Ayer puse un enlace de un artículo de José Calaza (sorprende lo perezosa que es la mayoría de la gente para pulsar los enlaces), que trataba, entre otras cosas, el ultravictimismo con que los homosexualistas suelen crearse mártires, en este caso por relación a Alan Turing. Algo parecido a lo que vemos aquí con muchas "víctimas del franquismo", mezcla de verdad, invención e interpretación. Nadie niega que los homosexuales hayan sufrido cierta persecución, a veces feroz, por parte de la sociedad o de los poderes públicos, y que muchos hayan sido infelices por ello, aunque no debe suponerse que sin esa persecución habrían sido especialmente felices o que los heterosexuales lo sean solo por su condición.
Turing fue un científico muy relevante y durante la guerra mundial hizo contribuciones invalorables a la causa de Inglaterra al descifrar los mensajes, aparentemente indescifrables, de las máquinas Enigma con que se comunicaba el ejército alemán. Aunque la contribución básica al descifrado la habían hecho unos matemáticos polacos, como también aclara Calaza, se perfeccionó con la captura de una de las máquinas en un U-boot. (Mucha gente cree que se trató de una hazaña useña, a raíz de una película de esa nacionalidad que desvirtúa los hechos. Fue un golpe de suerte británico).
Resulta que Turing era homosexual, lo que seguramente conocía todo el mundo, porque muchos círculos intelectuales y políticos estaban llenos de ellos (recuérdese el caso del grupo del espionaje de Kim Philby, donde parece que el único no homosexual era el propio Philby) y que, por las leyes de la época, podía ser condenado si su conducta resultaba "indecente". El escándalo surgió por un azar algo sórdido, el desvalijamiento de su casa por el cómplice de un sujeto muy joven –aunque no menor, probablemente– con quien Turing tenía relaciones íntimas. Naturalmente, resultaba muy duro condenarlo de forma explícita por homosexualidad, ya que se trataba de un héroe nacional, y se le "condenó" a cierta rehabilitación y a tratamiento con hormonas. Dicen los homosexualistas que ello le llevó a la impotencia, la depresión y el suicidio, lo cual no pasa de ser una interpretación muy débilmente apoyada. Sin embargo, todo el asunto vino muy bien a los homosexualistas para identificar ciencia y homosexualidad en un hombre injustamente perseguido, creando la clásica confusión de conceptos típica de los fabricantes de "imagen".
Lo que queda detrás de la confusión interesada es que Turing fue víctima (aunque no mártir ni nada parecido) de una ley que hoy consideramos injusta, basada en la concepción de la homosexualidad como enfermedad o "vicio", cuestiones por lo menos dudosas. Lo que de paso plantea el problema de si la justicia "es" lo que hacen las leyes o es una cosa distinta y por encima de ellas (la "ley natural"), a la que las leyes concretas deben amoldarse. En este último caso debe reconocerse que la ley natural no se presenta como una intuición completa y clara, sino como una ardua evolución, en la cual se irían perfeccionando (o empeorando) las leyes concretas. Hoy consideramos, acertadamente, en mi opinión, que una persona puede conducirse según le apetezca, siempre que no cause daños a otros. Turing no causó daños a nadie con su conducta, en todo caso se los causó a sí mismo, al ser desvalijado.
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****Emplea Javier Moreno este argumento como base de su opinión en un artículo de ayer en LD sobre la homosexualidad: "Su ubicuidad en todo tiempo y lugar nos obliga a considerarlo natural, tan natural como la heterosexualidad, y, por tanto, tan normal. Aunque se desvíe de la media y de quienes tienen en ella puesta sus ramplones ideales". El argumento no es muy bueno. En todo tiempo y lugar ha habido y seguirá habiendo perturbación mental, mudez, ceguera, drogadicción, prostitución, delincuencia, bestialismo, etc. Por lo tanto, se trata de cosas naturales, si se quiere tan naturales como la cordura, la visión o el habla, la sobriedad, la fidelidad matrimonial, la honradez, etc. Pero ello no las hace "tan normales" y mucho menos tan deseables como lo contrario. De modo que, si quiere defender el homosexualismo, deberá buscar argumentos menos equívocos.
**Podría resumirse parte del artículo de ayer así: no existe base objetiva para comparar o equiparar la homosexualidad y la heterosexualidad, porque la segunda deriva del hecho primario y fundamental de la división de la especie humana en hombre y mujer y la atracción mutua, mientras que la primera elimina esa atracción y, en el caso del homosexualismo, niega incluso la existencia y significación de aquella división ("la mujer no nace, se hace", etc., luego, el varón tampoco). Se trata de una negación sumamente agresiva, que fácilmente terminará por provocar reacciones igualmente agresivas. Cultivando un victimismo obsesivo, el homosexualista exige un respeto que él no otorga, y aspira a una ingeniería social que modele a la humanidad de acuerdo con sus peculiares ideas. Como aquel empresario calvo que intentaba que todos sus empleados perdiesen el pelo.
**Una de las formas más absurdas de interpretar los problemas humanos es la zoológica. Julián Marías ya denunciaba la concepción zoológica de la sexualidad, pero no podía suponer hasta qué extremo se ha extendido. Porque si bien la zoología ayuda a comprendernos, solo lo hace en un nivel muy primario e insuficiente.
**Pregunta alguien qué número de homosexuales existe: se han hecho cálculos muy dispares, de entre un 3% y un 10% de la población. La cifra más probable es la primera; y la de quienes mantienen una pareja estable, mucho menor. En realidad no hay modo de saberlo, porque hay grados en la homosexualidad: personas que han tenido alguna experiencia homosexual pero que no se sienten tales, otras que prefieren ocultarlo, sea por presión social (cada vez menos, hoy la presión funciona más bien en sentido contrario), por rechazo del "loquerío" o de los homosexualistas, por considerar sórdidos tales ambientes o por deseo de cambiar de orientación. Algunos homosexuales consideran su orientación inevitable e incambiable, otros opinan que se trata de una deformación que puede corregirse (Véase el libro de Richard Cohen Comprender y sanar la homosexualidad, en Libros libres) A los homosexualistas les ofende en extremo que muchos homosexuales intenten cambiar, y se muestran muy ofensivos hacia ellos; pero digamos que los segundos tienen al menos el mismo derecho a expresarse que los militantes.