Contra lo que parece, la democracia no es el "poder del pueblo", un concepto en sí mismo imposible (¿sobre quiénes podría ejercerse?), sino, básicamente, la limitación del poder mediante frenos y garantías (separación de poderes, libertades), la legitimación del mismo mediante elecciones libres, y la sujeción de quienes lo ejercen al escrutinio público.
Hasta ahora no se ha inventado otra democracia real que la liberal.
Contra lo que creen algunos, la democracia no es la plasmación de ideas y derechos "de sentido común" o que "caen de su peso", sino el resultado de un proceso de pensamiento y práctica de siglos, por no decir de milenios. No es que otros regímenes anteriores fueran "antidemocráticos" (cuando no existía realmente esa idea), o necesariamente despóticos o contrarios a la justicia y a la libertad. Pero una vez establecidas las ideas democráticas, se han extendido, al menos en las sociedades de raíz cristiana, y hoy hasta sus enemigos se ven obligados a emplear la palabra para justificarse (los soviets eran "democracia popular" o "proletaria", otros hablan de "democracia orgánica", etc.)
Así, en la actualidad la alternativa a la democracia supone el principio, hoy inadmisible, de que hay unos grupos sociales restringidos que poseen la verdad –incluso se invoca la religión al respecto, como si el cristianismo fuera directamente una doctrina política– y por tanto tienen derecho a quitar a otros la libertad, por el "bien" social y hasta de los propios perseguidos.
La democracia puede perfecccionarse, pero parece difícil sustituirla por algo mejor. Al menos hasta ahora todas las alternativas a la democracia han consistido en limitaciones, con tendencia a hacerse drásticas, de la libertad y del control público del poder, facilitando la expansión de este a costa del resto de la sociedad.
Tampoco la democracia es un sistema seguro y estable. Puede caer y ha caído bastantes veces, y debe defenderse contra sus enemigos. Además, puede desvirtuarse de manera subrepticia y degenerar en una tiranía "amable", doblemente repulsiva, como la que previó Tocqueville y trata de imponerse ahora en España, en plena involución.
Un problema de la democracia en España ha sido que su bandera fue usurpada por unas izquierdas mesiánicas y/o separatistas, lo cual ha causado auténtico terror en una derecha incapaz de poner las cosas en su sitio, teórica y prácticamente, desembocando todo ello en la guerra civil. La causa de esta deficiencia la ha estudiado José María Marco en La libertad traicionada: fue la renuncia a la libertad por parte de los intelectuales regeneracionistas y otros, elaboradores de un nacionalismo español muy parecido a los nacionalismos vasco y catalán.
**** http://www.publico.es/espana/actualidad/174835/historiadores/combaten/publicistas
"Detrás de los revisionistas hay más negocios que convicciones", asegura Reig Tapia. Cierto, recibimos subvenciones millonarias del gobierno, no como Reig y compañía, que luchan heroicamente, a brazo partido, contra un poder hostil. Por cierto, Reig catedrea en la Rovira i Virgili, donde estudiaba aquel simpático Ripollet i Bohigas, que tanto viajaba y escribía a su maestro espiritual Bofarull i Bofarull, de la Pompeu.
Debe reconocerse que este Reig Tapia es impagable. Escribió, con prólogo de Preston y ayuda de una pléyade de profundos historiadores, un Anti Moa de 500 páginas centrado en la tesis de que no merecía la pena prestarme la menor atención; y luego otro tocho de 300 páginas en letra más pequeña, "nuevo y "definitivo" ensayo" (las comillas de definitivo son suyas), último que me dirija, asegura. Pero el hombre no para, y no sabe cuánto se lo agradezco: es de los poquísimos progres a quienes no puedo acusar de opinar sin haber leído algún libro mío. Él sí lo ha hecho. Resulta más dudoso que lo haya entendido, pero eso es lo de menos:
En fin, en honor del camarada Reig, un bello himno en dos versiones, la primera en plan Wehrmacht y la segunda por una banda de música del Ejército Popular chino actuando en Alemania, al parecer:
http://www.youtube.com/results?search_query=Alte+kameraden&search_type=&aq=f
http://www.youtube.com/watch?v=TPCsGIiciLM
**** "Leguina llama a Garzón "Juez Campeador" y "perejil de todas las salsas"
"Campeador", elogio por completo inmerecido. Pero en este tiempo de inversión de valores, de simpatía por Al Ándalus y de trola y tontería casi generalizadas, parece haberse convertido en un insulto.
