El feminismo se proclama defensor "de la mujer", y muchos le siguen la corriente. En realidad, el feminismo viene a ser una versión desleída del marxismo, que sustituye al "proletariado", abstracción ya muy desgastada, por "la mujer". No las mujeres concretas, muy distintas unas de otras, como los hombres, sino "la mujer" tal como ellos se la figuran un tanto enfermizamente, al modo como los stalinistas hablaban del "obrero", sistemáticamente explotado por "el capitalismo". Hay muchos movimientos parecidos: el ecologismo, por caso, empeñado en salvar a doña Gaia de los estragos de la bruta humanidad, y, como el marxismo o el feminismo, emanciparnos a todos, de paso, de nuestros atrasos y prejuicios; y está en vías de creación el movimiento Gran Simio.
Pero los feministas no defienden a "la mujer" más de lo que los comunistas al "proletario", los separatistas a las Vascongadas, a Galicia o a Cataluña, o los nazis a Alemania. Es decir, nada. Simplemente usurpan con toda desvergüenza una representación que nadie les ha dado e intentan imponer a la sociedad su particular visión de las cosas.
La esencia del feminismo consiste en la negación de la feminidad y de las diferencias naturales, físicas y anímicas, entre varones y mujeres. De ahí su aversión a los hijos, a la educación de estos, al matrimonio, al hogar, su defensa del aborto, etc. No por azar feministas y homosexuales militantes van casi siempre juntos.
Un problema es que el feminismo se ha convertido en negocio, con amplios intereses creados y cruzados. Si a ustedes les propusieran estudiar la situación de "la mujer" en el Neolítico, incluso en el Paleolítico, probablemente quedarían algo asombrados. Pues no se asombren. Hay cientos de "investigaciones", estudios, ensayos, congresos internacionales y todo lo que ustedes quieran sobre tan especulativos temas (y cuanto más especulativos, mejor). La cosa da de comer a mucha gente. Un negocio boyante, como lo fue antes el marxismo –y en parte lo sigue siendo–: "informes", libros a mansalva, "historias de la violencia contra las mujeres", del "patriarcado", del "machismo", cuyo origen remiten unos espabilados a la Roma antigua, aunque podría retrotraerlo al Neolítico o al Paleolítico, en eso hay barra libre; y, por supuesto, publicaciones universitarias, presencia en los medios de masas, una bibliografía en ascenso imparable (una vez se domina el "método", como en el marxismo, la capacidad de componer librotes se vuelve infinita), todo ello especialmente alentado, en España, por la banda del Zapo, con invención de cátedras, cargos políticos, hasta ministerios con su correspondiente legión de paniaguados... ¡El ciudadano paga, le guste o no el invento!
Parte del montaje son los estudios sobre la represión del franquismo temprano, "especialmente dura" sobre las mujeres, nos cuentan, aunque el número de mujeres asesinadas o fusiladas no superase un porcentaje mínimo, y fuera en la Barcelona del Frente Popular donde alcanzó una proporción más elevada, con diferencia. Esta clase de libros no suele vender mucho, pero tampoco importa: cuenta con subvenciones, con congresos y las correspondientes dietas, con el consumo endogámico impuesto por corruptos profesores universitarios, con la promoción en los medios-basura...
Y es que esta gente ha entendido bien que la trola solo tiene efecto si se realiza de modo estruendoso, insistente y bien financiado. Al paso que, por todos los medios que les sugieren su falta de decencia y de sentido democrático, intenta silenciar o desacreditar estudios más solventes.
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**** Una derecha "ilustrada"
Presentar a stalinistas tipo Espinosa o Moreno Gómez como "rigurosos" demuestra una completa falta de sentido crítico, que no se salva con la obviedad de que "algo aprovechable hay en ellos". Ni las concepciones ni los métodos de estos personajes tienen que ver con otra cosa que con la propaganda de la "lucha de clases"; véase a Martín Rubio sobre sus "metodologías".
En cuanto al franquismo, ya lo dijeron Besteiro y Marañón: fueron los nacionales, dirigidos por Franco, quienes libraron al país de la revolución, algo que jamás habría estado al alcance, ni siquiera en la intención, de cierto derechismo que se pretende ilustrado y "moderno", y recoge los tópicos progres, aprovecha unos esfuerzos ajenos que él nunca habría realizado, y osadamente nos explica que el franquismo, sobre todo el primero, supuso una "interrupción" en el proceso "modernizador". Se puede apostar sobre seguro a que esa derecha nos habría metido en la guerra mundial y habría sido incapaz de resistir al maquis y al injusto aislamiento de los años 40.
El franquismo ha desaparecido, afortunadamente, pero tuvo su razón de ser y sus méritos. Uno de ellos, y no el menor, la reconciliación de los españoles –salvo unos pocos, aunque muy gritones, los del caso Solzhenitsin, para entendernos–, algo que nunca se debió, en absoluto, a los "ilustrados" y que permitió la transición sin demasiados traumas. Aunque con graves defectos, reflejados por ejemplo en la constitución. Una constitución a la medida de esa derecha con pretensiones ilustradas y modernas, que tampoco es capaz ni de defenderla ni de plantearse su reforma.
