Felipe II y sus enemigos / La alegría en la España franquista
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Blog, Hegemon: Por cierto, Cesar Vidal encuentra a Felipe II como uno de los peores Reyes de España, por meterse a luchar contra los protestantes y por producir 3 bancarrotas. Moa dijo el otro día, en cambio, que fué un gran Rey. Las dos opiniones son muy matizables.
Ya dije que César Vidal enfoca la figura de Felipe II desde el punto de vista protestante y lógicamente no puede aprobarla. Como tampoco la aprobará un turco, un francés o un inglés (con las excepciones de rigor). Porque España, en su tiempo, tuvo que contender con todos ellos, que además buscaban la alianza entre sí para destruir a la España católica (la única que existía). Todos ellos eran grandes potencias, y España tuvo que hacer un esfuerzo gigantesco y desproporcionado, que causó las conocidas tres bancarrotas (es decir, que dejó de pagar a los banqueros). España, además de ser materialmente muy inferior al conjunto de sus enemigos, incluso a varios de ellos uno por uno, era muy vulnerable en su inmenso imperio y en la propia península, donde la rebelión de los moriscos granadinos fue alentada y apoyada por turcos, berberiscos, hugonotes y holandeses.
“El derrotado Guillermo de Orange cobró ánimos cuando, en diciembre de 1568, estalló la rebelión morisca de las Alpujarras en la misma España. Aunque de momento no podía hacer nada, señaló un año después: “Es un ejemplo para nosotros que los moros puedan resistir tanto tiempo aunque son gente sin más sustancia que un rebaño de ovejas. ¿Qué podría hacer entonces el pueblo de los Países Bajos? Veremos qué pasa si los moriscos aguantan hasta que los turcos puedan ayudarlos”. El impresionante poder español revelaba inesperados puntos flacos (…).
Desde los años 50, las incursiones se hicieron más peligrosas. En 1558 desembarcaron en Nerja cuatro mil musulmanes y el mismo año arrasaron Ciudadela, en Menorca, donde hicieron 3.000 cautivos y dejaron deshabitada Formentera; en 1559 asaltaron el castillo de Fuengirola; en 1563 el almirante turco Dragut devastó las costas de Granada y marchó con cuatro mil cautivos; en 1565 derrotaron a las tropas españolas en Órgiva y volvieron con más cautivos. Los contraataques acababan a veces en desastre. En 1560 fracasó, con pérdida de decenas de galeras y unos 10.000 hombres, la ocupación de los Gelves ante la flota del almirante turco Piali. Felipe II decidió entonces construir una flota realmente fuerte en los astilleros de Barcelona, Sicilia y Nápoles, pero en 1562 una fuerte tempestad hizo naufragar gran parte de ella en la costa granadina y dejó temporalmente inerme el litoral español, situación que, por fortuna, no percibieron en todo su alcance los islámicos; en 1563 (…) fracasó España en el asalto al peñón de Vélez de la Gomera (…) (“Nueva historia de España”)
Pongo estos ejemplos para explicar el tremendo esfuerzo que hubo de hacer España en todos los frentes. Por lo demás, España no fue la única en tener bancarrotas. Según un estudio de la universidad de Harvard –hay que tomarlo con precaución--, Francia tuvo cuatro entre los siglos XVI y XVII, Inglaterra dos entre los siglos XV y XVI. En total, desde entonces distingue seis bancarrotas españolas y ocho francesas hasta el siglo XVIII incluido. Las de España aumentaron sobre todo en el siglo XIX. Por poner otro ejemplo de esfuerzo excesivo, Inglaterra terminó la II Guerra Mundial en bancarrota, esto es, incapaz de pagar sus deudas. Tuvo la gran suerte de que Usa se las condonara y le concediera además los cuantiosísimos préstamos del Plan Marshall.
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Y con esto termino el debate con el señor Vilches, porque me parece que no hace falta más. Dice el señor Vilches: La alegría popular hacia el franquismo y sus resultados no debía ser tan grande cuando 1.500.000 de españoles salieron del país entre 1959 y 1975 para poder encontrar un trabajo y vivir, y eso que era el mejor momento económico del régimen; es decir, salió del país el 5% de la población. Si hoy sucediera lo mismo de forma proporcional, las cifras del paro serían muy inferiores. Un poco de perspectiva histórica siempre viene bien.
Nuevamente hay ahí varios desenfoques cruciales: a) no salieron de golpe 1,5 millones (otros hablan alegremente de 3) y quedaron fuera esos quince años, sino que hubo un constante trasiego de idas y venidas y en ningún año concreto se alcanzó esa cifra ni de lejos; b) No salieron porque no hubiera trabajo en España, que lo había, y mucho: fue una época de esfuerzo duro y generalizado, en el que millones de españoles estaban pluriempleados o echaban muchas horas extra, mejorando así sus sueldos. Los que emigraban lo hacían por los mejores salarios, a menudo con menos trabajo, que percibían en esos países, con el objeto de ahorrar al máximo y a menudo pensando en montar algún pequeño negocio en España; c) Esa emigración, fundamentalmente del campo a las ciudades y provisionalmente al extranjero, solucionó racionalmente un problema histórico cuyo mal tratamiento tanto contribuyó a hundir la república: el del excedente de población en el campo; d) Como ya indiqué, los trabajadores emigrantes apenas suministraron gente a la oposición antifranquista; e) Por supuesto que había por entonces mucha alegría en España, y creo que más sana que la euforia chabacana que hoy predomina; esto podía explicarse por el rápido desarrollo económico, pero lo importante es que, como dice Julián Marías y se constata en los documentales de época, también en los años 40 había una muy notable alegría. Una explicación de ella estaba en haber dejado atrás la guerra civil y estar librándose de las calamidades y crímenes masivos que jalonaron la guerra mundial.