****Ahora necesita el inglés para todo, dice un anuncio. Por lo tanto, el español para nada.
**En español es Baviera, no Bavaria. Inglés para todo.
****Blog, Askari: Ya lo dijo Clausewitz , las posibilidades de ganar una guerra salen del producto de dos factores , que son Medios y Voluntad.
Creo que es más importante la voluntad que los medios, porque con la primera se pueden conseguir los segundos, mientras que si falla la voluntad fallan igualmente los medios. Pero hay un tercer factor a mi juicio más importante: la inteligencia, en el triple sentido de capacidad de planeación a corto y a largo plazo, adiestramiento, y conocimiento de los planes enemigos. Esto último es fundamental, porque sin ello se actúa por simples conjeturas más o menos fundadas, cuando no a ciegas. Por eso decía que las victorias alemanas resultan más sorprendentes, casi siempre en inferioridad material y con sus comunicaciones descifradas. En mi opinión, dichas victorias se debían a su adiestramiento y destreza en la acción a plazo corto o medio. La estrategia (visión general) de Hitler fracasó cuando atacó a la URSS disponiendo, además, de información deficiente sobre sus capacidades y planes. Si en 1941 hubiera dado prioridad al norte de África habría llegado fácilmente, con mucho menos esfuerzo y antes de que Usa interviniese, al petróleo de Oriente Próximo y al Cáucaso (Irán, además, le era favorable), infligiendo un auténtico desastre a los británicos y amenazando de paso el vital petróleo soviético. Esta estrategia, querida por Raeder, fue desestimada (afortunadamente) debido al error político de Hitler de dejar a Italia el control del Mediterráneo y pensar en el Afrika Korps más bien como una unidad auxiliar. En fin, esto no deja de ser un poco de estrategia de café, pero suena bastante razonable.
La inferioridad material de Alemania se mantuvo siempre. Los datos y cuentas sobre aviones, tanques, divisiones, etc., en un momento dado suelen variar de unos tratadistas a otros, y por otra parte la habilidad táctica consiste en gran parte en descubrir el punto decisivo y ganar allí superioridad, aunque se pierda en el resto, por lo que a menudo en la historia los menos han ganado a los más, contra lo que dicen los bobalicones versillos “Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos…”. Pero apreciaremos las cosas mejor de este modo: Francia e Inglaterra (que era mucho más que Inglaterra, pues se trataba del Imperio británico y gozaba de la neutralidad benévola de Usa) superaban con mucho a Alemania en población y recursos, el ejército francés de tierra estaba considerado el mejor del mundo, máxime reforzado por el británico (otra cosa es que los franceses se quejasen de que los británicos les habían abandonado en momentos importantes). Lo que dio la victoria a Alemania no fue el número de aviones o de tanques, sino la inteligencia de emplearlos de un modo peculiar e irrumpir por donde eran menos esperados. Aunque Francia quedó perdida, el Imperio británico seguía representando un poder demográfico y material superior al alemán, si bien tenía el problema de sus comunicaciones marítimas (pero nunca llegó a perder la superioridad naval). La sola Inglaterra fue capaz de superar bien pronto la producción alemana de aviones.
Cuando Alemania atacó a la URSS, la ventaja demográfica y material de sus enemigos, sumada, se hizo simplemente abrumadora. Fue durante un tiempo la inteligencia de la Wehrmacht la que le permitió aún obtener grandes victorias, pero la batalla de Moscú señaló el límite de sus posibilidades. Y cuando, poco después, Usa entró en liza, la superioridad material de los Aliados se volvió ya aplastante, ayudada además, de modo crucial, por el desciframiento de las comunicaciones alemanas, que les permitía prever la mayor parte de los movimientos enemigos. Solo una extraordinaria inteligencia en adiestramiento, flexibilidad y planeación táctica permitió a Alemania mantener la lucha varios años más y obtener todavía victorias importantes, aunque ya ninguna decisiva.
