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Presente y pasado

Generación del 14 / Garzón / Crucifijos e iglesias

Para que los expertos se despachen a gusto:

La "Generación de 1914" exhibirá actitudes y preocupaciones bastante diferentes de la anterior, menos artística y más ensayística, con Ortega y Gasset, su jefe de filas, Gregorio Marañón, Salvador de Madariaga, Eugenio d´Ors, Manuel Azaña, Américo Castro; novelistas como Ramón Pérez de Ayala o Gabriel Miró, el poeta Juan Ramón Jiménez, futuro premio Nobel, el inclasificable Ramón Gómez de la Serna, los humoristas Julio Camba o Wenceslao Fernández Flórez, y otros.

La mayoría de ellos comparte un resuelto europeísmo, entendiendo por tal una admiración acrítica hacia los tres países europeos más pujantes, modelos a imitar por España; también exhiben una mayor estima por el racionalismo, preocupación por la prosa pulida y la obra bien terminada y, entre los literatos, una concepción del arte en función de sus valores estéticos y al margen inquietudes sociales, menos, hasta cierto punto, en Pérez de Ayala. Parte de ellos, ante todo Ortega y a partir de él, se consideraban una minoría selecta que debía encauzar la vida del país, empezando por la política, con orientación predominante republicana.

Ortega, influido por la filosofía alemana de la época, en varias de cuyas universidades estudió, fue, junto con Unamuno, aunque con orientación distinta, el filósofo español más destacado del siglo XX. No está tampoco muy alejado del existencialismo. Su pensamiento parte de la "realidad radical" que es la vida, invirtiendo el "pienso, luego existo" en "vivo, luego pienso". La razón no es puramente intelectual, sino relacionada con la vida y dependiente de ella, es "razón vital"; y la vida del individuo se desarrolla en una posición determinada dentro del mundo, en su circunstancia, por lo que el sujeto solo puede concebirse dentro de su situación y relación con el mundo ("yo soy yo y mi circunstancia"). Desde esa posición o circunstancia el sujeto aprecia y entiende al mundo y a sí mismo con una perspectiva particular (perspectivismo), que no tiene por qué ser falsa ni meramente subjetiva, sino que contiene una verdad objetiva, aunque parcial. La verdad general, composición de esas verdades parciales solo sería accesible a Dios (Ortega era agnóstico) si bien la filosofía acerca al hombre a ella. La circunstancia no es solo espacial, también temporal: el hombre es fundamentalmente histórico, no tiene propiamente naturaleza, sino historia, y no puede comprenderse como una foto fija, sino en su dinamismo a lo largo del tiempo: la razón vital es razón histórica.

La circunstancia, la realidad exterior en que se desenvuelve la vida del individuo, limita a este, crea un conflicto o tensión dramática entre la necesidad impuesta por las cosas y la libertad anhelante de la persona. Hay una adaptación mutua, nunca completa, pues el hombre también adapta la naturaleza a sus intereses mediante la técnica. Siempre las posibilidades del individuo están restringidas por el peso de la realidad, de otro modo la libertad se convertiría en arbitrariedad; pero el peso de lo real no es tan absoluto que impida una libertad relativa: ofrece diversas posibilidades y el sujeto libre elige entre ellas su destino, se forja un "proyecto de vida", aun si gran parte de los individuos prefiere dejarse llevar por lo convencional y socialmente adquirido, sin apenas esfuerzo consciente. La libertad, en definitiva, consiste en asumir un destino. La filosofía orteguiana difiere del idealismo alemán, a su juicio demasiado absorbido por el yo, y del realismo que margina el yo al examinar el mundo. También difiere de concepciones nietzscheanas que privilegian el impulso de la voluntad, mientras que Ortega mantiene la razón como un componente esencial de la vida, y no debe gran cosa al darwinismo. Puede encontrarse en ello un eco de la diferencia entre el catolicismo, siempre atento a la razón y predominante en la Europa latina, y el protestantismo predominante en los países germánicos, centrado en la voluntad y la fe.

Ortega, atento a las transformaciones de su época, denunció en La rebelión de las masas el crecimiento imparable del "hombre masa", el hombre trivial, ignorante y sin elevación, bárbaro especializado producido en apariencia por el aumento de la riqueza, sin proyecto vital, que cree tener todos los derechos y ninguna obligación. El hombre masa señalaría un declive de la civilización europea, al cual opone un ideal aristocrático de "minorías selectas", que incide sobre los propios deberes, el conocimiento general, la creatividad. Llegó a analizar la historia hispana, en su ensayo, un tanto disparatado, España invertebrada, achacando el problema a la ausencia de tales minorías socialmente vertebradoras y suponiendo que en este país el pueblo "lo ha hecho todo". En función de ello se lanzó a empresas cultural-políticas, algunas mejor fundamentadas que otras, con una condena explícita al "descarriado vagar" y la "tibetanización" del país durante siglos, que lo habría apartado de "Europa", es decir, de Francia, Alemania e Inglaterra, ignorando de paso las profundas diferencias entre cada una de esas naciones. Para Ortega, como para el regeneracionismo en general, lo que realmente había ocurrido en la historia de España no "debía" haber ocurrido, con lo que empezaban, como decía el mismo Ortega de los utopistas-racionalistas, por "no aceptar el problema –lo real– según se presenta, e imponerle a priori una forma caprichosa".

