Si bien se mira, la actitud del profesor ciencista ante la Venus de Milo es de lo más instructiva. Pocos ciencistas se atreverían a razonar abiertamente como él, así como pocos marxistas se atreverían a proponer la quema del museo del Prado por contener arte burgués y reaccionario, pero es solo por inconsecuencia: se quedan a medias en su razonamiento, por indecisión u oportunismo. El profesor va hasta el final, y defiende:
A) que el carácter pétreo de la Venus de Milo es perfectamente claro y demostrable, mientras que su carácter femenino, no digamos ya religioso, es demostrablemente falso, un puro y simple engaño. Nadie podría dejar de darle la razón, vistas así las cosas;
B) que, de modo análogo, el ser humano es un conjunto de células en el grado de evolución del primate, si bien, la mayoría de los primates no haría tonterías tales como modelar un pedrusco y darle un significado animal (femenino) y, mucho menos aún, religioso. Ese grado de sandez queda referido solo al ser humano inconsciente de sí mismo, ajeno a la ciencia.
Podríamos extender la analogía con la de aquel otro profesor de ciencias que incitaba a los alumnos de letras a tirar a la basura las obras literarias, ficticias, esto es, falsas por definición.
Cabría objetar lo siguiente: la Venus de Milo remite de un modo u otro al carácter moral del ser humano. Al contrario que el hombre, el primate, como el resto de los animales, guía su comportamiento casi exclusivamente por el instinto, es decir, por reacciones semiautomáticas de las que no puede hacérsele responsable. En cambio el ser humano es para sí mismo responsable de sus actos, salvo situaciones extremas, lo cual constituye la base de la moral. Ello significa que su conducta, aunque mantenga en parte su base instintiva, sobrepasa ese nivel. Esta diferencia crucial separa al ser moral –o animal moral, si se prefiere–, del primate y de los demás animales con tanta profundidad como los animales se separan de las plantas.
El carácter moral, responsable, y la libertad y la culpa implícitas, son al mismo tiempo una pesada carga, a veces un verdadero tormento. Por ello una tendencia ancestral del ser humano ha sido también la de rehuir su condición y retornar al paraíso de la conducta instintiva, inocente, sin responsabilidad ni culpabilidad ni, por tanto, libertad. Tal es la clave de la ideologías utópicas y ciencistas: la conducta humana puede hacerse tan previsible, y por ello manipulable, como la de un animal, una vez conocemos “científicamente” o “racionalmente” sus imperativos fisiológicos bajo la “impresión ilusoria” de la libertad y la dignidad.
Sin embargo la vuelta a la inocencia instintiva es imposible, la impide “el ángel con la espada flamígera”, dicho en plan simbólico. Las opciones utópicas, que, no por casualidad, se han pretendido casi siempre científicas y racionales, tienen una doble consecuencia: a) obligan a una aceptación general de ellas, excluyendo así la libertad, que es una pura ilusión, desde su punto de vista; b) permiten la eliminación de los elementos antisociales y anticientíficos que rehúsan aceptar esas conductas. Después de todo, la “dignidad humana” no pasa de ser otra ilusión presuntuosa de un animal que “se miente mucho a sí mismo”, como ha descubierto la señora Margulis. ¿Qué impide liquidar en masa a los disconformes, tal como en Inglaterra se mataron millones de “vacas locas”, un sacrificio económico lamentable, pero visto como necesario y que nunca provocó mayor remordimiento? Las vacas locas, los primates humanos inadaptados, seres enfermos, pueden ser liquidados sin mayor problema, pues, en definitiva, ¿son algo más que simples conjuntos de células con un orden determinado? No por casualidad ha pasado lo que ha pasado en el siglo XX.
