Garcilaso de la Vega, nacido hacia 1501 en Toledo, "la más felice tierra de España", tuvo, como Pescara, una vida corta, de treinta y cinco años, pero muy viajera, bélica, literaria y amorosa (...). Con apenas 20 años tuvo un hijo ilegítimo de su amante Guiomar Carrillo, y ese mismo año y el siguiente participó con las tropas de Carlos contra la rebelión comunera, resultando herido. En 1522 se embarcó en una expedición no fructífera para socorrer a la isla de Rodas atacada por Solimán. De vuelta, por su buen comportamiento bélico fue admitido en la orden de Santiago y en 1524 luchó contra los franceses en Salvatierra y Fuenterrabía (...). En 1529 marchó a Bolonia, donde trabó estrecha relación con escritores, artistas y humanistas italianos y luchó contra los franceses en Florencia. En 1531 participó en la boda de un pariente suyo, ex comunero, lo cual desagradó al emperador, que lo desterró a una isla del Danubio próxima a Viena donde estuvo "preso y forzado y solo en tierra ajena" por el tiempo de un ataque de Solimán a la ciudad.
Poco después volvió al favor del rey y a Nápoles, a la corte del virrey Pedro de Toledo. Allí frecuentó la Academia Pontaniana, foro intelectual de la ciudad creado el siglo anterior por el rey aragonés Alfonso el Magnánimo, y siguió su estrecho contacto con artistas italianos y españoles, y debió de tener algún amorío. En 1533 volvió a Barcelona, donde encontró a Juan Boscán, viejo amigo suyo. De nuevo en Italia, fue nombrado alcaide del castillo de Reggio, frente a Sicilia, y en 1535 fue herido de gravedad en la toma de Túnez y La Goleta. Su competencia le valió el cargo de jefe (maestre de campo) de uno de los tercios para la desafortunada campaña de Provenza, al año siguiente, donde, en el asalto a una torre, fue herido de muerte.
Garcilaso fue, en efecto, uno de los mayores poetas en lengua española y suele considerársele, a él y al barcelonés Boscán, gran amigo suyo, los introductores definitivos de la los estilos renacentistas en España. Boscán traspasó también a Garcilaso la estima por la poesía de Ausías March. Las relaciones y amistad entre escritores fue un rasgo del Renacimiento. A su vez, el barcelonés fue amigo del veneciano Andrea Navagero, embajador en España y clasicista (humanista) latinizante, de quien se dice que quemó ejemplares de obras de Marcial, por considerarlo demasiado grosero. Boscán, paseando con él por los jardines del Generalife, se adhirió sin reservas a los nuevos estilos italianos, adoptó al endecasílabo en lugar del octosílabo habitual en España, y a su vez transmitió su entusiasmo a Garcilaso y a otros. El italianismo no era cosa nueva en España (el marqués de Santillana, entre otros, lo había cultivado), aunque su impulso aumentó. Los temas y estrofas tradicionales permanecieron al lado de los nuevos, y no faltaron quienes pusieron en solfa la nueva moda.
Boscán debió de conocer a Garcilaso durante la expedición a Rodas, y participó también en la lucha contra los turcos en Viena, en 1532. Fue a su vez un poeta sobresaliente, autor de composiciones en estilo petrarquista, introductor en España de nuevas estrofas y del tema mitológico. Su asunto principal y casi único fue el amor: "Todo muere d'amor o d'amor mata; / sin amor no veréyes ni una pisada; / d'amores se negocia y se barata; / toda la tierra en esto es ocupada; / si veys bullir d'un árbol una hoja, / diréys que amor aquello se os antoja". A su amigo Garcilaso dedicó un soneto: Garcilaso, que al bien siempre aspiraste / y siempre con tal fuerza le seguiste...
El hecho de que Boscán y otros escritores catalanes escribieran en castellano indica el prestigio creciente de este idioma. Dentro de la corona aragonesa, Cataluña había tenido una literatura propia notable, sobre todo en la crónica histórica, pensamiento (aunque el mayor representante, Ramón Llull, fue balear), legislación, y no tanto en la literatura propiamente dicha, en la que había sido Valencia el mayor foco cultural. Pero el castellano estaba desplegando una brillantez literaria inusitada, y acompañaba a las espectaculares empresas y éxitos españoles por medio mundo. Incluso en la corte portuguesa se hablaba a menudo el castellano, y Gil Vicente, el mayor escritor luso de su tiempo, escribió tanto en su idioma como en el de Castilla.
(...) Pese a su inspiración clásica, Garcilaso siguió las indicaciones de su también amigo, el conquense Juan de Valdés, expresándose en un lenguaje sencillo y natural, sin rebuscamientos latinizantes.