Por más que Ortega y la mayoría de los ensayistas de la generación se proclamaban liberales, ya quedó indicado que se trataba de un liberalismo sui generis, y su influencia intelectual, realmente vasta y en gran medida fructífera en el ámbito español e hispanoamericano, y en menor medida en Europa, se extendería con bastante naturalidad a la Falange, el partido español más próximo al fascismo.

Figura muy importante es la de Eugenio D´Ors, influido por filósofos como Bergson, por la ciencia de su tiempo y por el pragmatismo useño, que le parecía una teoría endeble y no obstante fructífera. Mucho de su pensamiento se orientó a encontrar el fondo de la religiosidad y a buscar una concepción del hombre que armonizase la ciencia y la filosofía. Distinguió entre la potencia –el yo– y la resistencia –el mundo exterior–, que se opone a los deseos del yo. El método científico da cuenta del mundo exterior, pero no basta para entender al yo, que en lo más íntimo se concibe como libertad pura, fuera de toda coerción, y captarlo exige una experiencia vital más allá de los métodos empíricos. De esa libertad radical pero no plenamente aplicable debido a la resistencia brota la religión: la ciencia explora y representa la fatalidad, la religión expresa la libertad. Quiso renovar el pensamiento filosófico y apartarlo del racionalismo, asumiendo que el pensamiento y el lenguaje van más allá de la razón, la cual, con su lógica, no basta para dar cuenta de las realidades fundamentales humanas, como la religión, el arte o la vida de cada cual. Debía concebirse la filosofía como diálogo y tensión entre la razón y la vida, sin reducir una a la otra. Buscó renovar también la lógica señalando que las realidades no se dejan limitar por los principios de contradicción y razón suficiente, sino que van más allá de su significación estricta y están en función de otras realidades. En relación con el pragmatismo, quiso completar su visión utilitaria del hombre con la visión estética y lúdica, por lo que una de sus facetas más interesantes fue su crítica del arte.

Al igual que Unamuno, entendió el lenguaje mismo como filosofía, en un sentido algo diferente del que tomaría la orientación analítica, originada en Alemania y que había de hacerse hegemónica en el mundo anglosajón durante el siglo XX, que ha tendido a subordinar la filosofía a las ciencias naturales y a excluir como carentes de significado real la metafísica e incluso la ética.

D´Ors se pareció mucho a Ortega como activista de la cultura, pues quería renovarla en Cataluña dentro del plan nacionalista de convertir a la región en centro hegemónico del resto de España; pero encontró la mentalidad catalanista un tanto roma (fue acusado de malversación), por lo que marchó a Madrid, donde creyó encontrar un ambiente más propicio, y pasó a escribir en castellano. En política evolucionó desde el nacionalismo catalán a una posición liberal españolista y finalmente a la Falange.

Una característica de la civilización europea ha sido la pugna constante de opiniones e ideas en torno a las cuatro cuestiones básicas de la filosofía, derivadas a su vez de la religión: qué es el mundo ("filosofía natural"), qué es el hombre (ética y política), qué hay más allá de lo sensible (metafísica), cómo alcanzar la verdad. Naturalmente, estas cuestiones están presentes de un modo u otro en todas las culturas, pero en ninguna, fuera de la griega, habían sido abordadas con tanta pasión y tesón. Las preguntas nunca han sido contestadas de modo plenamente satisfactorio, y los sistemas de ideas que pretendían abarcar la realidad siempre han resultado incompletos o contradictorios, de ahí que a veces se haya dado por inútil la ocupación filosófica. Pero salta a la vista que ella ha contribuido poderosamente a conformar y evolucionar las sociedades occidentales, y dado lugar al pensamiento científico, entre otras cosas. En el siglo XX la inquietud filosófica daría lugar a orientaciones muy variadas.

En el pensamiento español solo la segunda pregunta (qué es el hombre) y la tercera (en forma de teología) ha recibido atención permanente, aunque irregular, quedando las demás un tanto al margen, pues el hecho del conocimiento no suscitaba demasiadas dudas, y la filosofía natural era reducida a la técnica y a un plano secundario. Ortega, Unamuno D´Ors, Maeztu y otros permanecen en esa tradición.