** Escali: No es la primera vez que escucho de boca de personas enormemente informadas, como Gustavo deArístegui, la razón principal, que no fué otra que una razón militar, la de decidir el escenario de la guerra. Estados Unidos se enfrentó el 11 de Septiembre a una guerra abierta con el mundo islámico, y decidió que el campo de batalla no podían ser las calles de los Estados Unidos. Asi que llevó ciento cincuenta mil soldados a Irak porque decidió que Irak tenía que ser el campo de batalla. Fué, por tanto, una decisión militar y estratégica, y a mi juicio acertadísima. A partir de ese momento todos los activistas islámicos se fueron a Irak a poner bombas, y no se volvió a poner una sola en Estados Unidos.
No se enfrentó al mundo islámico, sino al terrorismo islámico. Y un grupo terrorista, y más si es islámico, puede no depender de ningún país en concreto. El único modo de evitar que actúe en Usa es aumentar el control de aduanas, fronteras y de los propios musulmanes en el país, aparte de la infiltración, etc. Atacar un país entero no tiene la más mínima utilidad al respecto. Y no todos los activistas islámicos fueron a Irak, desde luego. Las bombas siguieron estallando en diversos países, e Irak y Afganistán se han convertido en una verdadera trampa, costosísima, para Usa. Dicen que en Irak les va mejor y que los propios irakíes están tomando las riendas. De momento han sido los cristianos del país los que parecen estar pagando el pato, y ya veremos qué pasa si los useños, cansados del coste económico y político de sostener aquello, se marchan. Por lo que se refiere a Afganistán, no solo van mal las cosas, sino que Pakistán también está siendo desestabilizado. Arístegui puede estar muy informado, pero he conocido a gente muy informada que no sabía qué hacer con su información, sacaba conclusiones absurdas de ella. En el gremio de los historiadores abunda el fenómeno.
****Señor Moa, ahora se mete usted con Stanley Payne, que tanto le ha elogiado a usted. ¿Es que tiene que pelearse con todo el mundo? ¡Qué furia absurda! No le va a quedar ni un amigo. Por cierto, ¿ya no publica usted en Epoca? Antonio Fernández, Madrid.
Creo que ya lo he explicado: un debate no es una pelea ni tiene por qué bajar al terreno personal, ni yo me he convertido en enemigo de Payne ni él de mí. Y una publicación liberal sin debates no es una verdadera publicación liberal. Lo de Época me parece que es lo de siempre: la independencia personal y política tiene un coste. Qué le vamos a hacer. Ya me pasó en La Razón y otros sitios.
****Señor Moa, leo en su libro Años de hierro, p. 473: “Durante la I Guerra Mundial el gobierno de Wilson impulsó, mediante la Comisión Creel, una campaña de propaganda de un estilo que sería luego imitado por los regímenes totalitarios, con mentiras increíbles pero emocionalmente motivadoras sobre la barbarie de los soldados alemanes, una de cuyas diversiones sería cortar las manos a los bebés belgas y franceses o ensartarlo en bayonetas”. Si fueran increíbles no tendrían efecto. ¿No sería mejor decir “exageradas”? Por lo demás, su libro consigue algo que logran muy pocos historiadores: hilvanar la marcha de la guerra mundial con los acontecimientos de España, los movimientos estratégicos con los puntos de vista y penalidades de los soldados de a pie, la política, la alta cultura y la cultura popular en España. Me ha parecido un gran libro, que en un país menos anormal y envidioso suscitaría la mayor atención. C.L. V.
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Ruego a mis amables lectores den la mayor difusión a este texto:
Ha salido el libro El Valle de los Caídos. Crónica de una persecución salvaje, de Pablo Linares y José María Manrique (Ap. de correos 156.166, Madrid 28080). Con prólogo mío:
Para entender la inicua y demencial persecución del actual gobierno socialista al Valle de los Caídos es preciso tener en cuenta varios hechos históricos concluyentes, pero sobre los que se ha querido establecer un tabú antidemocrático.