Garcilaso trató a Juan de Valdés en la Academia Pontaniana. Las ideas de Valdés en Diálogo de la doctrina cristiana, recordaban algo al luteranismo: el cristianismo sería una experiencia de rasgos gnósticos, pues exigía una iniciación solo al alcance de algunos, y los ritos externos como la misa o las peregrinaciones perdían valor. Inquieto por la Inquisición, se trasladó a Italia en 1530, donde vivió sus últimos diez años, casi siempre en Nápoles. Allí escribió una obra importante para el desarrollo del castellano, Diálogo de la lengua, parece que por enseñar español a los napolitanos. En ella se distancia del latinismo de Nebrija, pone el castellano al nivel del latín y del italiano y propugna un lenguaje sencillo y preciso, lo más próximo a la expresión oral, hace observaciones de tipo gramático y retórico o sobre los refranes, tan utilizados desde antes en La Celestina y otras obras, y más tarde en El Quijote.
A su vez, Boscán conoció a Baldasare Castiglione, de quien tradujo Il libro del cortegiano. Castiglione vivía en España desde 1524 como nuncio pontificio (moriría en Toledo, en 1529). Su libro El cortesano, discurre sobre la naturaleza del amor, la nobleza, la mujer distinguida etc. y marca pautas de conducta para el gentilhombre, experto en las armas y en las letras, fuerte por el ejercicio físico, gentil y educado con las damas, de mente fría, buen conversador. Ese ideal de vida se popularizó por diversas cortes europeas, tuvo alcance más amplio que el cortesano y despertó el fervor de Garcilaso. Boscán, a su turno, escribiría sobre el ideal estoico del caballero sabio.
El papa Clemente VII reprochó a Castiglione que, siendo su legado en España, no le hubiera prevenido del "saco de Roma". Castiglione supo convencerle de lo contrario, y criticó ferozmente a Alfonso de Valdés, hermano de Juan y secretario del emperador, que en el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma justificó el saqueo arguyendo que se trataba de un castigo de Dios por la conducta escandalosa de la curia romana. Alfonso, como su hermano, fue corresponsal, defensor y divulgador de Erasmo, y compuso el Diálogo de Mercurio y Carón, irreverente hacia el clero.
La filóloga Rosa Navarro ha dado razones para creer que Alfonso de Valdés sea el autor de La vida del Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, una de las obras más significativas de la literatura española, anónima y sobre cuya autoría se ha especulado mucho. Alfonso murió en 1532, en Viena, y las ediciones del libro más antiguas que se conocen datan de 1554, pero pudo haber ediciones anteriores, y era bastante común que las obras circulasen manuscritas en círculos restringidos, antes de ser publicadas (o quizá sin llegar a serlo). El Lazarillo relata las desventuras de un personaje de ínfimo origen, desde su infancia hasta que adquiere un status social como pregonero por los buenos oficios de un arcipreste, que le ofrece casarse con una criada suya, con quien el clérigo estaba y seguirá estando amancebado: pero la carrera de Lázaro ha consistido en servir a amos casi siempre malos y pasando hambre, por lo cual sacrifica la honra y prefiere el peso de los cuernos a la ligereza del estómago.
No hay en Lázaro el ansia de aventuras o esperanza de rango y riqueza ni una religiosidad sentida, que movían por entonces a tantos españoles. Su bajo nivel social lo es también moral: acomodaticio, de corto ánimo, de ambiciones y horizonte mental reducidos. Pero no es un simple, tiene buen don de la observación y su aprendizaje de la vida le lleva de la ingenuidad infantil a una actitud desengañada y algo cínica, si bien de un cinismo sin saña o malos sentimientos, ni excesiva amargura, templado por la ironía y el humor. Sus truhanerías se justifican por la necesidad o como revancha justiciera por las agresiones y vejaciones que sufre. En cambio sus amos, de clase baja o media o media alta, comparten la estrechez mental y moral de Lázaro, pero en su mayoría son malas personas: un ciego mendicante y retorcido, un clérigo avaro y falto de compasión; un hidalgo arruinado más noble y simpático, obsesionado por aparentar y capaz de pasar hambre antes que trabajar, por un peculiar concepto del honor, y a quien ha de socorrer el propio criado; un fraile mercedario bribón y relajado, como si la reforma del clero no hubiera surtido efecto alguno; un buldero estafador, un capellán, un artesano de panderos, y un alguacil, para terminar con un arcipreste. Contra lo que suponía Boscán, el amor no juega ningún papel en ese mundo, y la mujer solo aparece al principio y al final, en un contexto sórdido: la madre de Lázaro, viuda de un molinero bellaco y amancebada con un negro que será colgado por ladrón; y su propia esposa, a quien se ha unido también por necesidad, y que le es infiel.