Las fuertes peculiaridades histórico-culturales de España, tenidas por grave defecto, exigían una aclaración. En la moda regeneracionista, quizá la explicación más curiosa la diera Américo Castro, ya en los años 40: la esencia de España se formaría en la "Edad Media", y no a través de la reconquista, sino de una supuesta simbiosis de "las tres culturas, judía, musulmana y cristiana". Ni la época romana ni la visigoda habrían sido españolas, y el triunfo cristiano, con expulsión de judíos y moros, habría llevado a España a un marasmo subrayado por continuas guerras civiles. La teoría iba más allá de la habitual añoranza por los comuneros, y es notable por dos cosas: por la osadía con que desdeña los más evidentes datos históricos, y por la amplia aceptación que recibió durante décadas, prueba por sí sola de la inanidad de un vasto sector intelectual hispano.

Por esos años se dibujaron en España tres orientaciones político-intelectuales que iban a conformar en alto grado la historia posterior: la tradicionalista, auspiciada por la Iglesia; la liberal-regeneracionista, un tanto contradictoria; y la revolucionaria de ácratas, socialistas, comunistas, así como, de otro modo, republicanos y nacionalistas catalanes y vascos. Esta última careció casi por completo de pensamiento propio, guiándose por ideas de teóricos extranjeros reducidas por lo común a tópicos. Mayor enjundia tuvo el pensamiento tradicionalista, y sobre todo el liberal-regeneracionista. Las incoherencias de este último ayudarían a arruinar la liberal Restauración para verse pronto rebasado, en la práctica, por el oleaje revolucionario.

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**** El caso de Garzón. El personaje ha sido el juez de Zapo el rojo y de la colaboración con la ETA, y de pronto dirige sus dentelladas a los socialistas y separatistas catalanes. ¿Qué hay detrás de ello? Un amigo sugiere: se trata de una advertencia del juez al gobierno, con el cual sus relaciones no serían tan buenas, sobre todo después de que el hombre se viera amenazado por un proceso por prevaricación. Conviene recordar que Garzón es masón y tiene grandes agarraderas, y que ha rendido muchos servicios al gobierno. Pero, en definitiva, dentro del PSOE hay también muchos que se la tienen jurada por el caso GAL. Recordemos que este juez intentó hacer carrera política al lado del PSOE en los momentos en que este alcanzaba el ápice de la corrupción, y que solo cuando Felipe González cortó su carrera política se volvió contra su gobierno destapando de nuevo el caso GAL. La ambición, ansia enfermiza de notoriedad y vanidad de este juez político y antidemocrático le han llevado a crearse demasiados enemigos por todas partes, y lo de Cataluña parece una huida hacia delante.

**** No es que la corrupción sacada a la luz por Garzón sea falsa: seguramente es solo una parte mínima de la existente, como se ha molestado en aclarar Pujol, uno de los políticos más nefastos del país: "Si otros tiran de la manta también puedo hacerlo yo, y todos resultaremos perjudicados". Es un llamamiento a la "honorabilidad" común de los chorizos, temerosos de quedar todos con el culo al aire. ¿Y qué me dicen del PP? ¡Qué gran espectáculo, a un tiempo doloroso, cómico y esperpéntico!

Me sorprende mucho que algunas personas se sientan ofendidas por la presencia de crucifijos en las escuelas. Después de todo, solo van a verlos los niños, que por lo común no están ilustrados en las profundas ciencias ateas y anticristianas, y por lo tanto no sienten el crucifijo como una ofensa. Decía no sé quién que el conflicto podría resolverse o bien por votación de los padres o, mejor aún, construyendo escuelas aparte para quienes no quisieran crucifijos. Pero esto sería un camino erróneo: una persona mínimamente civilizada no tiene más que pasearse por cualquier ciudad europea para encontrar cada poco iglesias, incluso ostentosas catedrales, con sus símbolos de la superstición, el oscurantismo, las inquisiciones y todas esas cosas. ¡Y están ahí, a la vista de todos, de los adultos, ocupando desvergonzadamente el espacio público, vestigios de tiempos siniestros que ofenden a la ilustración y a la ciencia más elementales! Peor todavía: ¡se consiente, incluso, que se construyan nuevas iglesias! Debe admitirse –con profunda tristeza– que, por desgracia, el pasado europeo, y no digamos el español, ha sido cristiano, pero precisamente por ello debe borrarse radicalmente su insultante presencia en el espacio público, como en España está haciendo Zapillo el rojo con los restos franquistas. Quien quiera cristos, que los guarde en sus casitas. Demoler esos símbolos y recuerdos de pesadilla es un deber de la nueva Europa. Sobre sus solares podrían alzarse útiles bloques de apartamentos, productivos talleres, plazas con juegos para los niños o incluso burdeles subvencionados, que es otra cosa a la que hay que llegar, si queremos que la sociedad se rija por la razón libre de tabúes. Y uno se pregunta qué coño hacen en Estrasburgo, por qué las autoridades europeas pierden el tiempo de esa manera en chorradas como los crucifijos en las escuelas. No sabe uno adónde iremos a parar.

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