1.- El monumento tiene, en primer lugar, carácter religioso. Y rasgo esencial de la izquierda en España ha sido un odio exacerbado al cristianismo, es decir, al fundamento de la cultura española y occidental. Odio que ha causado terribles crímenes en tiempos aún recientes.
Efecto de ese odio fue el intento de erradicar hasta la memoria de la tradición cristiana en España, manifestado en el asesinato, auténticamente sádico, de unos siete mil clérigos (sacerdotes, monjas, monjes y obispos) y de miles de personas más por el mero hecho de confesar la fe católica; en la destrucción total o parcial, y saqueo de unas 20.000 iglesias, ermitas y capillas, muchas de ellas de extraordinario valor histórico o artístico; en el incendio de bibliotecas como la franciscana de Sarriá, con cien mil volúmenes, la de Igualada, con cincuenta mil, la del seminario de Barcelona o la de los capuchinos, con cuarenta mil, y las de muchos particulares tenidos por personas religiosas, que sumaban decenas de miles de libros más, esto solo en Barcelona. Algo semejante ocurrió en Madrid y, a menor escala, en muchas otras provincias, donde ardieron monasterios con sus bibliotecas, museos religiosos, archivos, retablos, pinturas, tallas… Todo ello acompañado de profanaciones y ultrajes de todo género. La cruz fue erradicada del espacio público y destrozada incluso en los cementerios.
La tradición de este tipo de ataques se remonta al siglo XIX, pero en la II República alcanzó un furor genocida ya mucho antes de la guerra, empezando por la quema, en 1931, de más de cien templos, bibliotecas y centros de enseñanza.
No sobra recordar estos hechos porque el actual presidente del gobierno se ha proclamado “rojo”, como los autores de aquel genocidio, y el gobierno se identifica ideológicamente con el Frente Popular, autor de la mayoría de aquellos crímenes. Quizá lo haga en parte por frivolidad e ignorancia, pero debe reconocerse que, a) jamás el gobierno ni nadie en la izquierda ha expresado el menor sentimiento o análisis autocrítico por la gigantesca masacre, y no es raro observar de su parte referencias burlonas o despectivas a ella; b) jamás ha expresado tampoco, desde un punto de vista laico, el menor pesar por los daños infligidos al patrimonio cultural, artístico e histórico del pueblo español; c) ese gobierno ha emprendido campañas para erradicar la cruz del espacio público y la enseñanza; d) alentada por tales campañas, ha resurgido en años recientes la vieja verborrea anticristiana, acompañada de agresiones, amenazas y violencias hoy por hoy menores, pero alarmantes, dados los precedentes.
El acoso al Valle de los Caídos, por tanto, solo puede entenderse como una nueva expresión de ese odio incivil y a menudo vesánico de la izquierda “roja” al cristianismo, que parecía superado desde la transición democrática.
2.- El monumento expresa la victoria histórica sobre una revolución de orientación totalitaria concretada en un Frente Popular capaz de barbarie como la mencionada. Un Frente Popular al que se sienten próximos, política y sentimentalmente, un gobierno y una izquierda de nuevo radicalizados después de más de treinta años de democracia. Parte de esa radicalización consiste en el intento de imponer desde el poder una versión fantástica de la guerra civil como enfrentamiento entre fascismo y democracia, según tesis de la antigua propaganda comunista. Una democracia encarnada por marxistas, stalinistas, anarquistas, golpistas republicanos y racistas del PNV, bajo la protección de Stalin. Tan burda falsificación, el “Himalaya de mentiras” de que hablaba el socialista moderado Julián Besteiro, entraña la reivindicación de los genocidas de entonces y de los chekistas, presentados como “víctimas” del franquismo e igualados a los inocentes. Desde esa tesis, el Valle de los Caídos solo podría ser una injuria permanente que debe borrarse del mapa o cambiar de carácter por completo. La versión gubernamental de la historia también supone la deslegitimación de la actual democracia, procedente del régimen de Franco “de la ley a la ley”. En tal sentido, el ataque al Valle de los Caídos lo es también a la democracia.
