Curiosamente, muy pocos libros de historia lo tienen en cuenta: en ningún país de Europa occidental ha desempeñado el terrorismo un papel tan importante como en España para el derrumbe de las libertades.
La Restauración debió su ruina, en muy alta medida, a la serie insufrible de atentados ácratas.
Durante la república, el terrorismo socialista causó la reacción de la Falange y fue factor clave en la descomposición de la legalidad entre febrero y julio de 1936, culminada en el magnicidio de Calvo Sotelo.
La actual democracia ha sufrido año tras año el intento del terrorismo nacionalista vasco de echar abajo la Constitución, la democracia española, mediante una sucesión de asesinatos brutales. Hoy la ETA se siente cerca de lograr sus fines.
Pero el crimen con pretensiones políticas no habría pesado tanto en nuestra historia reciente de no haber sido por sus amplias complicidades. En la Restauración se combinó con la demagogia del PSOE y los separatismos, dispuestos ya, a su vez, a recurrir a las pistolas. Bajo la república, el crimen contó desde el primer momento con el apoyo de partidos en el poder, y ya de forma desbocada bajo el Frente Popular.
Y en nuestra democracia actual ha disfrutado de la complicidad política de los abundantes recogenueces, en especial --pero no sólo-- del PNV. Y, hoy, de un PSOE dedicado a hundir la Constitución desde el poder. El crimen y la corrupción aliados para traernos "la paz", es decir, la destrucción de la ley y la unidad de España.
Quienes olvidan su pasado están condenados a repetirlo.