Tal como Zapo llama "proceso de paz" al desmantelamiento de la constitución y de la unidad de España en obsequio de los terroristas y los secesionistas, o "alianza de civilizaciones" a sus chanchullos con las dictaduras potencialmente más dañinas para España, o "igualdad de género" a la destrucción de la igualdad ante la ley, Gallardón llama "centrismo y moderación" a la integración del PP en los diseños políticos de Zapo. Vamos, que "moderación y centrismo" es, para él, la colaboración con la delincuencia política. La política como farsa delictiva.
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Me sorprende que un escritor generalmente tan agudo como Arcadi Espada coincida con Gallardón en considerar aceptable la sentencia sobre el 11-m. Según ella, se trató
del encuentro entre un minero medio loco y unos cuantos delincuentes musulmanes, varios de ellos confidentes o controlados por la policía, a quienes se les ocurrió poner bombas en los trenes de Madrid justamente en vísperas de las elecciones. Sin motivación –ni siquiera la guerra de Irak–, sin orientación política concreta, sin que tuviera nada que ver el hecho de la confidencia o el control policial, sin que se aclarase nunca del todo el explosivo utilizado, ni las maniobras iniciales de la policía, deteniendo a mansalva a inocentes evidentísimos...
Hay además otros dos aspectos del asunto que provocan inevitablemente una profunda insatisfacción: el juez demostró luego públicamente una fuerte inclinación política,
explotando la resonancia del caso;
aprovechamiento también económico, por parte de su esposa, que publicó de inmediato un libro por lo menos indiscreto, una promesa clara de superventas en el momento preciso. El juez en ningún momento vio reprobable la acción de su mujer, la cual, justificó, solo quería "realizarse".
Estas cosas ocurren hoy en España y, al parecer, constituyen
la normalidad. O quiere la chusma política que constituyan la normalidad, como en cualquier república bananera.
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Cuando la izquierda y los separatistas en pleno, más Gallardón y los suyos, se lanzan en tromba sobre Jiménez Losantos para intentar silenciarlo a toda costa, ciertos católicos,
más bien catolicorros, se suman a la campaña. Demuestran con ello tres cosas:
a) que son tan antidemócratas y liberticidas como los otros
b) que bajo sus invocaciones religiosas ocultan una insondable mezquindad
c) que son unos completos ineptos: Zapo y los suyos jamás se empeñarían en silenciarlos a ellos como intentan hacerlo con Federico. Al contrario, esa gente, si la dejaran, hundiría a la COPE y conseguirían espantar de la Iglesia a la media España que sigue creyendo en ella. "Aliados objetivos" podría llamarlos el gobierno.
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"Según la tradición, Don Oppas es enviado por los moros, como noble visigodo, para convencer a Don Pelayo de que se entregue. Las Crónicas nos han dejado una conversación que probablemente no fue así, pero que tiene interés recordar:
– Don Oppas:
Hermano, estoy seguro de que trabajas inútilmente. ¿Qué resistencia has de oponer en esta cueva, cuando toda España y sus ejércitos unidos bajo el poder de los godos no pudieron resistir el ímpetu de los ismaelitas? Escucha un consejo: retírate a gozar de los muchos bienes que fueron tuyos, en paz con los árabes como hacen los demás.
O sea, que a gozar y callar, que es tentación muy extendida en todos los tiempos. Pero Don Pelayo era hombre de principios. Y esto es lo que contestó:
– Don Pelayo:
No quiero amistad con los sarracenos ni sujetarme a su imperio. Porque ¿no sabes tú que la Iglesia de Dios se compara a la luna, que estando eclipsada vuelve a su plenitud? Confiamos, pues, en la misericordia de Dios, que de este monte que ves saldrá la salud de España. Tú y tus hermanos, Don Julián, ministros de Satanás, determinasteis entregar a esas gentes el reino de los godos; pero nosotros, teniendo por abogado ante Dios Padre a Nuestro Señor Jesucristo, despreciamos a esa multitud de paganos, en cuyo nombre vienes, y por la intercesión de la Madre de Dios, que es la Madre de misericordia, creemos que este reducida gente de ciento cinco godos ha de crecer y aumentar tanto como semillas salen de un pequeñísimo grano de mostaza.
Cuenta la Crónica que Don Oppas, viendo que Pelayo no se entregaría, volvió a las líneas moras y dijo:
– Don Oppas:
Marchad hacia la cueva y luchad, que si no es por medio de la espada nada podremos conseguir de él.
Lo que pasó después solo Dios los sabe. Lo crónica dice que los moros se aprestaron a lanzar contra la cueva una nube letal de saetas y piedras, pero que piedras y saetas, milagrosamente, al cruzar el aire volvían sobre sí y caían de nuevo sobre la morisma, sembrando en las huestes de Al Qama muerte y confusión. Pelayo, dando gracias al cielo, arremetió al frente de los suyos contra la vanguardia mora, mientras otros cristianos, apostados en las laderas del valle, arrojaban piedras y troncos y dardos sobre el grueso de la fuerza enemiga. El ejército de Al Qama huyó despavorido, pero los de Pelayo le dieron caza en el campo de Cangas, en el llano, donde murió Al Qama y fue hecho preso Don Oppas, del que nunca más se supo.
Los historiadores actuales, como es natural, describen los sucesos de otra manera. Probablemente, dicen, no hubo exactamente una batalla, sino más bien una escaramuza o una emboscada, como debió de haber muchas en aquellos años y en esos mismos parajes. En un terreno tan estrecho como el de los valles de la montaña asturiana, donde es imposible hacer maniobrar a una fuerza numerosa, los moros debieron de calcular que no podrían sacar de allí a los sublevados. Esto debió de haber ocurrido otras veces. Pero en esta ocasión, sin embargo, el hecho es que los musulmanes fueron rechazados muy lejos. Que Pelayo pudo salir de su reducto. Que pudo llegar de nuevo a Cangas, reinar allí con su pequeña corte y extender sus territorios. Y el ejemplo de Pelayo tuvo tanta fuerza que otros muchos, en la cornisa norte de España, se levantaron. Los moros no tardarían en abandonar Gijón..."
(En J. J. Esparza,
La gesta española, eds. Áltera).