3.- El monumento simboliza asimismo la reconciliación entre los españoles. Si hubiéramos de buscar la causa esencial del fracaso de la república, la encontraríamos en los odios exacerbados de la época. Odios cultivados ante todo por unas izquierdas utópicas que creían llegado el momento de hacer tabla rasa de la historia anterior para establecer una “emancipación” humana simplista, contradictoria e intelectualmente huera. Pues bien, en el Valle de los Caídos están enterrados combatientes de los dos bandos de la guerra. Y no se trata de una mera intención, pues es un hecho que bajo el régimen anterior los odios republicanos se disolvieron, siendo esa reconciliación el cimiento que permitió la transición, sin muchos traumas, de un régimen autoritario a una democracia liberal. Democracia sometida en los últimos años a mil tensiones y a una involución, reflejada también en el hostigamiento al Valle de los Caídos.
4.- El monumento ha sido a lo largo de los años uno de los más visitados de España por nacionales y extranjeros, y ello se debe, aparte otras razones, a su sobresaliente calidad estética. Probablemente ningún otro monumento construido en el siglo XX en cualquier país pueda parangonarse con este por su carácter grandioso, armónico e integrado en el paisaje. El mismo historiador Paul Preston, antifranquista visceral, lo ha calificado de “maravilla”, y sin duda lo es, habiendo entrado a formar parte, con pleno derecho, del patrimonio histórico y artístico español. Pues bien, el desprecio por el arte, la belleza y la cultura demostrado por el Frente Popular vuelve a revelarse hoy en las asechanzas contra el Valle de los Caídos por parte de quienes se sienten herederos de aquel régimen. Su desdichado talante recuerda al de los talibanes, en un país europeo de tradición cultural tan destacada como España. Debe señalarse, además, el daño económico infligido al patrimonio español por unos políticos sectarios e irresponsables.
5.- Las persecuciones del Frente Popular fueron acompañadas por una masiva propaganda de falsedades: el clero se compondría de individuos pervertidos, delincuentes, explotadores y enemigos de la cultura (la destrucción de bibliotecas y centros de enseñanza por las izquierdas, un caso único en Europa occidental, expresa el sentido de la palabra “cultura” en su boca); los curas se dedicarían a convertir los templos en fortines de la “reacción” y a disparar desde ellos contra “el pueblo”, etc. etc.
De modo similar, el acoso al Valle de los Caídos ha venido envuelto en una nube de calumnias. El monumento lo habrían construido 20.000 (la cifra puede variar) presos de izquierdas sin paga, en trabajos forzados. Cientos o miles de ellos habrían perecido en la obra debido a las condiciones laborales esclavistas. Los restos de los combatientes izquierdistas habrían sido trasladados allí sin permiso o contra la voluntad de sus deudos… y otras falsedades por el estilo, repetidas incesantemente desde los medios de comunicación, explotando la ignorancia de la mayoría y negando los hechos reales por el método, de nuevo falsario y totalitario, de tildar de “fascistas” a quienes los exponen.
Quizá nada demuestre mejor el carácter del designio gubernamental que su necesidad de recurrir sin tregua a tales mentiras, en las que intenta sostener sus agresiones. La falsificación del pasado envenena el presente y nos devuelve, casi inconscientemente, a unos odios que parecían felizmente superados. En defensa de la reconciliación y de la paz civil, es preciso que todo el pueblo español conozca los hechos y lo que hay detrás de ellos, porque consentirlos por un falso espíritu de conciliación --en realidad de claudicación ante la injusticia-- solo puede empujarnos a todos en la peor dirección posible.