El sector dominante del PP, el de la nena angloparlante y con pasta, estima que si ha conseguido tantos millones de votos se debe a su política de claudicación, de práctica colaboración con la política de Zapo en cuestiones básicas; y acentúa ahora su bajo perfil, como estamos viendo. A ese sector solo le preocupa ganar poder, lo cual no quiere decir que vaya a conseguirlo o que acierte en su análisis. Cierto, una parte de los votos de los que dependen sus puestos de poder vienen de derechistas "progres", no muy lejanos de las políticas de Zapo; pero otros muchos, probablemente una buena mayoría, proceden de españoles que se hacen una idea falsa de la verdadera orientación de Rajoy o prefirieron, en cualquier caso, echar a Zapo del gobierno. En este blog, antes de las elecciones, se alzaban voces clamando por un apoyo sin crítica al PP, por cuestión de oportunidad: ya se le presionaría críticamente una vez ganadas las elecciones. Ni las ha ganado ni, de haberlo hecho, tendría efecto alguno la crítica. Como no la tiene ni siquiera habiéndolas perdido. Y de nada vale el clamor enfadado de muchos: "no volveré a votarle". Por supuesto, cuando se presente la ocasión le volverán a votar por aquello del "voto útil", que funciona de modo parecido a la drogadicción.
Es difícil demostrarlo, pero, repito, me parece muy probable que el número de votantes partidario de un perfil alto y claro en defensa de la democracia española sea mayor que el partidario del perfil bajuno; probablemente también ocurre así entre los militantes del PP. Y sin embargo son los arriolos, sorayos y rajoyes quienes tienen la sartén por el mago, mientras los opuestos, los Vidal Quadras o Mayor Oreja, permanecen quejosos pero mansos e impotentes. Ni siquiera se les ve capaces de plantear con seriedad un debate y elaborar una crítica y una alternativa clara a los del perfil bajuno ante el próximo congreso. Si no tienen arrestos para aprovechar la ocasión, perderán de la manera más abyecta y dejarán sin representación a millones de personas.
En parte se ven contenidos por el seudomito de la unidad del partido. Un partido no puede funcionar sin un grado de unidad y disciplina interna, pero estas deben girar en torno a unas ideas y un programa y no meramente en torno a personalismos y ansias de poder. Por aquel seudomito fue incapaz Besteiro de plantear en el PSOE una verdadera batalla política, de romper en su momento, y terminó haciendo de comparsa de los líderes más demagogos, pero más resueltos, que llevaron al país a la catástrofe.