La llamada por los cursiprogres o cursiregres "violencia de género" es solo la punta del iceberg, la manifestación más brutal, de un cúmulo de sufrimientos semiocultos generados por el fracaso matrimonial y familiar, con graves repercusiones sobre los hijos, muchos de los cuales quedan deformados psíquicamente por vida.
A su vez los tremendos índices de ese fracaso, del que los progres, dominantes en los medios, quieren apartar la atención, nacen en gran medida y precisamente de las políticas de ingeniería social, pretendidamente liberadora, que ellos mismos vienen aplicando desde hace decenios. Cuando "denuncian" la violencia de género atribuyéndola al "machismo" y similares, obran como los bomberos pirómanos o pirómanos bomberos, un deporte en que son campeonas esas personas.
Sorprendentemente, apenas hay, o apenas llegan al gran público, estudios y reportajes sobre esa plaga de nuestro tiempo: el fracaso cada vez más masivo en las relaciones entre hombres y mujeres, un fenómeno cada vez más extendido en Europa, y uno de cuyos subproductos es el número también creciente de abortos. Parece una sociedad sin interés por su propia supervivencia.
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"En español se expresó Carlos I (o V) ante el papa y los embajadores franceses, uno de ello obispo. Al pedirle los embajadores que hablase en una lengua más inteligible, volvió la espalda a uno y contestó: "Señor obispo, entiéndame si quiere; y no espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana". La célebre anécdota la cuenta Brantôme en su Bravuconadas de los españoles, publicada por la editorial Áltera, de Javier Ruiz Portella".