Dos canciones combinadas: http://www.youtube.com/watch?v=ennIA8FBXSA&feature=related
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Cuestiones en torno a Nueva historia de España
P.- Así pues, ¿lo normal habría sido la decadencia y lo anormal el auge?
R.- Ya he dicho que lo de decadencia hay que tomarlo en sentido relativo. Lo es con relación al siglo XVI y con relación al auge de varios países europeos desde entonces, pero no ha significado, hasta los siglos XIX y XX, un peligro de completo hundimiento, y aun así, solo en algunas temporadas breves. Pero resulta extraño que el tema principal sea la decadencia cuando lo verdaderamente sorprendente ha sido el auge y expansión. En cuanto a la expansión cultural, muy pocos países han tenido un destino semejante. En Europa occidental, solo Inglaterra, en mucha menor medida Francia, Portugal u Holanda. Alemania e Italia lo intentaron en los siglos XIX-XX y fracasaron. Podemos hablar también de Rusia, que emprende la conquista de Siberia casi al mismo tiempo que España la de América, pero sin acompañarla de un apogeo cultural comparable al español. Y todo ello contra rivales muy poderosos, algunos más ricos y poderosos que España, y no digamos todos juntos. Esto es extraño y chocante, máxime si comparamos aquella sociedad, escasa de gente y de riquezas (aunque no con la pobreza que se le ha atribuido, ni mucho menos), con la sociedad actual, incomparablemente más rica y numerosa, y sin embargo insignificante en el plano cultural.
P.- Estamos dando vueltas al asunto, ¿cuál es la causa, a su entender?
R.- En otro momento apunté un factor casi siempre negligido: la importancia de la enseñanza en aquella época. La mayoría de la población era analfabeta, como en todas partes, pero sorprende el número de los que sabían leer y escribir entre las clases humildes. Tenemos documentos escritos de soldados de los Tercios, o de conquistadores, o considérese el capitán Contreras, de familia muy pobre de un barrio popular de Madrid, que sin embargo asistía de niño a la escuela y escribió unas memorias en excelente estilo. Aun más importante fue la enseñanza superior, universitaria y técnica (por ejemplo la formación de pilotos). No conozco un estudio a fondo sobre la evolución cuantitativa y cualitativa de la universidad en España, pero seguramente arrojaría muchas claves para explicar, a su vez, la evolución de España desde el siglo XV hasta ahora. En el siglo XVI la universidad española era quizá la más poblada de Europa en relación con los habitantes. Suele olvidarse que mantener la Monarquía Hispánica exigía una gran cantidad de letrados y personas expertas en muy diversas artes y técnicas. Recuérdese la habilidad de los conquistadores para improvisar, en las condiciones más adversas, utensilios y armas diversas, incluso barcos. O para organizarse y actuar en equipo con rapidez y eficacia, para fundar ciudades, roturar campos, etc. Esto no tiene nada que ver con la imagen de gentes zarrapastrosas, ignorantes, alérgicas al trabajo e incompetentes técnicamente que nos han venido sirviendo largos años. O considérense las bellísimas ciudades de la época, aquí, en América o en Filipinas, que no construyeron los judíos ni los moriscos. La persistencia de estereotipos tan estúpidos e ilógicos asombra un poco, es una manifestación más de decadencia. Un amigo me ha enviado unas lucubraciones de Emilia Pardo Bazán sobre la decadencia, que son interesantes como retrato de actitudes y costumbres de su tiempo, pero que empieza planteándose cómo habiendo llegado España “a la cúspide de sus destinos”, había decaído casi de inmediato y “con rapidez vertiginosa”. Mucho de eso continúa: al parecer, después de los Reyes Católicos todo fue mal. Pero fue con los Austrias, exceptuando el último, y a medias el anterior, como España alcanzó la cúspide de su cultura y su poder. Y siguen muchos empeñados en negarlo, en hablar de “dinastía extranjera” y sandeces por el estilo.
P.- ¿No puede verse la decadencia como resultado de abandonar la línea de expansión natural por el norte de África y dejar que los Austrias nos metieran en el avispero europeo?
R.- Son historias ficción, construidas a gusto del consumidor. La expansión por el norte de África se intentó y algo se hizo, pero demostró ser muy difícil. España se habría empantanado allí, seguramente, como Portugal en Marruecos. No solo era difícil por sí, por tierras en gran parte estériles y abruptas, sino por la superpotencia otomana. Y es una ingenuidad ridícula pensar que España habría podido aislarse de los problemas europeos. La historia real es que, al tiempo que el país se complicó en la Europa transpirenaica, se expandió también por América y el Pacífico, y tuvo el máximo auge cultural que haya tenido antes o después. ¡Como para quejarse! Esas obtusas lucubraciones expresan, una vez más, el espíritu de la decadencia, la sustitución de la realidad por sueños caprichosos. En definitiva, la proyección sobre el pasado de la propia incapacidad para afrontar los retos presentes.
P. ¿Debemos entender, entonces, que la clave estaba en la educación? ¿No decía usted al principio de su Nueva historia de España que el núcleo de las culturas es la religión?
R.- Una de las claves fue la enseñanza, cierto, y de las más importantes. Y seguramente la religión desempeñó un papel crucial, que me es difícil concretar demasiado, pues no opera de forma directa y clara. Puede decirse que España se adelantó en la reforma eclesiástica, y que ella evitó en gran medida la reforma protestante o corrientes demasiado fuertes de anticlericalismo, permitió la teología de Trento y una mayor y más prolongada paz interna que en otros países europeos. De alguna manera difícil de discernir, la religión inspira, es un impulso espiritual de las demás actividades. En todo caso, creo que hay un paralelismo entre la decadencia de la religión y la de la universidad. El catolicismo de aquel siglo no es el mismo que el posterior, y cuando Menéndez Pelayo exaltaba aquella España como modelo para la actual, creo que no sabía bien lo que decía. Por otra parte, fórmulas exitosas crean circunstancias nuevas que exigen fórmulas nuevas, y muchos intentan aferrarse a las antiguas, generalmente caricaturizándolas, creyendo que se repetirán sus efectos. En Roma, la victoria sobre Cartago y la gran expansión imperial cambiaron profundamente la sociedad y condujeron a una crisis devastadora y a terribles guerras civiles. Aquí no se llegó a tanto, pero vale la pena observar cómo el aferramiento de muchos al absolutismo y a un integrismo religioso, después de la Guerra de independencia, impidieron modernizar adecuadamente el estado y afrontar los desafíos.
P. ¿Qué podemos aprender, entonces, de aquella época?