**** Como es bien sabido, los vascos, desde la Edad Media, han preferido de forma absolutamente abrumadora utilizar el castellano o español común como lengua de cultura y de comunicación con los demás españoles. Lo mismo ha ocurrido, aunque en menor medida, con los gallegos y los catalanes: la literatura catalana o gallega en español común es muy superior, en cantidad y calidad, a la escrita en los idiomas regionales. Los nacionalistas intentan desde la transición cambiar esta dinámica, pero no hacen otra cosa que llenar esos bellos idiomas de basura seudoliteraria, de resentimientos y embustes. Julián Marías decía que, por mucho que admiraba la cultura y el idioma alemanes, había llegado a detestar el último, por el uso que de él hacían los nacionalsocialistas. Algo semejante ocurre ahora.
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Por el tiempo en que el reino de Oviedo se consolidaba y extendía, entre recias penalidades, la Marca Hispánica sufrió diversos avatares. La frontera debió haber llegado al río Ebro, pero no logró pasar de Barcelona y Pamplona, y quedó dividida en trece o quince condados, desde el norte de la actual Navarra al Mediterráneo, a lo largo del inmediato sur de los Pirineos. Contra ella los andalusíes alzaron su propia marca superior por el valle del Ebro, desde Tudela al mar, con sede principal en Zaragoza, y dividida en diversas "coras", equivalente aproximado de los condados cristianos. La supervivencia de la Marca Hispánica dependió en gran medida de las continuas contiendas entre muladíes, magrebíes y árabes, y de unos y otros con el emirato, pues la marca norteña musulmana apenas obedecía a Córdoba, y así, pocas veces estaban en condiciones de atacar seriamente la marca cristiana. Las aceifas cordobesas castigaban especialmente al reino de Oviedo, incluyendo su parte extrema de Álava y Vizcaya.
A lo largo del siglo IX la Marca Hispánica sufriría una doble tensión, frente a los andalusíes por un lado y por otro hacia los francos, no muy bien soportados, pese a haber liberados ellos de los muslimes aquellos territorios. La zona occidental de la marca incluía buena parte del territorio vascón, en la actual Navarra, en cuyos montes norteños vivía la población menos romanizada y cristianizada de España; como hemos visto, a raíz de la caída del Imperio Romano, los montañeses se habían impuesto sobre los latinizados llanos, valles y litoral, y luego habían causado no pocas inquietudes al reino de Toledo. Entonces los vascones repudiaron muy pronto a los francos, al tiempo que se aliaban con los descendientes islamizados del conde visigodo Casio, llamados Banu Qasi (Hijos de Casio), que dominaban las tierras de Tudela, la Rioja y parte del actual Aragón. Los Banu Qasi habían apoyado a Córdoba contra las frecuentes rebeliones, fueran de los moros o de ciudades como Zaragoza o Tortosa, pero en el siglo IX pasaron a enfrentarse a menudo con los emires. La alianza entre los Banu Qasi y el caudillo vascón Íñigo Arista dio lugar a revueltas contra los francos, culminadas en 824 en la segunda batalla de Roncesvalles, donde fueron vencidos los condes designados por el ya emperador Ludovico Pío. Así nació el reino de Pamplona, expulsando a los francos también de otros condados del actual Aragón pirenaico.
La alianza entre los cristianos vascones y los islámicos terminaría bajo el reinado de García Iñiguez, hijo del anterior. Éste fue capturado por los vikingos en 859, en Pamplona, y se liberó pagando un rescate. Luego escogió aliarse con Oviedo, gobernado entonces por Ordoño I, y entre ambos infligieron en Albelda una dura derrota a sus ex aliados musulmanes, aunque el emir de Córdoba, como reacción, tomó y saqueó Pamplona. García Iñiguez también estimuló con el mayor interés las peregrinaciones a Santiago, tanto de vascones como de gente procedente de Francia.
Al revés que la región vascona, la parte oriental de los Pirineos, por las posteriores Cataluña y Aragón, se hallaban entre las más profundamente latinizadas y cristianizadas, y habían sido fieles, sin mayores problemas, al reino de Toledo. Los francos impusieron allí a varios condes visigodos, tal vez para evitar tensiones, y la región supirenaica hasta Barcelona fue denominada Gotia, o también Septimania, como la transpirenaica, y en ella regía el Fuero Juzgo, como en las demás zonas cristianas. La población aceptaba mal a los francos y hubo revueltas contra ellos, a veces con ayuda sarracena. El nombramiento en 826 de un conde franco, Bernat, hijo de uno de los conquistadores de Barcelona, Guillermo de Tolosa, dio pie a una revuelta local, que fue sofocada (a su vez Bernat perdería la cabeza –decapitado– en 844, tras rebelarse, con poca suerte, contra su rey Carlos el Calvo). En conjunto, durante el siglo IX los territorios de la Marca Hispánica irían perdiendo su dependencia de los francos, pero mantendrían una situación confusa entre ellos y los islámicos, sin lograr avanzar hacia el sur hasta el siglo siguiente.