Enrique Domínguez Martínez Campos, coronel retirado e historiador, ha escrito el libro “España humillada”, sobre la deriva siniestra que lleva nuestro país desde la llegada del Niñato Ilumineta al poder después de la matanza del 11-M, por la que tanto y tan espectacularmente ha premiado el gobierno a los terroristas islámicos y etarras.
El libro es muy interesante, debieran leerlo y meditarlo civiles y militares. En su presentación indiqué que entre los militares solía haber tres actitudes: la golpista, que piensa en una utilización ilegítima de la fuerza armada contra el poder civil; la acomodaticia, de los militares sin principios que simplemente obedecen al poder aunque este haya caído en manos de golpistas civiles enemigos de la Constitución, de la democracia y la unidad de España; y los militares-ciudadanos, conscientes de que los principios de la democracia, la unidad de España y la Constitución están por encima de los gobiernos ocasionales.
Los militares, normalmente, deben callar sobre las cuestiones políticas. Pero no vivimos tiempos normales. Nos hallamos ante el desafío de un gobierno que, en alianza con terroristas y separatistas, intenta echar abajo las bases de la convivencia social en paz y libertad. Todos los ciudadanos conscientes, incluyendo los militares, tienen el derecho y el deber de levantar su voz, de denunciar lo que ocurre, de defender los principios de la justicia y la libertad frente a sus manifiestos enemigos, empezando por el gobierno corrupto y terrorista antes, pro terrorista ahora.
La alternativa es: o detener el peligro a tiempo mediante la reacción ciudadana, o caer en la descomposición social y, no imposiblemente, en la guerra civil. Recuérdese cómo ningún experto creía imaginables los sucesos de Yugoslavia… aunque a posteriori los explicaran con enorme claridad.
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La talla del caniche:
Rajoy: “Zapatero solo habla de Franco y olvida los problemas”. En la frase compiten la falsedad y la abyección: demagogia de listillo. Es Rajoy quien olvida los problemas, pretendiendo combatir el cáncer con aspirinas. Zapo no solo habla de Franco, ni muchísimo menos, es él quien lleva la iniciativa política, mientras el caniche le ladra a los pies, recibiendo de vez en cuando un merecido puntapié. Y sí, conviene hablar de Franco, puesto que del franquismo viene nuestra democracia, hoy en peligro.
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Hoy, en "El Economista":
"LEY DE IGUALDAD CONTRA IGUALDAD ANTE LA LEY"·
Pio Moa
Menos mal que el magistrado Rodríguez-Zapata, del Tribunal Constitucional –tan desacreditado por los enterradores de Montesquieu–, ha dicho algo obvio: que la ley de igualdad es anticonstitucional. Aunque su argumento (“retrodiscriminación de las mujeres”) no resulte muy convincente.
En democracia, la única igualdad aceptable es la igualdad ante la ley. Una igualdad que los demagogos intentan eludir con maniobras supuestamente mejoradoras. Tales políticos, de cuya trayectoria de corrupción y cosas peores nunca han dado el menor signo de regeneración o arrepentimiento, se han erigido, con descaro perfectamente coherente con su tradición, en protectores de la mujer, como antes de los obreros, a quienes nunca aportaron sino desgracias. Esas protecciones oficiosas e innecesarias siempre han tenido y tendrán un coste, la libertad.
Sus leyes antidemocráticas tienen un triple fin: ganarse votos de los ingenuos que se creen beneficiados, poner a la defensiva a la derecha española –de principios siempre confusos–, y atacar la familia, uno de los objetivos más tenazmente perseguidos por los demagogos. Para un demócrata liberal, cada ciudadano, hombre o mujer, puede elegir la tarea que desee dentro de la ley. Para el demagogo, que una mujer elija atender a su hogar y criar a sus hijos es un grave mal. Por ese camino, creen, se perpetúan los horrores de la educación tradicional, y la educación debe quedar en manos de ellos, los políticos, tan honrados y expertos. Ellos saben mejor lo que conviene a las mujeres y a cada ciudadano.
Recordarán ustedes al bandido mítico Procusto o Procrustes, que tendía en un lecho a quienes caían en sus manos y, si eran muy altos, les cortaba los miembros a la medida del lecho, y si eran bajos, los estiraba hasta descoyuntarlos. Como ven, la idea socialista de la igualdad es ya vieja.