La misión de los peritos consiste en señalar los datos y sus posibles conexiones. Si el ácido bórico sirve para enmascarar explosivos o tiene otras aplicaciones similares, y ha sido descubierto en poder de etarras y terroristas islámicos, constituye un indicio, aunque lejano, de una posible conexión entre ambos. El indicio solo cobraría peso si existen otros más.
Por otra parte, es muy razonable la hipótesis de trabajo de una conexión entre el terrorismo islámico y la ETA. Ambos terrorismos comparten fines esenciales (la destrucción de la democracia y la unidad de España, la lucha contra “el imperialismo”, etc.) y emplean los mismos medios, aunque difieran algo en el estilo. La ETA ha montado una red de relaciones internacionales con el terrorismo palestino, con la Argelia izquierdista de hace años, etc., y resultaría sorprendente que no tuviera algún lazo con los islámicos de ahora.
De ahí no se deduce por fuerza que la conexión exista, o que exista en el caso del 11-M, pero es una hipótesis necesaria en cualquier investigación.
Sin embargo Garzón y el gobierno están absolutamente empeñados en negar toda relación entre los dos terrorismos, ni siquiera como hipótesis, y esa obsesión les lleva incluso a falsificar documentos y a procesar, en un nuevo acto de ilegalidad y despotismo, a quienes apuntan la posibilidad.
La causa de esa actitud es simétrica de la que llevó al gobierno de Aznar, en un primer momento, a afirmar con excesiva fuerza que la matanza del 11-M solo podía provenir de la ETA: en tal caso tenía las elecciones ganadas; pero si era islamista, las ganaba el PSOE, probablemente. Pues el envenenamiento de la opinión pública por la propaganda izquierdista y separatista, unida a la inepcia y el miedo de la derecha, ha permitido esta perversa distinción entre un terrorismo y otro, pese a que ambos amenacen por igual a la democracia española.
Por eso cualquier indicio de implicación etarra en el 11-M encuentra un rechazo furioso por parte del gobierno y sus servidores. Un gobierno ilegal, no lo olvidemos, que colabora políticamente en los designios de los asesinos, presentando su felonía como proceso de paz.
Con todo, tengo la impresión de que la hipótesis decisiva tiene menos relación con la ETA que con el mismo PSOE. Si, como parece, los implicados eran confidentes o estaban controlados por policías ligados a ese partido, nos encontraríamos, en el mejor de los casos, con una negligencia realmente espantosa. Y en el peor, con una colaboración real, al estilo de la producida hace unas semanas con la ETA, con muy probable origen directo en Ferraz. ¿Se ha investigado a aquellos policías? ¿Se les ha destituido por su –en principio– negligencia? Todo lo contrario.
Ahí radica la clave, a mi juicio.