**** El desarrollo económico español no empezó en 1959, sino, por lo menos, en 1954. Las tasas de crecimiento en los años 50 fueron superiores a las de la época democrática, aunque llegaron a una crisis en 1959. La liberalización posterior superó la crisis y aumentó la tasa a un nivel solo superado por Japón. También en los años 40 las tasas de crecimiento fueron notables, aunque irregulares debido a los enormes problemas exteriores impuestos (en la posguerra mundial, los vencedores sometieron a España a un aislamiento y no concedieron el Plan Marshall, con lo que todo nos los debemos a nosotros, no a Usa como casi todo el resto de Europa). Contra lo que suele divulgarse, es probable que en 1944 se hubiera recuperado ya el PIB de 1935. En estas cosas los economistas discrepan mucho, demasiado, en parte debido a que los criterios económicos no se normalizaron hasta 1954.
**** Mercedes Fórmica, camisa vieja de Falange, publicó un artículo en ABC, en los años 50, que provocó una reforma importante en la legislación sobre el matrimonio. Dicha legislación, muy opresiva para la mujer que quería separarse, venía a ser una reacción excesiva de los años 40 contra la aguda descomposición familiar propiciada por la izquierda en los años 30, incluido el "hijos sí, maridos no". La legislación estaba inspirada, también en reacción excesiva, por una Iglesia que había sido reducida a ciudadanía de segunda durante la república y perseguida con propósitos exterminadores y extremado sadismo durante la guerra. La Falange, en general, no simpatizaba con aquellas medidas de origen eclesiástico que también prohibían el divorcio (es decir, lo prohibían para los católicos, que si querían divorciarse debían apostatar antes, cosa que pocos hicieron). Las cosas no se entienden si no se examinan las circunstancias.
Que un simple artículo sirviera para provocar un considerable cambio legislativo prueba, entre otras cosas, que la dictadura franquista era mucho más permeable y flexible de lo que se dice.
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(De La Vía de la plata)
"En el vestíbulo, el viajero pregunta por la Vía de la Plata. «De momento no tenemos nada». Lástima. Fuera, compra pan, fiambre y una bolsa de leche, y come apaciblemente, sentado en un bordillo de acera de la plazuela inmediata al teatro y al museo. Charlan por allí tres viejos a la sombra de los árboles, y un perrillo negro y lanudo que les daba compañía ladra agresivamente, pero sin acercarse mucho, al gourmet de la acera.
Satisfecho, el andariego va hasta las ruinas del teatro y el anfiteatro. Reposa sucesivamente en los bloques y en las gradas de uno y otro, o pasea por los senderos. No hay casi nadie. Una pareja, como acurrucada en lo alto del anfiteatro, mira caer la tarde sobre las piedras trabajadas, los cipreses, los pinos y el césped. Una mujer joven y gruesa, la barbilla apoyada en la mano, descansa en una grada del teatro, absorta en sus pensamientos. Un empleado joven, albañil o jardinero, sube al escenario, se sienta a su vez y golpea monótonamente con un palo el suelo pétreo; sus golpes resuenan secos. Luego, la pareja del anfiteatro baja al teatro y pasea despacio. Cada uno de los presentes parece ensimismado, y flota en el aire un bienestar calmo. Detrás de la escena, ruinas, jardincillos, el rumor del riego por aspersión.
Lentamente, el visitante da la espalda al lugar y se llega, paso a paso, a la Plaza de España, rebosante de gentío. Chicas bonitas, algunas realmente bellas. Cientos de gorriones arman algarabía en uno o dos árboles. Sobre el campanario de Santa María la Mayor dos cigüeñas están quietas en el nido, indiferentes al bullicio reinante a sus pies. Las incansables golondrinas pueblan el aire, y por el cielo avanza lenta, brillando al sol del ocaso, la estela de un avión invisible.
A esa hora, por toda la península se repetirá el cuadro en multitud de calles y plazas. Un conocido del viajero, navarro residente en San Sebastián, le había comentado: «En cuanto cruzas la frontera te das cuenta de que estás en otro país. Cuando aquí todo el mundo anda por la calle charlando y tomando vinos, en Francia se meten en sus casas a ver la televisión, y las calles se vacían». Quién sabe.
El viajero encuentra una mesa libre en una terraza y pide una cerveza. A su lado, un trío infantil reproduce, inconsciente, un juego vital. Son dos niños y una niña. Ésta y uno de los chicos juegan a gusto, bastante compenetrados. El tercero, menor y de movimientos menos ágiles, sigue a la chica, a la que trata visiblemente de impresionar para que le haga caso, pero ella continúa con el mayor, de quien no recibe atención especial. En algún momento la niña rechaza al pequeño, e incluso le pega. El crío acude llorando a su madre, que tampoco le hace mucho caso, y él vuelve, tozudo, detrás de la chica. Ha cogido un vaso de plástico de alguna calidad, de los que no se desechan, y lo arroja al suelo para atraer la curiosidad de ella. La madre, sentada con amigos a unos metros de distancia, le riñe sin ganas. El niño persiste en tirar el vaso, y la chiquilla le mira atenta. Se le acerca y juegan unos instantes, pero pronto ella retorna al otro, el cual había seguido corriendo y jugando, indiferente a la preferencia de que es objeto.
En torno a las mesas charlan las gentes, formando corros amistosos. Frecuentes risas femeninas saltan sobre los rumores de la plaza. El viajero contempla con una mezcla de placer y frustración la gesticulación de las mujeres, tan peculiar y agradable; sus pechos, comparados habitualmente con frutas, colocados por la naturaleza en un plano destacado, como incitante muestrario de los dones y placeres de la vida terrestre.
http://www.youtube.com/watch?v=hRwj7WUYTnY