Conversación de sobremesa: "No deja de ser una ironía que los campos de exterminio se hayan convertido en una atracción turística". Ironía extraña, y no por voluntad o cálculo de alguien. "Sorprende hasta qué punto la guerra mundial sigue presente en Alemania". Una respuesta: "¡Y el jugo que le sacan!". Observación inapropiada: para los alemanes solo puede constituir un tormento moral subyacente. Porque la mayoría de ellos estuvieron con Hitler. Comenta una guía (alemana): "Al día siguiente de la derrota, nadie había sido nazi ni conocido a nadie que lo hubiera sido". Es duro hablar así de los propios padres, y la culpa, constantemente recordada, debe de resultar muy difícil de digerir. También podrían considerar los alemanes que ya han pagado suficientemente por aquellos hechos, y que quiénes son los demás para ponerse en plan de fiscales perpetuos e incorruptibles...
"Ha pasado y puede repetirse", indicó, con razón, Primo Levi. Pero ¿qué ha pasado? Los genocidios han sido parte de la historia humana. La conquista de la Tierra Prometida por los judíos tuvo bastante de guerra de exterminio, según relata la Biblia, y antes y después ha habido muchos sucesos parecidos. Hasta el siglo XX los crímenes masivos han surgido más de una situación de conflicto extremo (caso también de los bombardeos aliados sobre la población civil alemana y japonesa) o de una cierta instintividad, que de una teorización científica. Lo que convierte el Holocausto en un caso especial es precisamente ese carácter teorizado, frío y científico, donde el odio desempeña un papel accesorio (había más bien desprecio por los "infrahombres"). Von Luck, en sus memorias (traducción absolutamente infame, deliberadamente infame, pues cuesta creer tanta ignorancia e ineptitud) cita a algún jefe de campo de concentración convencido de estar cumpliendo un deber igual que un jefe militar en el frente, una labor no menos importante para la victoria, a desarrollar de forma concienzuda y con eficacia técnica, al modo de una operación quirúrgica.
Caso especial el Holocausto, pero no único. El mismo principio, las mismas pretensiones científicas rigen para los genocidios comunistas: los denominados burgueses –explotadores y obstáculos al progreso en la etapa histórica actual– pueden, y en muchos casos deben, sufrir exterminio, por el bien de una humanidad emancipada, pacífica, amorosa, y productiva.
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** Toda historia de la España reciente que parta de considerar al Frente Popular un gobierno o un régimen legítimo solo puede ser, por eso mismo, una acumulación de desvirtuaciones.
** Quienes pintan a Franco con los rasgos de un mediocre algo estúpido y sediento de sangre no retratan a Franco, sino a sí mismos. Con la excepción, acaso, del tercer rasgo, en ocasiones.
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"Sr. Moa, su caso me recuerda el chiste del que conduce por una autopista y oye por la radio: "¡Atención, un loco va por la autopista en dirección contraria!". "¡Cómo que un loco! –murmura el conductor– ¡Decenas, cientos, miles de locos!" Así usted contra los historiadores profesionales.
M. B. C."
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El martes pasado, en El economista
UN ERROR DEL MANIFIESTO
El manifiesto por la lengua común afirma: "nuestro idioma goza de una pujanza envidiable y creciente en el mundo entero, sólo superada por el chino y el inglés".
Tal vez, si solo pensamos en el número de hablantes, pero nada más. Ignoro el caso del chino, pero el inglés nos supera de forma absoluta y creciente en todos los campos de la creación cultural superior, media e inferior, desde la biología hasta las más trivial música popular. Y nos supera hasta el punto de que la cultura en español, aparte de muy poco creativa hoy, y acosada en la misma España por los secesionismos, se ha convertido en un satélite de escasa enjundia de la cultura anglosajona.
Pongamos el caso de la ciencia, cuya relevancia cultural no solo es ya clave, sino que no deja de crecer. Los cuatrocientos millones de hispanohablantes componen todo un mundo, en el cual la ciencia debiera tener un papel relevante, si quiere subsistir como una verdadera cultura y no limitar su lengua al plano doméstico y la canción chabacana. Pues bien, no hay una sola revista científica prestigiosa hispana. Ni aun de divulgación científica. Curiosamente, en España se hace cada vez más ciencia, pero el español está cada vez más vedado en ella. Me explicaba el matemático Alberto Pérez de Vargas: "Los escritos de matemáticas enviados en español son directamente tirados a la papelera ¡en las publicaciones españolas! ¡Hasta la filología hispánica se escribe cada vez más en inglés, por estudiosos españoles! He aquí un dato sintomático: nos reunimos científicos españoles e hispanoamericanos en la Universidad de la Rábida y... ¡nos comunicamos en inglés!".
No, nuestro idioma dista de gozar de pujanza alguna, pues cada vez es menos expresión de cultura superior o de cultura a secas, y cada vez más de simple basura. Pocas cosas de interés se publican en español. No es una batalla perdida, pero afrontarla exige admitir los hechos.