Lo más irritante de los rojos, decía Gregorio Marañón, "esa constante mentira"; "Himalaya de mentiras", denunciaba Besteiro. Cuando escribí Los mitos de la guerra civil me asombró el grado en que la historiografía progre había desvirtuado la historia real: en prácticamente cualquier tema en que uno ahondase un poco salía a la luz un cúmulo de falsedades, a menudo tan ilógicas y mal concebidas que mueve a perplejidad su aceptación durante largos años. Aceptación reveladora también la miseria de una derecha acomodaticia, presta a defecar sobre la memoria de sus mayores a cambio de no se sabe qué.
Pero todavía resulta más reveladora, deprimentemente reveladora, la reacción izquierdista o separatista cuando sus mentiras quedan en claro. Tomemos por ejemplo el caso del Vita, un expolio gigantesco con todos los agravantes posibles de disputas gangsteriles por su control, de barbarie y destrucción de arte. Episodio plenamente definitorio sobre sus autores. Pues bien, no he visto aún a un izquierdista que, no ya cambiase su opinión, sino que siquiera reaccionase con pesar después de informarse del hecho. Lo admiten, cómo van a negarlo ante las pruebas expuestas por los propios jefes-bandidos socialistas; pero de ningún modo lo lamentan. Tan solo expresan fastidio por si el dato llega a ser ampliamente divulgado y por tanto les perjudica; y contraatacan de inmediato, acusando a sus contrarios de robos o corrupción, a voz en cuello y por lo general calumniosamente. ¿Son conscientes de que mienten? Sin duda alguna. No se trata de falsedades inocentes. Solo puede sacarse en conclusión que estarían dispuestos a repetir las faenas, si pudieran. De hecho repiten cosas muy parecidas. "La estupidez y la canallería", decía también Marañón tan expresivamente... Y no exageraba: la falsedad intencionada, la desvirtuación sistemática, la calumnia acompañada de un odio ciego, suelen envolver a nuestra desgraciada izquierda y a los separatistas como una nube hedionda.
Hablo, de paso, en relación con una reciente película basura de Cuerda montada sobre una novelucha basura muy promocionada por PRISA, El mundo y tantos más (aproximadamente los mismos que en su tiempo cubrieron de injurias a Solzhenitsin y en su muerte han "olvidado" el revelador suceso). El autor de la novela (cuatro relatos), Alberto Méndez, fue un energúmeno comunista –nada mejor que nazi–, director de la finada editorial Ciencia Nueva. La "ciencia nueva" era para él el marxismo, la ideología más totalitaria de los siglos XIX-XX, a cuya promoción se dedicaba la editorial en plena época de Franco, y que nos alimentó de bazofia a muchos jóvenes de entonces (aunque la culpa fuera nuestra, en definitiva). En fin, el imperio de la trola y el choriceo.
*** Entre las enormes lagunas de la historiografía española, citaría tres: la historia del PSOE, la de la oposición antifranquista y la del terrorismo en el siglo XX. A ver si salen historiadores serios a afrontar el reto.
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Dos actitudes
Me remite un amigo un artículo de un periódico argentino sobre la "nueva derecha española", donde se cita a César Vidal, Jiménez Losantos, Gabriel Albiac, Alberto Recarte y a mí mismo en un contexto sumamente descalificador. Me pregunto si alguien se ha molestado, en Argentina o en otros países hispanoamericanos, o aquí mismo, en publicar informaciones más contrastadas al respecto. Estoy casi seguro de que no. Como casi siempre, la iniciativa y la atención a la opinión pública proceden de la izquierda, frente a la pasividad de casi todos los demócratas.
Una conocida del autor: "Visito a veces foros de la izquierda, y hay que ver cómo le atacan a usted". "Ya lo sé, pero usted aprovechará para replicarles, ¿no?". "Ah, pues no, solo lo veo". "Entretenido deporte".
Esta es la diferencia: la mentira se difunde masivamente, la verdad encuentra pocos defensores. Una vergüenza.
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http://vinamarina.blogspot.com
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*** Insisto:
"Zapatero, sobre la negociación: "No me ha dejado heridas, salvo el dolor de las víctimas"
En verdad, ¿qué insulto puede corresponder a la infamia del fulano? Solo ha olvidado agradecer su ausencia de heridas a Rajoy, el emplasto.