bueno, menos mal. Pero ese “fracaso” impidió una revolución totalitaria, tal como el “fracaso colectivo” de la guerra civil useña mantuvo a Usa como un país unido y aseguró las bases de su prosperidad y poderío.
En fin, opino que este país seguirá moralmente enfermo mientras la falsedad sobre nuestro propio pasado siga imperando a casi todos los niveles.
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Con unos días de retraso me entero del fallecimiento de Pedro Zaragoza, el constructor de Benidorm como gran centro turístico. Del monstruo que iniciaría el destrozo de la costa levantina, se le critica también. Arduo problema: El turismo, o, mejor dicho, la en general hábil explotación del turismo, sustentó el rápido enriquecimiento de la sociedad española: ¿era un precio inevitable a pagar el estropicio paisajístico? Sin duda se pudo haber hecho mejor, pero Pedro Zaragoza, gran iniciador de la feliz aventura cuando muchas de sus malas consecuencias no podían preverse, no es responsable de que siguieran sin afrontarse cuando más que previstas estaban constatadas.
Si hubiéramos de creer a los antifranquistas retrospectivos, el régimen anterior se compuso de gentuza en la que rivalizaban la ineptitud con la corrupción (¿cómo duró tanto, entonces?); pero en realidad la dictadura intentó desde el principio ser una meritocracia y en alguna medida lo consiguió. Pedro Zaragoza fue un ejemplar típico de lo mejor del franquismo, que no resultó tan malo, sobre todo comparado con el antifranquismo.
A raíz de la publicación de Los mitos de la guerra civil me invitó a dar una conferencia en Benidorm y a visitar su excelente bodega. Volví a verlo en una comida en Madrid. Hombre franco, generoso, leal, alegre y emprendedor. Que hubiera muchos así. Harían un gran bien a la democracia.