----------
Desgraciadamente tiene razón la tiorra del PSC que afirma que los sucesos de Gerona solo tienen importancia “a nivel de Madrid”. Porque en Madrid todavía existe una conciencia democrática capaz de protestar por tales cosas, mientras que en Cataluña se han convertido en normales las amenazas de muerte, ataques a la libertad de expresión y a las víctimas del terrorismo, las expresiones de amistad hacia los asesinos, el apedreamiento de los no separatistas o la imposición de una “normalización” lingüística típicamente totalitaria, el ataque permanente a la mitad de la población castellanohablante, todo ello estrechamente ligado a las expresiones separatistas. En Madrid quedan medios de expresión libres, que en la corrupta Cataluña nacionalista prácticamente no existen. Los catalanes tienen esta tarea: organizarse cada vez mejor y más activamente contra los catalufos, en pro de la libertad y la unidad de España, el lugar de Cataluña desde siempre.
----------
El significado de la Literatura
Pío Moa
Con los atascos de tráfico por la lluvia, la profesora de lengua y literatura avisó al instituto, por el móvil, de que llegaría tarde. El director encontró al profesor de física, que holgazaneaba en la sala de profesores, y le encargó sustituir un rato a la de literatura, para que los chicos no alborotaran.
El de física, muy contento, entró en el aula sonriendo lobunamente. Miró a los alumnos y entonó: “¿Nunca habéis pensado en que la literatura es una sarta de trolas? Si no, vamos a ver, el Quijote, una de las novelas mejores, y hasta la mejor, dicen muchos. Por ejemplo, ¿quién, con un mínimo de criterio científico, puede tragarse que después de los estacazos que recibía el hombre, no le hubieran roto un montón de huesos? Con la medicina de entonces, habría quedado baldado por meses o para el resto de su vida Pero en la novela, ¡hay que joderse!, a los cuatro días ya lo tenemos tan campante, en busca de nuevas palizas. ¡Y todo lo demás es lo mismo! Así que, si esa novela es de las mejores, ya podéis imaginar las restantes. Y mira que hacen esfuerzos los autores modernos por darles aire de realidad. ¡Venga hombre, hasta el más tonto se da cuenta del truco, si se fija un poco! ¡Puro cuento! ¡Embustes que insultan a la razón y a la experiencia! Los jetas de los autores nos toman por feacios… ya sabéis, los de Ulises, que les contó no sé cuántos rollos de cíclopes, sirenas, magas y qué sé yo, y se lo tragaron todo. ¡Nos toman por feacios, así, literalmente! ¡Es indignante, tíos y tías! ¡Pero si todo son clarísimas invenciones, falseamientos de la realidad! La literatura se parece mucho a la religión, un montón de disparates y rollos tártaros. ¡Coño, como que viene de ella! ¿De dónde viene la literatura, sino de los mitos? ¡De ahí viene todo el camelo! Los mitos aquellos, que como dice… ¿cómo se llama? ¡Maldita memoria!, sí hombre, el de los genes… ¡Dawkins, eso es!… Los mitos son una cosa pobrísima, dice, extravagante, al lado de la ciencia, tíos… y tías. Esto tiene que cambiar, porque ya lo dijo el sabio… Bueno, el del Jarama creo, que ya dejó aquel timo de la novela. Pues dijo: mientras los dioses no cambien, nada habrá cambiado. Y si desaparecieran todos los dioses de una tacada, digo yo, pues tanto mejor. El mundo sería más como es debido, y habría menos caraduras viviendo del cuento y tomándonos el pelo.
“Por eso, ahora que estáis formando vuestro intelecto, yo os haría un llamamiento ¡No os dejéis tratar como feacios! ¡Coged esas pretendidas obras maestras, engendros de la superstición y del engaño, y tiradlas a la basura!...”
No pudo decir más. Al final, la profesora había salido del atasco y llegado casi a tiempo. Desde el pasillo oyó buena parte de la perorata del de física, y entró en el aula blandiendo amenazadora el paraguas y salpicando copiosamente de agua al sorprendido orador. Éste, entre cuyas virtudes no se contaba un valor excepcional, esquivó a la furia y salió corriendo por la puerta.
“¡No te jode el tío cabrito! ¡Quiere dejarme sin trabajo! ¡Mandar al paro a miles de modestas y honradas profesoras y profesores de literatura! ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¡Ni puto caso, ¿eh chavalas y chavales?! ¡Ni puto caso!”
Cosas así pueden ocurrir en cualquier momento. Y aún peores.