Las aventuras del Lazarillo sirven al autor, más caricaturista que crítico, para dibujar un panorama social sombrío y sin salida. La sátira se ceba sobre todo con los clérigos (el cura bribón es un tópico casi siempre eficaz, por el contraste entre sus exigencias morales y sus hechos), a cual más hipócrita y moralmente turbio, y esta es una de las razones por las que se le ha visto un fondo erasmista, fondo real si su autor fue Alfonso de Valdés. El libro también parodia las novelas de caballerías, tan apreciadas daquella por toda Europa: las aventuras ruines contrapuntean burlescamente a las quiméricas y sobrehumanas de los caballeros andantes, ya desde el nacimiento de Lázaro en el río Tormes, por Salamanca, alusión al nacimiento de Amadís de Gaula, abandonado en una barca fluvial. El Amadís fue, junto con Tirant lo Blanc, la novela de caballerías española más exitosa en el país y en Europa, traducida al italiano, al francés y al alemán, leída también en Inglaterra, y con numerosas imitaciones y continuaciones. Cervantes la estimará mucho, al contrario que a la mayoría de las novelas de su género, y su popularidad contribuyó a fomentar el espíritu heroico y aventurero de la época.
El Lazarillo, así, representa un espíritu antiheroico, ajeno a sentimientos elevados, al amor y a tantos otros rasgos de la literatura entonces en boga, que quedan como falsos o hipócritas. No obstante, y aunque sufrió censura de la Inquisición, gozó de difusión muy amplia, dentro y fuera de España, en paralelo con la caballeresca, la de Garcilaso o el ideal de El Cortesano. Lázaro entra así en la galería de truhanes y antihéroes presentes en el Arcipreste de Hita o La Celestina, con las que comparte una denuncia ambivalente de los vicios atribuidos al clero, alguna afición a lo grotesco y la vívida descripción del lado menos edificante de la vida. La gran originalidad y fuerza sugestiva de la obra inaugura la literatura picaresca, aunque no volverá a publicarse un libro de este género hasta muy al final del siglo y con un tono diferente, más amargo y menos humorístico.
Convencionalmente se califica de realista al Lazarillo, y lo es por comparación con las fantásticas narraciones de caballerías; pero no tanto si se lo contrasta con la literatura de Garcilaso o de Boscán, suponiendo que el Lazarillo describiría la realidad y los otros un mundo ideal e inexistente. Tan real es el mundo de Garcilaso como el del pícaro, tan reales los sentimientos expresados en uno como en el otro, tan parte de la vida el ambiente de los escritores, los cortesanos, los soldados o los campesinos (de quienes proceden gran parte del acervo literario) como la de los mendigos y vagabundos. Suele sobreentenderse, de modo absurdo, que obras como el Lazarillo reflejan la "auténtica realidad" del país y la época. Pero seguramente la vida del autor de la novela distaba mucho de la de su personaje. La sociedad seguía en plena expansión y tensión creadora, y su diversidad literaria lo prueba, precisamente. La parodia no destruye forzosamente su objeto, sino que puede complementarlo, como la Batracomiomaquia a la Ilíada.
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**** Dice el Futurista eximio: "No me importa que digan que soy de derechas, a veces yo lo digo". Como si dicen que es de izquierda, de centro, de arriba o de abajo. Su nulidad intelectual e ideológica le permite esas proezas.
**** Sinde defiende su cargo: "Es bueno que una voz defienda la Cultura"
Su cargo y su sueldo. La cultura titiritera está tan estragada que ciertamente necesita una voz, o unas cuantas, que la disfracen/defiendan. Como las mujeres, tan inhumanamente oprimidas: ¿qué podrían hacer las pobres sin la protección –y los sueldos correspondientes– de Zapo o de la Aido
**** De la Iglesia: "El cine español no es un favor, es un negocio"
Sin duda alguna. Para los titiriteros. A costa del erario
**** PP vasco y PSE, ante las amenazas de Sastre: "Lo podría haber escrito Josu Ternera o cualquier jefe de los terroristas". Claro que sí. O Zapo, o Rubalcaba o Pachi hace solo unos meses, con Basagoiti traicionando a las víctimas. Y podrían volver a decirlo en cualquier momento.
**** "Los políticos llevan más de treinta años intentando acabar con ETA. Digo en su mayoría". Discrepo por esta vez de Pablo Molina. Llevan treinta años, con la excepción parcial de Aznar, haciendo el caldo gordo a los terroristas con el cuento de la solución política.